Shushá (Nagorno Karabaj), 11 oct (EFE).- «Nunca fue un conflicto religioso», asegura a Efe el arzobispo de Nagorno Karabaj, Parguev Martirosián. Con todo, el bombardeo de la principal catedral de Shushá, donde también existe una mezquita, ha despertado los odios más atávicos entre armenios y azerbaiyanos.
«Nosotros no combatimos con las mezquitas. No tenemos ningún problema con gente de otras confesiones y nunca los hemos tenido», afirma el prelado, una figura de gran autoridad moral en el enclave separatista.
Parguev, como es conocido popularmente, sabe de lo que habla. Después de estudiar en el seminario de Echmiadzin, sede de la Iglesia Apostólica Armenia, llegó a la diócesis del Karabaj en 1989, en plena Perestroika y en medio del conflicto entre armenios y azerbaiyanos.
NO ES UNA UNA GUERRA RELIGIOSA
«El corazón de este conflicto radica en la defensa de los derechos más elementales del hombre. La gente que vivía en el Karabaj (soviético) no podía ejercer sus derechos más básicos. Y levantaron sus voces. Sí, somos armenios, queremos conocer nuestra historia, queremos que se abran nuestras iglesias», destaca.
Recuerda que «durante sesenta años los azerbaiyanos (el Karabaj estaba integrado en la república soviética de Azerbaiyán) prohibieron que funcionaran los templos armenios».
«Ese era el problema. Aquí no hay ningún conflicto religioso entre cristianos y musulmanes», insiste.
Los armenios suelen decir que «el cristianismo es como el color de la piel, no se puede cambiar». Por eso, la Iglesia tiene una gran influencia en su vida.
«Hay capellanes que están en el frente, ayudando a los soldados. Deben estar con su parroquia, pero nadie ha cogido el fusil por ahora. Cada uno hace su labor», explica.
Dice la leyenda que en la primera guerra se vio obligado a tomar un fusil para defender su iglesia, pero se incomoda cuando se le pregunta si lleva chaleco antibalas.
«¿Para qué necesito el chaleco? Estamos en manos de Dios», señala, levantando el hábito.
En Nagorno Karabaj y en toda Armenia no hay ni un solo hombre que no conozca su nombre y, de hecho, es considerado el segundo hombre más importante en la jerarquía de la Iglesia armenia, después del Katolikós de todos los armenios, Gareguin II.
BOMBARDEO DE LA CATEDRAL DE SHUSHÁ
Esta semana un ataque aéreo azerbaiyano puso su punto de mira en la Catedral de Cristo Salvador de Shushá, construida originalmente en el siglo XIII y reconstruida en el siglo XIX. Parguev advierte que pudo ocurrir una matanza.
«Quieren pisotear los símbolos de nuestra fe. Son bárbaros, pero esto no es una sorpresa para nosotros. Ya lo hicieron en la guerra de los 90 cuando atacaron monasterios», afirma.
Cree que el objetivo final es «socavar la moral» del pueblo golpeando en uno de los símbolos de la fe cristiana y de la victoria en la primera guerra.
«Quieren doblegar nuestra resistencia. No les importa que aquí también haya una mezquita. Cuando liberamos Shushá, todos vinimos a rezar en la iglesia. Es uno de los símbolos de la liberación de la ciudad», resalta.
En 1992, en plena guerra con Armenia, las fuerzas azerbaiyanas utilizaron Kazanchetsots (la catedral de Shushá) como almacén para sus sistemas de misiles Grad.
A él le duele especialmente el ataque, ya que su principal misión al llegar al Karabaj fue restaurar los templos y monasterios cristianos, que sumaban más de un centenar antes del ingreso del territorio en la Azerbaiyán soviética.
Parguev llegó a Shushá, donde fijó su residencia permanente, en 1992, pocos días después de que el control sobre la ciudad pasara a los armenios y enseguida comenzó a recolectar fondos para restaurar sus santuarios.
Unos años después, los esfuerzos del clérigo empezaron a dar frutos y fue reconstruida una de las joyas de la ciudad, Kazanchetsots, blanco esta semana de la aviación enemiga.
El arzobispo cree que el bombardeo «es el típico comportamiento de los terroristas que no soportan los valores culturales, espirituales y religiosos».
«Lo destruyen todo. Son unos auténticos vándalos. Un terrorista, el presidente turco (Recep Tayyip) Erdogán, los prepara y se los envía a otro terrorista, el presidente (azerbaiyano) Ilham Alíev, quien los manda a la primera línea», indica.
«¿Sabe por qué? Para que no haya tantas bajas entre los soldados azerbaiyanos y, así, no estalle el descontento popular», subraya.
NUEVO GENOCIDIO TURCO
El religioso es oriundo de Sumgait, la tristemente conocida ciudad azerbaiyana escenario en febrero de 1988 de pogromos contra la población armenia.
Entre las víctimas de ese pogromo estaban sus familiares.
«Este es el tercer intento de genocidio. El primero fue en 1915, el segundo en Sumgait y otras ciudades azerbaiyanas. Ahora, estamos ante el tercero», asegura.
En su opinión, Turquía quiere «completar el genocidio creando un imperio panturco desde Anatolia hasta China».
«Turquía quiere hacer en el Cáucaso sur lo que no pudo hacer en Siria porque se lo impidió Rusia. Y nosotros estamos en el cruce de caminos», dice.
Armenia y el Karabaj son los únicos que «molestan» en esta estrategia de expansión turca a lo largo de una región «controlada por Rusia desde hace 200 años», insiste, ya que Turquía controla Azerbaiyán y tienen una gran influencia en la vecina Georgia.
GUERRA SANGRIENTA
Reconoce que los combates de las últimas dos semanas han sido muy cruentos porque uno de los bandos, el azerbaiyano, emplea armamento de última generación.
«A ellos les ayudan pilotos turcos y oficiales. En esta guerra está claro que no combaten los azerbaiyanos, sino que todo está dirigido por altos mandos turcos. A esto hay que sumar los F-16 turcos de la OTAN», indica.
Mientras, la Iglesia se ocupa de dar de comer, ofrecer refugio, consuelo, ropa y medicinas a aquellos que se resisten a abandonar el enclave.
«En las iglesias armenias de todo el planeta están rezando las 24 horas por Artsaj (nombre armenio del Karabaj)», afirma convencido.
Pablo González