BOLÍVAR GALÁN IMPERTÉRRITO | Por: Reina J. Cegarra Sosa

Simón Bolívar. Foto: Cortesía

 

 

 

Reina J. Cegarra Sosa

 

“Simón Bolívar ganaba sus batallas por parejo, en el  campo del amor y en el de la guerra”.                              

                                                                                                         Jaime Duarte French

 

El signo característico de la voluntad de éste excepcional hombre en toda ocasión, fue la rapidez sustentada en pensar, decidir y obrar; concibió su  existencia desde la acción, de allí su hiperactividad que jamás la abandonó.

Personaje único con un  sitial a escala mundial por sus ejecutorias; para dejar a un lado las acciones del militar estratega, político, estadista, poeta y prosista, orador protocolar retórico, veraz y objetivo de exquisita redacción con su perfectiva pluma, sustentado en el talento, privilegiada mente y conciencia de genio llamado el Libertador; para abordar en una pincelada historiográfica, las acciones del hombre mortal de carne y hueso en sus múltiples batallas libradas en el campo del amor, laureadas por la aureola de la virilidad, consentidas por Venus Diosa del Amor, que el tiempo entrelazó entre el mito y la leyenda en el otrora y en el ahora.

Hijo de Don Juan Vicente Bolívar y Ponte, la conseja popular reza “Lo que se hereda no se hurta”; para nadie es un descubrimiento que en su andar   por todas las latitudes conoció a muchas mujeres del alto y no tan alto estrato social, protagonizando requiebros amorosos y ardientes enredos como cualquier Adán; acciones magnificadas por su condición de líder, de caudillo, de apuesto militar, de divo mantuano de aquel período social.

El pulcro don Juan caraqueño esmerado en el vestir, de dientes perfectos y bien  cuidados, perfumado con su preferida 4711 traída de Colonia Alemania, desde muy joven se perfiló apuesto y deseado galán por sus cualidades innatas, las grandes condiciones de educación y formación, acaudalado, nada lo amilanaba fiel a sus tácticas que supo cultivar llevándolo al triunfo por doquier.

Estatura proporcionada de un metro cincuenta y ocho, no le hizo falta el uno ochenta, experimentado y carismático jinete ardoroso y movido, ambidextro, de piel morena  dorada por el sol, contextura atlética, labios bien definidos, ojos oscuros de  penetrante y escrutadora mirada, cabello negro ondulado, patillas y bigote, jovial y dadivoso, susceptible, intuitivo, risueño y sencillo, galante, acertado, preciso y acerado, más sensual y atractivo en los cuarenta con las sienes platinadas, de diálogo abierto, espontáneo y convincente con el don de la palabra, lector empedernido, poliglota, amante del baile, varón con denso sexapil, buen gusto y mucho más… Contemplados los polifacéticos atributos no es difícil creer en las oportunidades que la vida le regaló a Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, en sus múltiples cruzadas por el campo femenino, para en un atisbo ojear sobre las damas del impertérrito galán.

       

 María Ignacia. Veracruz 

Simón y la Guera Rodríguez

El joven Simón de 16 años, Subteniente del Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, en su primer viaje a España el 2 de febrero de 1799 desembarca del navío “San Idelfonso” en el puerto de Veracruz del virreinal México por una estancia de 48 días para la nave viajera distanciarse de los corsarios ingleses.

Por intermedio del Oidor de la Real Audiencia don Guillermo de Aguirre y Viana pariente del Obispo de Caracas, conoce a María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio, llamada  en su entorno familiar e íntimo “La güera Rodríguez” por el color  rubio de su cabello; la catira y mujer de fuego, casada, madre de tres hijas, un lustro mayor que el viajero, junto a su hermana María Josefa Rodríguez Marquesa de Ulapa, hospedan al “caraqueñito” que así lo llamaron en una lujosa residencia ; con  prisa y sin pausa surgió el romance fugaz entre la güera Rodríguez y el futuro Libertador, que lo vivió, sintió y saboreó entre comidas y bailes, paseos y furtivas noches de alcoba; fue el inicio que se pueda saber  del imperecedero Bolívar galán que continuó su viaje a España el 20 de marzo de 1799, dejando su recuerdo en la memoria de la azteca güera Rodríguez a la que jamás volvió a ver.

