Barberos de Antier | Por: Alfredo Matheus

“Proto” (QEPD) el gran Barbero de la comarca

 

Dos mil años antes de Cristo, ya existían los abnegados barberos dispuestos a arreglar patillas, barbas, y cortar pelos de la cabeza a reyes y altos jerarcas de los gobiernos. Cuenta la historia, que fue en Egipto, donde nació uno de los oficios más viejos que conoce la humanidad.

Para realizar su paciente labor utilizaban piedras afiladas o conchas de ostras…Hace 500 años, aparte de afeitar, los barberos se “redondeaban” la entrada de dinero con la extracción de muelas y pequeñas operaciones quirúrgicas.

 

 

El barbero “buche de agua”

“Ese tipo es más peligroso que barbero con hipo”, este refrán, se extendió a todo el país en aquella Venezuela de antier, para señalar a una persona que era de “corazón duro” o notable comportamiento indigno en la comunidad.

En el momento, en que el trabajador de barbería estaba haciendo su meticuloso trabajo, arreglando la frondosa barba, si, de repente le daba hipo, el cliente vivía el gran susto de su vida, pensando que al barbero se le podía ir la hojilla para otro lado y causar una peligrosa herida.

 

En la Valera de ayer

El señor Rivas “buche de agua,” se hizo muy popular por calles de la comarca, minutos antes de dar inicio a la faena, se daba a la tarea de afilar la hojilla sobre un cuero de vaca, se tomaba su dosis de miche zanjonero que lo inspiraba a hacer un buen corte de vaquero, tan de moda en aquella Valera que se fue.

Al no tener el aparato para rociar agua en la cabeza del parroquiano, ¡zúas! le lanzaba un “buche de agua”, el individuo que se estaba afeitando, no decía “ni pio”, porque el barbero solo cobraba un bolívar, mientras otros peluqueros, “bajaban de la mula” a los clientes, con dos y tres bolívares.

El vainero se formaba en casa, cuando, llegaba uno que otro valerano, con la cabeza olorosa a miche claro, la esposa no se aguantaba para gritarle en la cara; “bandido, son las 12 del mediodía y ya estas tomando licor, esa vaina te va a matar”…

 

El barbero Proto…

Convirtió su barbería en la calle 14, en lugar de encuentro de los valeranos.  Aquello se la pasaba “full”. Algunos iban a leer el periódico “gratiñán”; otros, a informarse de los últimos acontecimientos de la ciudad, no faltaban los que casi se agarraban a trompadas al tocar el tema de la política.

“Proto” tenía una memoria admirable, conocía el último rincón de la ciudad.  En la barbería, nos informábamos del político que hasta ayer no tenía donde “caer muerto”, y hoy, estaba “buchón”, con dinero robado al erario público.

Al hombre de pueblo que no tenía para pagar una buena afeitada, “Proto” no le cobraba, lo atendía como a otro cliente más, fue así como se ganó una gran popularidad en la ciudad.

En una oportunidad, me narró, la siguiente anécdota: “Estaba barriendo la peluquería después de una larga faena, me llama la atención un extraño paquete que estaba encima de revistas y periódicos, como estaba cansado, no le hice mayor caso, agarré el paquete y lo guardé”.

– “Un día después, llega al negocio, un conocido comerciante con cara de mucha preocupación y dice: “Amigo Proto, por casualidad de la vida, ¿aquí se me quedaría un paquete?  Le señalé una bolsa, el cliente la toma, había una gran “bola de dinero”, se da a la tarea de contarlo; total, 30 millones de bolívares, todo el dinero del mundo para la época”…

“El fulano comerciante, se despide. No fue capaz de dejar 50 Bs, en agradecimiento por haber encontrado aquella fortuna, 50 Bs, costaba un corte de pelo en esos tiempos. El tipo era “más agarrado que viejita montada en moto”.

 

Hombre de flux y corbata

En la librería del Ateneo de Valera, se presenta un caballero elegantemente vestido, toma un libro en sus manos, Pedro, el administrador de la estantería, le manifiesta: “Señor, ese libro es del poeta Ramón Palomares”.

El personaje, algo contrariado, regresa el libro al lugar de donde lo agarró. Con cierto nerviosismo, dice: “Disculpe, no sabía que el libro tenía dueño”.

 

Fiesta de angelitos

En aquella Valera humilde y sencilla, al momento de morir un niño que no había cumplido un año de nacido, no existía el lloro, ni ayayay, existían dos días de festivo velorio, se destacaba la música de violín, cuatro y maracas. EL recio canto de juglares y poetas ponían la nota alegre. Los vecinos degustaban el sabroso hervido de gallina negra, mientras, un alma piadosa le recordaba a la afligida madre; “tranquila, ese niño tiene el cielo ganado”.

 

Ladrones no había

El único que podía portar armas de fuego, el prefecto coronel Matheus.  En 1942, recorría las calles de piedra y tierra, con tremendo revolver 48 a la cintura. El que se “pasaba de maraca”, recibía su buen “tatequieto” de tres excelentes policías; “Alma grande”, “el cuchi, cuchi”, “el catire Linares” y “el flaco Balza”

Existía el policía escolar. Si un muchacho no se presentaba en clase, se le notificaba al “Catire Linares”, este se dirigía al río Motatán, cerca del puente hacia Carvajal, allí encontraba al mozalbete refrescándose en las frías aguas, lo agarraba por una oreja y lo traía a la escuela, inmediatamente la familia era notificada de la conducta del estudiante…

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