Para los habitantes de la ciudad de las Siete Colinas, la medida de cuarentena social nacional, como al resto del país, los agarró de golpe, en el marco de una crisis de transporte público por la escasez de combustible y el nerviosismo que mantiene a todos en la búsqueda incesante de la mayor cantidad de alimentos posibles para llevar a sus casas.
Los puntos de acceso al municipio Valera y la avenida principal se mostraban custodiados por la policía y la algunos funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana, quienes con megáfono en mano exhortaban en los primeros días de la medida a resguardarse en sus casas, así como a usar el tapabocas o mascarilla preventivo por orden de Nicolás Maduro para evitar la propagación del Covid 19.
Mercados populares
Mientras las calles de las comunidades se mostraban desoladas, en los puntos populares de venta de comida (Mercado La Paz y Mercado Municipal), en donde en un principio reinó el caos por la rigurosidad de los militares de exigir el tapaboca, para el segundo día de cuarentena las actividades marchaban con normalidad, a excepción de las semicapuchas que ahora oculta nariz y boca de todo aquel que pone un pie en la calle.
En el Mercado Municipal de Valera los accesos periféricos fueron clausurados, en su lugar se habilitó solo el acceso principal, mientras que para los locales de venta de productos no esenciales fueron instados a cerrar. La oferta de tapabocas caseros a manos de vendedores informales no podía faltar, quienes ofrecían el artículo entre 20 y 25 mil bolívares.
Más del 70% de los locales del Mercado Mayorista Makroval se encontraban cerrados, locatarios aseguraron que están preocupados porque no saben cómo van a reponer inventarios para poder distribuir los alimentos en la región, debido a lo difícil que se ha convertido conseguir combustible para vehículos en Trujillo.
Comercio a media máquina
Buena parte de los comercios de la ciudad mostraban sus santamarías abajo, las colas de las personas para ingresar se apreciaban en su mayoría afuera de los locales asiáticos de venta de comida, así como los supermercados mantenían abiertas sus puertas bajo la medida de la exigencia de tapabocas y aplicación de gel antibacterial a sus clientes al momento de ingresar.
A pie
Tras el desalojo de todos los que aguardaban en cola cerca de las estaciones de combustible, incluyendo a los conductores del transporte público, como parte de las medidas impuestas a nivel nacional, pocas unidades de transporte se mantenían circulando. Ciudadanos de los sectores populares alegaron que debían caminar hasta cuatro kilómetros en el día para buscar alimentos y regresar a sus casas.
El terminal de Valera cerró sus puertas desde el pasado martes, mientras que los pasajeros que debían viajar a otros municipios aguardaban en la plaza Las Banderas en espera de vehículos habilitados que los regresaran a sus hogares aún cuando debían pagar sobreprecio en el pasaje. Las perreras en la entidad no se hicieron espera, los camiones cobraban 10 mil bolívares por pasajero.
Plaza Bolívar
Para el segundo día de cuarentena la plaza Bolívar de la urbe de Doña Mercedes Díaz parecía un día habitual con los ciudadanos reposando en las bancas, obreros de la municipalidad haciendo mantenimiento al ornato y hasta con las trabajadoras sexuales que acostumbran pasearse por las aceras. Las puertas del templo San Juan Bautista se conservaban abiertas, en su interior se oficiaba una misa.