 

Su Teresa Valiosa sin cálculo

Era el 1800  Simón ya está en Madrid, se hospeda en la residencia de don Gerónimo de Ustáriz y Tovar, Marqués de Ustáriz, y en una tarde otoñal de música celebrada en los salones de la mansión  del noble caballero, tuvo el encuentro con el amor a primera vista con  quien sería su esposa; con la impetuosidad de su ser quedó para siempre prendado de la aristócrata y tierna madrileña doña María Teresa Rodriguez del Toro y Alaiza, que en dos años hizo su esposa.

Ella, suave, tímida, frágil, de rostro blanco cual alabastro, bella y delicadamente vestida, inspiradora de honda ternura, casta, tejedora de sueños y encantos, con su dulce carácter, cultura y elevada educación, ató a su destino a  Simón Bolívar Palacios, quien le  propuso formal  matrimonio el 5 de abril de 1802, al mes siguiente obtiene la dispensa o permiso real que como militar le permite contraer nupcias; de inmediato dona a la prometida en calidad de arras 100.000 reales de vellón, y el 26 de mayo de 1802, contraen matrimonio en Madrid en la Iglesia Parroquial de San José con la bendición del Presbítero Isidro Bonifacio Romano.

Los nuevos desposados preparan viaje rumbo al puerto americano de la Guaira, el 15 de junio de 1802 parten de la Coruña en  el navío San Idelfonso, el mismo que lo llevó a España, en un viaje de 27 días los esposos ensimismados en su luna de miel arriban a Caracas el  12 de julio; luego de permanecer poco tiempo en  la casa del Vínculo en la esquina de Gradillas frente a la plaza mayor, Simón decide atender sus negocios y la pareja fija su residencia en los Valles de Aragua, en el hermoso refugio de San Mateo entre los altares de la naturaleza, en medio de esclavos, caballos, caña de azúcar, añil, algodón y tabaco.

En los vapores del amor le escribe a su amigo Pedro Joseph Dehollain, le dice:(sic) “Al casarme me convertí en un ente dichoso, que tantas veces cantaba alegre, le confieso de mis felicidades ante la posesión de mi Teresa”

Ocho meses después de la dichosa alianza doña María Teresa enferma de gravedad, con su afiebrada y frágil salud, urgente la traslada a Caracas para un mejor cuidado, donde después de cinco penosos días de dolencias, delirios, desvelos, y aferramiento a la vida, fallece presa de la mortal fiebre amarilla el 22 de enero de 1803…! Muere María Teresa nace el Libertador!

Sobre su Amada Inmóvil  dijo: (sic)

No permaneció fiel a la memoria de María Teresa, su trágico y breve matrimonio fue solo un intermedio en la valiosa existencia del héroe, para en su dolor afirmar: “La muerte de mi mujer me puso muy temprano en la política”, en una circunstancia plena de drama y evocación dijo: “Yo contemplaba a mi mujer como una emanación del SER que le dio la vida: el cielo creyó que le pertenecía y me la arrebató porque no era creada para la tierra”.

Sumergido en una patética y profunda tristeza su carácter cambia, se hace agresivo y difícil, su decisión de marcharse a Europa fue definitiva, confirió poder general a su hermano Don  Juan  Vicente y al tío Don Francisco Palacios.

 

 

Fanny en Paris

Con la desgracia anclada en sus hombros acompañado del dolor y la triste soledad regresa a Europa, visita al padre de su amada inmóvil Don Bernardo Rodríguez del Toro, para ambos verter  lágrimas de pesar por un amor dulce que los consumía, le hizo entrega de pertenencias de ella, con su fuerte voluntad que siempre lo  acompañó procedente de Madrid entra a Francia en la primavera de 1804, se residencia en París signado por una etapa difícil, confiesa:(sic) “París me gusta, a pesar de ello no estoy contento, me parece que la desgracia no quiere alejarse de mi”  …“El silencio de mi país y la monotonía  que allí reina trajeron a mi alma el aburrimiento más terrible y aún la desesperación. Es por ese motivo que abandoné el seno de mi familia, para venir a ésta capital a divertirme”.

