Boconó se convirtió en el eje cultural de la entidad. Los periódicos de entonces revelan el dinámico contacto entre pobladores de los distintos espacios trujillanos a pesar de que no había carreteras formales ni medios de comunicación que no fuesen el camino de recuas que tramontaba los páramos, y un incipiente correo. La agricultura florecía. Las fincas de pantomar incluían los productos de exportación (café, algodón, trigo, maíz) y las de pancomer (frutos menores: tubérculos y granos). Igualmente las pequeñas industrias y múltiples oficios habilitaban a los residentes para enfrentar cualquier emergencia que se presentara. En pleno siglo XIX, la denominación político administrativa de Boconó cambió según las reglas de juego de cada gobierno nacional. Fue cantón en 1841, departamento en 1864 y distrito desde 1884.
Boconó llegó a ser considerado el granero de los andes. El año de 1910 quien entonces fuera cura párroco de esta localidad padre Juan de Dios Trejo, rindió ante el Obispo de la Diócesis de entonces, un informe que describe la opulencia de nuestros campos: 15 mil sacos de café, de 5 a 7 mil fanegas (la fanega 43.25 Kg) de maíz, 5 mil quintales de arvejas, mil quintales de caraotas, 80 mil quintales de garbanzos, 8 mil quintales de plátanos, primer productor de trigo: diez mil quintales, 34 mil cargas (la carga eran 2 quintales) de panela , 85.706 plantas de henequén con las cuales se elaboraban 60 mil sacos de fique… Y puntualiza: los objetos que se manufacturan, el número de cultivadores y el de pequeños telares es de tal consideración y están diseminados tan extensamente que no es posible fijar con exactitud lo que a cada uno corresponde.
En las décadas iniciales del siglo XX, el estado Trujillo ocupó el segundo lugar en población residente del país y sobrepasó el de los estados Mérida y Táchira. A partir del segundo quinquenio del siglo 20, la situación cambió. El café, que era el más preciado producto de exportación nacional, fue desplazado por el petróleo. Ello significó un impacto trascendental en la economía del país. La región centro norte costera se convirtió en el eje promotor y receptor de los recursos derivados del petróleo. La peonada que atendía las fincas y cuya retribución económica era escasa, vibró y respondió masivamente al señuelo de esa región con la atracción de sueldos y salarios más elevados, ofertas de trabajo más auspiciosas y mejoras en la calidad de vida (educación, vivienda, servicios). Nuestros campesinos, que eran a la vez agricultores, carpinteros, albañiles, herreros, panaderos, cuyos padres, agricultores a integridad, les formaron como personas autosuficientes en múltiples oficios no dudaron en agarrar sus bártulos y salir en estampida. Dejaban atrás la medianería, el ínfimo salario, la escasez de servicios, el desproporcionado status socioeconómico representado en fincas de pantomar y pancomer, pagos a destajo, medianería, hipotecas, y por si fuera poco, problemática de la salud afectada por crueles enfermedades y exponente de tragedias individuales como el bocio, la tuberculosis, la lepra, el alto índice de mortalidad infantil, la ausencia de espacios asistenciales. Por supuesto, desolados los campos, los grandes propietarios igualmente se vieron en la necesidad de vender sus fincas y emigraron también: se llevaron consigo a sus familias completas. Vendieron las casas del pueblo y del campo; algunos de ellos no volvieron a mirar atrás.
Fue la época de la diáspora, del éxodo, de la migración de miles de coterráneos, etapa dura que vivió el municipio y cuyas consecuencias vivimos y padecimos quienes nos quedamos aquí. Quienes, amantes de esta tierra, cobijada por un cielo azul y escoltada por poderosas montañas, decidimos recomenzar y extraer del momento inevitable, la fuerza telúrica que nos permitiera seguir adelante con ahínco, empuje y alegría.
A partir de la década de 1950, se construyó la carretera Boconó-Flor de Patria, el Grupo Escolar Máximo Saavedra, el stadium que lleva el nombre del profesor José Antonio Maldonado, insigne educador y deportista, y se ejecutó con éxito la celebración del cuatricentenario de Boconó que dio motivo, a su vez, para la construcción de diversas obras de infraestructura como la Av. Cuatricentenario, el Aeropuerto Rómulo Gallegos, el acueducto y la vía hacia Las Lomas, la Escuela Granja Dr. Eusebio Baptista, la apertura de vía carretera al Guaramacal, la sede actual del Liceo Juan Bautista Dalla Costa, Casa Hogar San José, el Cuerpo de Bomberos, entre otras que surgieron producto del entusiasmo y empuje de muchos boconeses y recibieron el apoyo de los gobiernos respectivos. Cabe destacar de entre muchos que ya no están con nosotros, dos personajes emblemáticos que dieron lustre al cuatricentenario, el Pbro. Nicolás Espinoza, cura párroco de San Alejo y coordinador y dinamizador de la junta pro-celebración, incansable luchador social, y el Dr. José María Baptista Arriaga, quien por su labor de investigación minuciosa de la historia boconesa recogida en artículos y en dos libros, fue nombrado primer cronista oficial de Boconó.
