Bicentenario de Valera: Prohibido olvidar a Ricardo “Cano” Salas

En 1970 con motivo de los 150 años de la “Ciudad de las 7 Colinas”, recibió la Orden Ciudad de Valera, siendo el primer deportista en recibirla. El 6 de enero del 2005 la Alcaldía de ese entonces lo homenajeó en lo que fue su última aparición pública. El valerano premiado como “Atleta del siglo 20” por Diario de Los Andes, merece un reconocimiento post morten este 15 de febrero

 Ricardo Salas (d) marcó un antes y un después en la Orden Ciudad de Valera

DLA.-Con un nutrido grupo de atletas, entrenadores, dirigentes y comunicadores que marcaron épocas importantes para Valera, unos con mucha más gloria que otros, el deporte logró su lugarcito en la celebración de los 200 años de la llamada “Ciudad de las Siete Colinas”.

Pero desde estas líneas es necesario decir que no es justo olvidarse de Ricardo Antonio “Cano” Salas, más allá que su gesta en el boxeo mundial data ya de más de seis décadas. Lo de los reconocimientos en vida es uno de los honores más satisfactorios, no solo para los protagonistas de las hazañas, pero irse al otro extremo y dejar a un lado a los que partieron físicamente a pesar de dejar una huella indeleble, no sería justo, ni el mejor ejemplo para todos esos jóvenes que hoy en día intentan hacer carrera deportiva con todas las vicisitudes de la actual situación país.

CIFRA

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Años se cumplirán el 9 de agosto, desde que Ricardo Salas se tituló campeón mundial “Cinturón de Diamantes”

 

Además, las grandes personalidades dejan familias que merecen respeto y que siempre estarán pendientes de recontar la historia para mantener vivo el legado. A la memorable hazaña del gran Vicente Laguna en el ciclismo nacional, se le califica de “hombrada”, y claro que así fue lo hecho por “El Águila”.

Sin ánimos de caer en machismo, debido al respeto que merece el también glorioso deporte femenino. Hay que decir que la manera como “Cano” Salas encaró y ganó aquel Campeonato “Cinturón de Diamantes”, sin duda que también fue una “gesta de hombres”.

El oriundo del sector El Bolo prácticamente veía con solo un ojo cuando peleó hasta el final en México. Una historia al mejor estilo de aquella famosa película escrita y protagonizada por Sylvester Stallone.

Es que en esa pega decisiva ante el local Ray Barceló, el parte médico no debió permitirle seguir, pero quién detiene a un joven de 22 años decidido a hacer historia.

El excelso periodista Fernando Bravo en su libro “Corazón de Diamante”, comparó el logro de los cinco títulos conseguidos por el seleccionado nacional en el Segundo Campeonato Mundial de Boxeo “Cinturón de Diamante” México 1958, con lo logrado en 1941 por los llamados héroes del béisbol venezolano.

Aparte se trata del único campeón mundial de boxeo que hasta ahora dio el estado Trujillo. Hay que revivir esos tiempos y entender lo que significó esta disciplina en el nivel amateur. El pedigrí que daba ser parte de una selección nacional de este deporte que en Venezuela tuvo gran auge.

Esta generación hizo algo soñado, con cinco de sus seis atletas, logró ser el país con más títulos en esa cita mundialista, por encima de potencias boxísticas como Estados Unidos, Cuba, Japón, República Dominicana y la anfitriona México. Y un chico de Valera, el “Cano” Salas, fue parte de esa hazaña.

Un boxeador de clase

Es menester describirlo, sobre todo para los más jóvenes. Salas fue un boxeador de altos quilates, un estilista puro, al que llaman “esgrimista” en el argot del “deporte de las narices chatas”.

No buscaba un solo golpe para ganar, por el contrario, al estilo “pega y huye” dominaba con mucha inteligencia a sus  contrincantes. Sugar “Ray” Leonard o en la época más reciente Floyd Mayweather, son paradigmas de este tipo de peleador para que se hagan una idea.

Pero claro, con las reglas que siempre diferencian al boxeo profesional del amateur. Así que un ejemplo criollo actual y activo, podría ser el medallista olímpico Yoel Finol, más allá de la evolución deportiva. Aunque Salas sin mucho poder noqueador, siempre fue más exacto compararlo con aquel boxeador olímpico de los 90, David Grimán.