Simón y Fanny

 

París es la meta para todo casanova preciado de elegancia, caudal y virilidad, se rodeó de amigos y amigas bellas y liberales, luciendo cual modelo los trajes y sombreros  de la  moda parisina entre comidas, bailes, champan, el mejor vino en un derroche de físico, dinero y francachelas en los famosos salones de la ciudad del Sena; hasta que le aparece de cuerpo entero la hermosa, exótica dama y dueña de un gran salón de tertulias, nombrada Fanny Louise Denisse Dervieux du Villard, mujer de mundo, casada, segura de sí misma, de luminoso rostro, cabello oscuro, coqueta, refinada y elegante, de relleno y blanco pecho, insinuante con el lento caminar de encantador magnetismo, sobre la cual recaen las miradas del solitario e irresistible viudo de veinte años; ella lo abstrae de aquella vida social mundana con estímulos de orden  intelectual.

El encuentro de Fanny y Simón transcurrió en el París otoñal  de 1804, ella con 28 años, se hicieron amantes, rebosada de experiencia y pasión, fue la maestra ideal en los largos seis meses que acariciaron sus encuentros hasta el 6 de mayo de 1805, fecha en que el apasionado apolo se despidió de su francesa obsequiándole una sortija y un retrato de él en  miniatura; lo cierto es que no la olvidó del todo, y moribundo en Santa Marta en el desandar  de sus amores y pasiones, le dirige carta el 6 de diciembre de 1830 para decirle: (sic) ¡ Te extraña que piense en ti al borde del sepulcro…tú estás conmigo en los postreros latidos de la vida y en las últimas fulguraciones de la conciencia… Adiós Fanny!

 

Otra Teresa

De apellido Lesnais con quien tuvo el primer encuentro en Bilbao en 1801 antes de desposarse con María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza. La Lesnais o Lasnays era llamada “Minette”, convivía a regañadientes con un viejo aristócrata militar peruano de nombre Mariano de Tristán y Moscoso.

La encuentra nuevamente en París en 1806, dulce, bonita, reservada y enigmática mujer; de estos encuentros furtivos de alcoba, no permanentes, siempre utilizando el disimulo de un amor casto combinado con aspectos de orden familiar, de amistad cultivada desde Bilbao; en el entretanto Teresa pare una hija llamada Flora Celestina Teresa Enriqueta Tristán; existiendo el infundio que pudo ser producto de las intimidades con Bolívar.

 

Ana. EN SALAMINA

En su carrera hacia la libertad y la gloria, como Coronel de los ejércitos  neogranadinos con 200 hombres en armas, invade la cuenca caliente del bajo rio Magdalena, y allí por disposiciones del destino nuevamente le aparece en  una ráfaga el amor, eran los finales del año 1812, ya contaba con 29 años cuando conoce a la parisina Anita  Lenoit, de 17 años bien puestos, cabello suelto y sedoso, labios como el coral, tímida, era la atracción del pueblo, hija de un emigrado francés y próspero comerciante con  buen desempeño en la zona de Mompox.

Los amores se enhebraron en un apasionado y corto romance íntimo debido a la campaña que se iniciaba, fueron cinco días de permanencia en Salamina del Coronel Bolívar, gustoso de las aventuras vividas con la bella gala, sosteniendo vistas a escondidas, toda ella llena de encantos y alegrías la llamó  “La Madamita”, lejos de las miradas malintencionadas; acosado por la guerra itinerante el militar se despide de su tierna enamorada, que sin poder  detener el llanto le dice, “ no puedo vivir sin usted, yo era feliz sin conocerlo”; Bolívar continua la campaña  por el río, arriba a Tenerife donde  el hombre sexy y soñador se encuentra con la viajera fluvial, los varoniles brazos se aferran nuevamente al frágil cuerpo de “su madamita”, que  con tesón y esperanza lo siguió.

