“Moral y Luces son nuestras primeras necesidades”, clamó Bolívar en Angostura; y para la reconstrucción de Venezuela y superar de una vez la cultura del egoísmo, la incapacidad, la ambición y la violencia, vamos a necesitar mucha moral y mucha educación de calidad. Por ello, cuando estamos celebrando los 200 años del discurso de Bolívar en Angostura, Moral y Luces siguen siendo nuestras primeras y más urgentes necesidades.
Resulta verdaderamente vergonzoso comprobar que, después de 20 años de una supuesta revolución moral, que iba a sepultar la corrupción, aparecemos como uno de los países más corruptos del mundo. La política se ha divorciado de la ética y la corrupción se ha instalado en Venezuela como una forma de vida. El acceso al poder se ha entendido como acceso al botín, y los que nos gobiernan utilizan los bienes públicos a su antojo, como si fueran propios. De ahí que ya no causa extrañeza escuchar cómo a exministros y gobernantes se les acusa de robos multimillonarios y de llevar una vida de epulones, sin importarles la miseria de las mayorías a quienes la mera sobrevivencia resulta una tragedia cada día más angustiante. Lo peor del caso es que ese ejemplo de los poderosos ha permeado las conductas de muchos que viven de espaldas a la ley y de los más elementales principios de la ética y la convivencia. Por ejemplo, resulta vergonzoso comprobar, ante la nueva crisis de la gasolina, cómo bomberos, militares y policías, negocian en dólares abiertamente los cupos.
La gente se pregunta sorprendida por qué muchos militares mantienen una posición tan pasiva ante el caos que estamos viviendo. ¿No será porque son ellos los que más se benefician y lucran de la situación? En Venezuela impera hoy la anarquía y se va imponiendo el “sálvese quien pueda”. Por ello, más difícil que reconstruir la economía, va a ser reconstruir la moral. Y sin ella, nunca tendremos un país digno y próspero.
Espero que de la terrible crisis que sufrimos, hayamos aprendido al menos a desoír los cantos de sirena de populistas, seudomesías y sinvergüenzas, que niegan con sus actos lo que proclaman en sus discursos y que su amor a los pobres ha resultado tan eficaz que nos ha convertido a todos (menos a ellos, los suyos y los corruptos) en pobres.
Por ello, para reconstruir a Venezuela y sepultar de una vez el pasado, necesitamos políticos bien capacitados y de solvencia ética, humildes y austeros, muy cercanos al pueblo, capaces de anteponer el bien de Venezuela a sus ansias de figurar o de poder. Resulta verdaderamente escandaloso comprobar que el gobierno está fundamentalmente mantenido por los militares y por la incapacidad de la oposición de gestar una verdadera unión.
La reconstrucción de Venezuela va a exigir también de una educación de calidad para todos, lo cual va a suponer otro enorme esfuerzo pues hoy la educación está completamente destruida. Necesitamos una educación que forme auténticas personas y ciudadanos productivos y solidarios, con capacidad de insertarse activamente en el mundo del trabajo y de la producción, y realmente comprometidos con el bien común. Educación que ayude a cada uno a conocerse, quererse y emprender el camino de su propia realización con los demás, no contra los demás. Educación que despierte el gusto por aprender, por superarse permanentemente, que fomente la creatividad, la libertad, el servicio y la solidaridad. Educación que enseñe a vivir, a convivir, a defender y dar la vida.