En estos días en que tanto se vocea y defiende una supuesta revolución que ha aumentado el hambre, la miseria, la corrupción, la inflación, la especulación y escasez, y ha destruido el aparato productivo y la convivencia ciudadana, quiero aportar algunas ideas sobre la revolución de Jesús. Porque, sin duda, Jesús fue el mayor revolucionario de la historia, que vino a plantearnos la más profunda de todas las revoluciones: la revolución del corazón. Se trata de cambiar el corazón egoísta, violento, prepotente, por un corazón generoso, sencillo, lleno de mansedumbre y de misericordia.
Corazón como el suyo, que nunca utilizó el poder en su propio beneficio, dispuesto siempre a que la única sangre que corriera fuera la suya, y que murió perdonando a los que lo crucificaban y se mofaban de sus sufrimientos. La gran pasión de Jesús, a la que entregó su vida y por la que murió, fue la construcción del Reino, una sociedad fraternal, donde los olvidados de siempre serían los primeros.
Como hemos podido comprobar dolorosamente, sirve de muy poco intentar cambiar las estructuras políticas, económicas y sociales, si no cambiamos los corazones. La lucha por la paz y la justicia debe comenzar en el corazón de cada persona. No seremos capaces de romper las cadenas externas de la injusticia, la violencia, la miseria, si no somos capaces de romper las cadenas internas del egoísmo, el desprecio, la soberbia, que atenazan los corazones. Sin cambio de valores no hay revolución genuina y todo queda en mera retórica hueca que trata de ocultar las nuevas formas de explotación y opresión. Toda auténtica revolución es siempre una revolución moral. Toda supuesta revolución está destinada al fracaso si no se sustenta sobre conductas éticas, y termina agudizando los problemas que pretendía remediar y profundizando los antivalores que decía combatir. Y no hay nada más inmoral que utilizar un lenguaje moralizante para tapar conductas inmorales.
Frente a la terrible crisis de valores que vivimos y la retórica moralizante que no se sustenta en hechos, Jesús nos propone un rearme moral, un cambio radical de valores: el egoísmo debe ser sustituido por la solidaridad; la violencia por la mansedumbre; la mentira por la sinceridad; el afán de dominar por el servicio; el consumismo por la austeridad; el deseo de venganza por el perdón; la exclusión por la inclusión de todos. No derrotaremos la corrupción, que corroe las entrañas de la sociedad, con corazones apegados a la riqueza y el tener; no construiremos participación y democracia, con corazones ávidos de poder; no estableceremos un mundo fraternal con corazones llenos de odio y de violencia.
Por ello, en estos tiempos donde impera la retórica y la palabrería hueca, donde muchos dirigentes niegan con su vida lo que proponen en sus discursos, cada vez me apasiona más la coherencia de Jesús. Él vivió siempre todo lo que proponía y su vida fue su principal enseñanza: Si en las Bienaventuranzas nos ofreció su propuesta de felicidad es porque Él las vivió todas. Fue pobre, humilde, misericordioso, limpio de corazón; tuvo verdadera hambre y sed de justicia, trabajó intensamente por la paz verdadera y hasta fue asesinado por ello.