Ana Lenoit asistió a los actos fúnebres tributados al Libertador en Santa Marta en 1830, el resto de su vida convivió con él en el campo del recuerdo, y desde su refugio en Salamina así escribió ella: “Nadie lo ha amado tanto  y tan tiernamente como yo”… “Moría por atenderlo a él, a quien le rindo veneración como hombre providencial”.

 

 Inés en Boconó

En plena Campaña Admirable en junio de 1813 el Libertador estuvo la primera vez en Boconó, que impresionado por las bellezas naturales lo llamó “El Jardín de Venezuela”; se hospedó en la residencia del Alcalde don  José María Baptista, entre atenciones sociales  conoció a las hermanas Berbesí, se prendó de la bella y tímida Inés Berbesí; después volvió en diciembre de 1820 y la última vez en marzo de 1821; al despedirse definitivamente pidió ¡cuídenme a Inés! el héroe y galán quedó en el recuerdo de la bella y delicada boconesa.

 

        

Josefina en Caracas

Finalizada la Campaña Admirable el Libertador hace su entrada triunfal a Caracas el 6 de agosto de 1813, con todas las loas y ofrendas, nueve muchachas vestidas de blanco cual vestales orlan de laureles al triunfante militar, que posó la mirada en la beldad morena de cabellos negros, cargada de atractivos encantos corporales llamada Josefina Machado, conocida en el entorno familiar e íntimo como “la señorita Pepa”.

Josefina no provenía de la exclusiva sociedad mantuana colonial, hija de ricos criollos terratenientes de los valles de cacao del Tuy, prima hermana del General Carlos Soublette , el acercamiento del héroe con ella se dio sin ninguna dificultad, mantuvieron una larga relación de seis años entre 1813 y 1819 con los consabidos intervalos de ausencia, por lo que en el transcurso del precitado tiempo la caprichosa señorita Pepa, participó en algunos menesteres de orden político y cuando era llamada por el héroe allá llegaba ella; sacrificó su juventud y vida en ese azaroso devenir político militar, la proyección e imagen de Josefina Machado ante el grande hombre fue decayendo paulatinamente, siendo válido recordar éste notorio hecho:

En la expedición de los Cayos, Bolívar estuvo esperando sin descanso a Josefina durante seis días en la pequeña isla la Beata, situada entre Haití y Santo Domingo, cuando por fin llegó la dama al lugar convenido, junto a su madre y una hermana, él, molesto por la espera y ausencia, de inmediato subió a la goleta, donde permaneció con la amada ese día de llegada y la noche, volviendo al día siguiente al bergantín “La Popa”, nave principal para proseguir el viaje marítimo, destacando que el escuadrón Libertador, por ésta causa permaneció anclado con más de mil hombres a bordo; todo por las sensuales virtudes secretas de Josefina Machado.

 

Jeanne y Lydia en Haití

Su estancia en esa isla estuvo muy consentida por el inquieto cupido, no perdió tiempo  para sostener idilios fugaces con  Jeanne Bowvril, dama de origen inglés e hija del gobernador; y con Lidya Goncourt, atractiva mujer casada con el Coronel Juan Manuel Valdés.

  

Gertrudis e Isabel en Cartagena

Isabel Soublette Jerez

Corría el año 1815, el carismático militar vive cálidas noches furtivas en la costa cartagenera con la casada y hermosa mujer doña Gertrudis del Toro, cuando llegó el adiós, compungida y con el marido olvidado, le insistió para que se quedara a su lado… él siguió adelante tras la libertad y la gloria.

Isabel Soublette Jerez, vivía junto a su madre y hermana en el puerto de Cartagena, emigradas en 1814 huyendo del terror impuesto por José Tomás Boves; allí las encontró con fuertes limitaciones económicas y sin rumbo fijo, las acoge y protege, en ese reencuentro solidario, surge el  romance entre la mantuana emergente hermana del General Carlos Soublette Jerez y prima hermana de la rival Josefina Machado, con las que el  héroe debió haber ejercido un estratégico equilibrio amoroso  entre la rubia y la morena, por las seguras manifestaciones de  celos de la Machado.