 

Un guerrero del ring

Pero claro, eran otros tiempos, el coraje que había que tener para dedicarse al pugilismo en otrora, era de otro nivel. El “Cano” entregó todo, su físico, su visión y hasta su carrera, porque la lesión ocular le impidió seguir en tan duro deporte.

Se sacrificó por la gloria, siendo tan solo un muchacho. Claro, desde niño le tocó fajarse con la vida, ese cuadrilátero mucho más grande y aún más complicado que el de La Arena Coliseo de Ciudad de México.

Salas con trabajo arduo encaró siempre a la pobreza, después vencer su fobia a los aviones cuando le tocó salir al extranjero o el miedo escénico que como criollo provinciano sintió por momentos en uno de los recintos deportivos más importantes de una de las ciudades más grandes del mundo, pues fueron solo pequeñeces.

Además ganarse un lugar en la selección no fue fácil. Tuvo que derrotar hasta dos veces a los mejores ranqueados del país y hasta sortear decisiones contrarias sospechosas para que el argentino Pedro Cuggia (entrenador de la selección) lo tomara en cuenta.

Reto fue enfrentar con todo y sus limitaciones físicas-visuales, a los favoritos o influyentes de la contienda mundialista. Para nadie es un secreto que en el boxeo, las influencias generalmente cuentan y una de ellas es la localía. De eso se valieron durante todo el torneo los mexicanos.

De hecho la principal víctima de esto fue Armando Blanco, el único de los púgiles criollos que no pudo lograr ganar en su respectiva división. El campeón valerano primero le dio un repaso al estadounidense Charles Brach y luego al australiano John Taylor, el campeón olímpico de la categoría.

Ambas decisiones fueron inobjetables, pero el último escollo, el local Barceló, parecía tener las de ganar por las condiciones en que llegó Salas. Al menos una disputa fuera del ring logró que para la final no se utilizaran jueces locales.

“El me pegaba un golpe y yo le pegaba cinco”, es una de las palabras que más se le recuerda al “Cano”. Pero “el manito” era un pegador y aprovechando la herida en el rostro del trujillano, le dio problemas hasta el último minuto. Finalmente el peso gallo Salas inscribió su nombre en la hazaña del equipo encabezado por Carlos “Morocho” Hernández (pluma), completado por Felix Liendo (ligero), Enrique Tovar (welter) y Fidel Odremán (mediano).

Su esposa María, junto a sus hijos Alicia y Javier, esperan el justo reconocimiento

Cinturón de Diamantes inolvidable

Uno de los cinco “Cinturones de Diamantes” equivalentes a títulos mundiales fue el que se puso Ricardo Salas. Algo que la mayoría de los estudiantes o jóvenes deportistas trujillanos ni siquiera sospechan cuando les toca utilizar el gimnasio que lleva su nombre, precisamente el más longevo e histórico del complejo deportivo “Luis Loreto Lira”.

DATO

Ricardo “Cano” Salas nació el 3 de abril de 1936 y falleció el 28 enero del 2005. Su hermano Eloy “Huesito” Salas también fue una gloria del boxeo trujillano pero en el peso pluma

Los que sí lo tienen claro y siempre intentan recordarlo son los integrantes de la familia Salas. Su esposa María Auxiliadora Avendaño y madre de seis de sus hijos, aún vive y lo recuerda con admiración. “Cano” Salas procreó un total de ocho hijos. Alicia y Javier Salas, son quienes siempre están en ese empeño de recordar lo grande que fue su padre y por eso se muestran eternamente agradecidos con Diario de Los Andes.  La señora Alicia actualmente emprende con un local de diversiones en su honor, denominado “El Rincón del Campeón”. Todos sueñan con que algún día este ídolo del deporte trujillano sea exaltado al Salón de la Fama del Deporte venezolano. En 1990 se quedó a tan solo un voto de los 100 que necesitaba para ingresar. En el centro del país o en los estadoa más boxísticos aún se le recuerda, así que prohibido olvidarlo en su tierra. Hay que decirlo.

 

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