Continuó expandiéndose la ciudad. En la década de los años 70, después de la adquisición de las grandes extensiones de terrenos del Barzalito por parte del gobierno nacional a la sucesión Clavo Carrillo, se impulsó un desarrollo sobresaliente en estos espacios con la construcción de la nueva sede del Hospital Rafael Rangel, el Parque Recreacional, las avenidas José María Baptista, Rotaria y Rafael María Hernández, el terminal de pasajeros, urbanizaciones, que dieron categoría de urbe a Boconó. A partir del actual siglo entre las obras construidas se cuentan viviendas como las comunas Luis Cabezas y Fabricio Ojeda, remodelación parcial del Hospital Rafael Rangel, prolongación de las calles Vargas y Colón, y construcción del parque de biosalud y plazoleta José Gregorio Hernández, la adquisición de dos inmuebles para sede del Registro Civil y vialidad de la Loma Isleta.
Numerosos han sido los elogiosos epítetos expresados por científicos y visitantes que han merecido el entorno ambiental de nuestro municipio. Valles, colinas, cursos de agua, bosques, fauna, todo ello provisto por la madre naturaleza con extrema generosidad. La situación geográfica le brinda, igualmente, un clima privilegiado, vientos alisios la acompañan y lluvias frecuentes aseguran fertilidad y abundancia. Tiene un Parque Nacional Guaramacal (General Cruz Carrillo, 23.000 has), Monumento Natural Teta de Niquitao-Pico Güirigay (4.006 mts. de altitud), Parque Nacional Dinira y Parque Nacional Ramal de Calderas Dr. José Gregorio Hernández, además de ser todo su territorio calificado como ABRAE (Zona Protectora).
La cuenca del río Boconó abarca casi todo su territorio. Sus aguas alimentan el embalse de Peña Larga cuyas funciones son, además de recreativas, proveer electricidad y riego a vastas superficies de los estados Barinas y Portuguesa. Se recuerdan, como tragedias, pero también como momentos de gran solidaridad y organización ciudadana, las inundaciones de 1951, 1981 y 1990, que permitieron reconocer sobre la necesidad de un urgente plan de contingencia ambiental, demostrado también por lo sucedido el año pasado en la antigua urbanización Coromoto, en la Vega Arriba, y en el peligro inminente que representa la cárcava del Alto de San Antonio, que nos da idea de cuánto hemos impactado negativamente nuestro relieve. Por esa circunstancia, un grupo de expertos se reunieron en el Centro de Ecología en agosto del año pasado y dieron a conocer un pronunciamiento en el que se esbozaron diversas propuestas para el mejoramiento y/o solución de esos problemas urgentes que ameritan un decidido compromiso y un plan de acción por parte de los entes gubernamentales.
¿Ha sido nuestra conducta cónsona con el agradecimiento al Creador que deberíamos tener, todos a una, con este paisaje que nos rodea? Veamos. El paisaje que deslumbró al Libertador Simón Bolívar en su primera visita a Boconó el año 1813, el paisaje que cantó con elocuencia y ternura el gran poeta boconés Eusebio Baptista, el paisaje, en fin, cantado por poetas y eruditos científicos, ha sufrido mengua. Ha prevalecido la indiferencia, la ignorancia orgullosa, el menosprecio… no bastan los elogios dichos “de la boca para afuera” para salvaguardar lo que aún nos queda. Se precisa humildad para reconocer que somos ignorantes ante este prodigio de la naturaleza que es nuestro entorno paisajístico.
Aquel conocimiento ancestral de los antiguos pobladores que conocían y apreciaban hierbas, arbustos, árboles, conocían sus nombres, sus cualidades, sus etapas de floración o rendimiento, que cuidaban con esmero para asegurar su supervivencia ha sufrido menoscabo cada vez más creciente. Aquel escenario idílico se fue transformando. La causa es atribuible a avatares del destino que la afectaron en grado sumo, pero la raíz del agotamiento de la fecundidad y deterioro general de la agricultura se afinca en primer término en los cambios de conducta, radicales, extremos, que inducidos por tecnologías foráneas, e incentivos evidentes de prósperas cosechas, quedó en el pasado y los campos quedaron solos, huérfanos de atención, minusválidos y aún peor, arrasados cada año por las quemas e incendios de vegetación. Aquella opulencia, aquel prestigio… podríamos decir con el poeta Jorge Manrique… ¿Qué se hicieron?