 

Julia en Kingston

La dominicana Julia Cobier residente en Jamaica, conoció al Libertador en Kingston  en 1815, el héroe se hallaba en un exilio provisional, fue allí cuando escribió la célebre Carta de Jamaica, documento de altos quilates políticos sustentada en su visión  futurista.

La dama Cobier era conocida  como “Madame Julienne”, dueña de una buena fortuna, tiende sus manos de ayuda espiritual y económica al exiliado líder, haciéndose cargo la pertinaz madame del hombre abatido y desesperado para levantarle el ánimo, lo impulsa y protege durante casi ocho meses, con un amor de amparo casi que maternal, frente a la tristeza que en altibajos muchas veces se apoderaba de su mente.

El 9 de diciembre de 1815 por hallarse Bolívar en  los aposentos de madame Julienne jugando con Eros se salvó del puñal magnicida de su esclavo Pio, quien  sobornado para asesinarlo le asestó dos puñaladas mortales al oficial José Félix Amestoy Mayoral, a quien Bolívar le había facilitado para su descanso la hamaca en el cuarto de la posada; pasados nueve días del crimen, don Simón se despide para siempre de doña Julia  Cobier, se aleja de aquellas costas continuando tras la libertad y su gloria.

     

Asunción y Juana

En Margarita en 1816 íntima con la dama insular doña Asunción Jiménez.

En 1819 – 1820 cae en brazos de la tachirense  Juana Pastrana Salcedo quien fervorosamente lo acompaña en los bucólicos andes venezolanos,

   

     

Bernardina y Nicolasa en BOGOTA

Bernardina Ibáñez llamada por el Genio de América “Melindrosa y más que melindrosa bella Bernardina”, fue una de las veinte señoritas vestidas de blanco que en su entrada triunfal a Bogotá el 10 de agosto de 1819, en acto protocolar celebrado en la plaza mayor de la ciudad le ciñeron la corona de laurel y  prendieron en su pecho la recién creada Cruz de Boyacá, recamada en piedras preciosas.

Con la premura que lo caracterizó y los impulsos que lo animaron se prendó de la imponente bella jovencita de 17 años  Bernardina Ibáñez Arias, desde el baile oficial el caraqueño anduvo tras ella sin descanso, con sueños tiernos, sin miras imposibles, le ofreció el amor más puro, pero resulta que Bernardina, tenía los ojos puestos en el apuesto Coronel Ambrosio Plaza Obelmejias; Bolívar empecinado por la moza le envía una andanada de cartas, se vale del General Santander muy cercano a la familia Ibáñez, le escribe a éste sobre la melindrosa, (sic) “Dígale usted que yo también soy soltero y que gusto de ella más que Plaza, que nunca le he sido infiel” … todo aquello fue letra muerta; mueve al rival en comisión especial buscando alejarlo, estrategia también fallida; lamentablemente el Coronel de Bernardina cae en la batalla de Carabobo en 1821, la Ibáñez odia a Bolívar, que a su regreso de Venezuela el muy tenaz y obstinado  vuelve a la carga a cortejar a la beldad viuda sin casorio, recibiendo un profundo no con  total indiferencia; ante tal despecho para sacarse el clavo con los nervios acibarados se enreda de amores con la liberal hermana Nicolasa Ibáñez Arias, quien también estuvo en el séquito de las muchachas vestidas de blanco en la plaza mayor; con el resultado cierto que la “melindrosa y más que melindrosa bella Bernardina” le rompió el invicto en sus cruzadas amorosas.

 

Paulina. en Palmira

Corría  enero de 1822 el Libertador inicia su viaje al sur, permanece unos días en la ciudad colonial de Palmira, se hospeda en la casa de don Carlos Becerra y Cabal furibundo patriota, quien  ofrece agasajos y bailes en honor  al triunfador de Boyacá; en uno de los saraos el galán conoce a la delicada, esbelta y bella morena veinteañera Paulina García, que con sus atributos despuntó entre todas las doncellas presentes y entusiasmado el inquieto militar en sus querencias y reposos prefirió la casa de la palmireña, totalmente desprejuiciado se entregó a los brazos ardientes de la encantadora mujer para recibir los susurros de aquel amor fugaz.

