El 18 de julio de 1985, hace 34 años, el P. José María Vélaz, fundador de Fe y Alegría, emprendía su viaje definitivo a los brazos del Padre en el cielo. Durante toda su vida, el P. Vélaz fue un soñador, un constructor de sueños y un sembrador de sueños. Fe y Alegría fue su sueño más importante que lo sembró en el corazón de muchas personas generosas y ha llevado sus banderas educativas de esperanza y amor a los rincones más apartados y necesitados de Venezuela, América, África y pronto de Asia.
Fe y Alegría nació el 5 de marzo de 1955 en un rancho cedido por sus dueños, Abrahán Reyes y su esposa Patricia, en lo que hoy es el 23 de enero de Caracas. Cien alumnos sentados sobre el piso, pues no tenían ni pupitres, ni sillas o mesas, fueron sus primeros alumnos. Dos muchachas del barrio que sólo tenían quince años y el sexto grado de primaria, las primeras maestras. Hoy, Fe y Alegría es un Movimiento de Educación Popular y Promoción Social presente en 23 países, y con más de millón y medio de alumnos.
Desde los inicios, el Padre José María Vélaz optó por la educación por considerarla el medio más idóneo para combatir la exclusión, la violencia y la miseria, y hacer de las personas sujetos dignos, productivos, fraternales. Pero tenía que ser una educación de calidad, pues no se podía aceptar que la educación de los pobres fuera una pobre educación. Si la educación no es de calidad para todos, en vez de contribuir a democratizar la sociedad, contribuye a agigantar las diferencias: buena educación para los que cuentan con recursos y pobre educación para los pobres y excluidos. .
Hombre siempre en búsqueda, apóstol incansable de la educación popular, el Padre José María Vélaz, nunca se contentaba con los logros alcanzados. Pronto descubrió el inmenso potencial de los medios de comunicación y soñó una red de emisoras educativas que llevaran educación a las zonas más apartadas del país y del continente, y fueran voz del pueblo sin voz. Luego, temiendo que Fe y Alegría se contentara con una serie de escuelas tradicionales, desgajadas del mundo del trabajo y de la producción, cultivó el sueño de impulsar la educación técnica y productiva que culminara en buenos institutos universitarios, donde los muchachos y muchachas aprendieran a trabajar, a valorar el trabajo y al trabajador, y salieran bien capacitados y con un corazón bien fogueado para el emprendimiento y el servicio.
Una vez que consideró que el proyecto de la educación técnica y productiva estaba consolidándose, sus sueños indomables lo empujaron llano adentro y se estableció a orillas del río Masparro, en el corazón de Barinas, a soñar toda una red de escuelas agropecuarias y forestales, que rescataran de la miseria a los campesinos e indígenas, los más pobres entre los pobres. Tenía ya 75 años, varios infartos encima, una operación a corazón abierto, y la recomendación de los médicos de que volviera a operarse pues tenía las venas tapadas. Vivió sus últimos años en un cuartucho entre herramientas y sacos de cemento, alejado de todo rastro de civilización, pues no tenía electricidad y el teléfono más cercano quedaba a 90 kilómetros. Y allí murió.
Fe y Alegría, heredera del espíritu del Padre Vélaz, renueva en estos tiempos difíciles su compromiso por Venezuela y trabaja por asumir las dificultades como oportunidades para renovarse y cumplir con eficacia su misión de brindar a las poblaciones más vulnerables educación de calidad.