 

Manuela. En Quito

Con su acción permanente en la redención del sur, el héroe con su ejército libertador hace su regia entrada a Quito entre vítores, gritos y aplausos el domingo 16 de junio de 1822, cuando una corona de laurel lanzada desde un balcón golpetea en su pecho, levanta la mirada y divisa a doña Manuela Sáenz Aizpuru de Thorne…. ¡Fue el encuentro  de Manuela y Simón para siempre!

Para ese presente la quiteña de 25, el  caraqueño de 39 años, se sumergen en el campo del amor y la pasión durante ocho años en una relación  inmortal; doña Manuela de mediana estatura, blanca, cuerpo bien proporcionado, ojos vivaces de magnética e irresistible mirada, labios sensuales, rostro ovalado, hermosos senos, cabello negro, hembra de carácter, celosa de acciones felinas y leal hasta la muerte.

En su andanada de cartas el héroe y apasionado varón le dice: (sic) “Cada momento estoy pensando en ti”;  “Si, te idolatro hoy más que nunca jamás”; “Quiero verte y reverte y tocarte y sentirte y saborearte y unirte a mí por todos los contactos”.

¡Manuela es su amada amante!, su secretaria, confidente, informante, enfermera, consejera, archivera le entrega en custodia sus íntimos papeles, dos veces salvadora del hombre amado y el hombre amado con amor, orgullo, gratitud y vanidad la llamó para  siempre  “Mi amable loca”, “La libertadora del Libertador”, al trascender con la diferencia de veintiséis años los amantes inmortales se encontraron en los  infinitos laberintos del silencio en la sagrada eternidad.

 

Joaquina. En Guayaquil

Desde julio de 1822 el Libertador está en Guayaquil, año azaroso que lo lleva a la célebre entrevista con el General argentino José de San Martín; su estancia de cincuenta y dos días la dividió entre la intensa actividad pública y su vida privada  invadida por otro delicioso amor que lleva el nombre de Joaquina Garaicoa y Llaguno de dieciséis años, aristocrática, el héroe rayando en los sensuales cuarenta ya con las sienes plateadas; desde la fiesta de gala que ofreció en honor al huésped San Martín  se dedicó a bailar toda la noche  con la bella Joaquina, que mimosa y complacida lo llamó “ el glorioso”, perdidamente enamorados se juntan en un idílico amor que perduró las dos veces que Bolívar visitó tierra ecuatoriana, se mantuvo firme con “la gloriosa” que así la llamó devolviendo el honor recibido de ella; nostálgico le escribe con inusual alabanza en un tributo eterno del Genio para Joaquina  (sic)“En mi recuerdo eres la gloriosa Simona Joaquina Trinidad y Bolívar”.

 

Otra Manuela. EN Perú

El grande hombre de la libertad hispanoamericana era enredador  en el campo del amor; al término que se instaba en la campaña militar de Ayacucho, en mayo de 1824 en el pueblo serrano de San Idelfonso de los andes peruanos, conoció a la serranita y hermosa mujer Manuela Madroño, por todos llamada Manuelita, cuando en el atrio del templo le correspondió hablar ante las máximas autoridades del lugar,  el pueblo allí reunido, Manuela junto a otras jóvenes le ofrendaron al héroe una corona de flores, donde el ambiente, la voz, el discurso, el magnetismo y regio porte  del General, impresionaron y cautivaron de forma inmediata a la muchacha de dieciocho años.

Simón la corteja y locos de amor durante seis meses, le ofrendaron a la Diosa Venus  pasiones y el embeleso que siempre cargó consigo, en aquel lugar y más allá de las alturas del campo de Junín, siguió cabalgando con el alma rebosada de gloria, dejó viva su imagen en el recuerdo de Manuela Madroño, que rechazó pretendientes y envejecida recibió el epíteto de “ la vieja de Bolívar”,  cuando era saludada con el calificativo toda airosa, plena de gusto,  vanidad y honor respondía “ Como cuando era la moza de Bolívar”.

 

Paula. EN Alto Perú

Bolívar emprende viaje hacia el Alto Perú, en Arequipa es homenajeado con banquetes y bailes, prolongando sus estancia durante veintisiete días y en la recepción ofrecida el 2 de junio de 1825, radiante con su gala militar entra al gran salón, clava su mirada penetrante en la figura de una mujer de porte agitanado, en la arequipeña Paula Prado quien en una misma onda de magnética emoción, le responde la mirada, atrapándose mutuamente.

De forma inmediata se suscitaron los hechos amatorios, ella ríe y baila con bellas expresiones, arrancando aplausos y continuadas risas, el héroe la contempla  entusiasmado, a partir de aquel momento casi que hechizado, comienzan las noches acompañado de la alegre, sensual, grácil Paula, allí cerca de esa musa que lo inspirara rompió las cadenas del servilismo en el Alto Perú y de un plumazo crea la República de Bolívar hoy Bolivia; el Héroe cruzó el rubicón y Paula Prado quedó allí pensativa, sensual enamorada del hombre grande que se elevó a la inmortalidad a fuerza de voluntad inquebrantable, talento, espadas y corazones.

 

Francisca. EN El Cuzco

Entra triunfal al Cuzco capital del Imperio Inca el 25 de junio de 1825, de seguidas íntima con Francisca Zubiaga Bernales, dama muy conocida y llamada “Doña Panchita” y “La Mariscala” por ser esposa del Mariscal Agustín Gamarra; relación que rápidamente cortó por el carácter frio y mandón de la doña mariscala.

 

Benedicta. EN La Paz 

Contemplando rebaños de llamas y alpacas, vicuñas y guanacos, recibido por los notables entra en La Paz el 18 de agosto de 1825, allí permanece hasta septiembre de 1826, distinguido con una corona de oro y diamantes, las llaves en oro macizo  de la ciudad con las que abrió los corazones de las muchachas que durante tres días convivieron en los bailes ofrecidos en su honor, el experimentado galán en el arte del baile las danzó, especialmente a Benedicta Nadal tímida y buena danzarina de valses y mazurcas, la encontró y sintió diferente entre todas las demás, Simón y Benedicta se ensartaron en ansiosos amores, frente a los tapujos ancestrales de la familia, ante ella y ante todos se autoproclamaba tu amante .

Se marchó, le escribe desde Lima y empeñoso de dijo: (sic) “Espérame a todo trance, si no eres una ingrata pérfida”… Ella toda suspirada sabía que era imposible el regreso del varón amado y aclamado, quedó viviendo  en el recuerdo de la Nadal.

 

Otra Joaquina. EN El Potosí

Bolívar entra a la argentada ciudad del Potosí el 5 de octubre con permanencia hasta el 4 de noviembre de 1825, estancia de treinta días cumpliendo con una profusa agenda en la sociedad potosina.

Subió a la cima el 26 de octubre, acción recogida por su Edecán  Daniel Florencio O’Leary en “Los Anales del Potosí” que indica: (sic)

Al llegar a la cima del cerro chico, le entregaron la llave de oro del Templo de la Victoria, expresamente confeccionada para aquel acto al estilo griego. La distinguida señora Joaquina Costas esposa del General Hilario de la Quintana coronó al Libertador con una corona de laurel de filigrana de oro tachonada de piedras preciosas, y varias damas potosinas que representaban a los países por él libertados; le entregaron guirnaldas de flores, recibiendo del héroe palabras de gratitud y cariño. Tomando atención especial él a la señora Costas, que sin que nadie lo apercibiera, le puso en guardia contra un grupo de personas que planificaban su muerte.”

El gran baile de gala fue realizado en la Casa Consisterial, donde el homenajeado héroe y galán, rápido se apersonó a sacar a bailar a doña María Joaquina Costas, que al calor de la música le susurró al oído ¡cuídese General tratan de asesinarlo cuando esté durmiendo  en la residencia donde está hospedado! de éste gesto sublime y arriesgado surge la gratitud, se potencia el gusto y la pasión.

Joaquina fue para el héroe como una aparición seráfica que lo coronó con oro, laurel y amor en las alturas del gran Potosí, con ella celebró su santo en el día de San Simón, se quitó el bigote y de paso cumplió su palabra, cuando al comienzo de su carrera en la patria natal prometió a sus hombres llevar las armas triunfantes hasta la cima del gran Potosí; sus seguidores lo entendieron como un exceso de imaginación, los adversarios como una fanfarronada por imposible de lograr… el hombre grande escaló el Potosí, fue el primero en llegar, llevó las armas triunfantes, desde la cima contempló al mundo por elegido de la Providencia.

Dos años después en  1828 sobre sus vivencias  en la ciudad de plata del Potosí, en una de sus diarias conversaciones con Luis Perú de Lacroix, le dijo: (sic)

“No soy estéril y tengo pruebas de lo contrario. El Potosí tiene para mi tres recuerdos, allí me quité el bigote, allí use vestido de baile  y allí tuve un hijo”.

 

        Jeannette. EN El Callao. Lima

La campaña de los andes del Perú debilitó al Libertador, a partir de ese tiempo comenzó su caída física, mostrando una vejez prematura, se hizo lento en el trajinar, el cansancio era manifiesto, descansaba  más de lo acostumbrado; pero en sus ejecutorias políticas se mantuvo intacto.

En 1826 está en Lima, aparece ante su ya desgarbada figura la hermosa  norteamericana Jeannette Hart Mac Curdy, mujer de carácter,  culta, ejecutante del piano y recitadora de poemas, amante de ritmos y bailes de moda, una atracción de resaltantes modales a sus treinta años; el héroe sin pérdida de tiempo se inicia a admirarla, cortejarla con obsequio de flores, ella afectuosa vence la timidez ante el deseado y famoso varón, él para ayudarla en el recato ante los convencionalismos, le concede entrevistas con ribetes íntimos, desde el mismo día en que casualmente se conocieron en la rada del puerto de El Callao en el 4 de julio hasta septiembre del precitado año, tiempo en que regresó a Colombia.

Sirva la ocasión para mostrar el episodio sucedido en la residencia oficial “La Magdalena”, protagonizado por la celosa doña Manuela Sáenz, el irresistible galán y la recién ennoviada Jeannette Hart; el hecho fue extraído del diario de la propia Jeannette, lo que permite la credibilidad de la versión…

El Libertador le concede entrevista en la residencia oficial, se hace presente, se anuncia y es llevada a un salón, de inmediato aparece el General Bolívar, inician  el dialogo, dándole ella las impresiones de su viaje a  Chile; la entrevistadora destaca el notorio nerviosismo del héroe, causándole gran extrañeza por la seguridad de éste;  cuando de pronto se aparece una atractiva y decidida mujer, que rabiosa y con voz alta  dijo: “váyase y no regrese si aprecia su vida”, Bolívar intervino le pidió con firmeza calma y se retirara del salón, ella manoteó y más gritó diciendo: “ Esta es mi casa y de mi Simón y no permito que ninguna mujer entre aquí”; nuevamente le volvió a pedir que se retirara, salió cual tromba, continuaron con el diálogo; pero doña Manuela no se había retirado, estaba a la saga para observar, cuando intempestivamente en un arrebato de celos armada con un estilete se lanza, Bolívar empuja a la Hart, con su destreza detuvo el brazo de su amada enardecida, el estilete cayó al suelo.

El difícil momento le permitió saber a la improvisada periodista que su noviazgo con el Libertador no era posible… Llega la despedida el galán le  entrega  uno de sus retratos en miniatura que le permitió sustentar en sus recuerdos la imagen del varón enamorado, arrebatado, seductor; y para los críticos pacatos del otrora, del ahora y de siempre, sobre el sublime, inmenso e intenso sentimiento el Genio de América afirmó (sic) “El amor es un delicioso tormento”.

 

 


Bibliografía

 

RJCS.

 

BOLIVAR EL GALÁN IMPERTÉRRITO CON ILUSTRACION

 

 


 

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