Dedico a Benjamín Díaz Castañeda
No hay mal que por bien no venga, dice una vieja sentencia española; la pandemia que diezma al globo terráqueo es un ejemplo de ello, por una parte ha dejado muerte y desolación, dadas sus mortíferas secuelas, pero también ha fijado un antes y después que no podemos ignorar ni prescindir.
La Covid 19 que se desató en China a finales de 2019, ha causado tantas víctimas como cualquier conflicto bélico contemporáneo; este estado de cosas ha incidido en el comportamiento humano, en las costumbres, hábitos y conductas de las personas; modificó las actividades societales; surgió el teletrabajo, se legisló sobre las relaciones laborales e hizo cambiar el orbe en todos los sentidos.
La situación de cohabitar con la pandemia ha creado nuevas tareas y ocupaciones para ubicar el tiempo en labores recreativas que generen un ocio que concilie con jornadas culturales, de contemplación, mayor reflexión, simultáneamente, el sedentarismo ha impelido a inventar espacios para repensar el momento que vivimos nada fácil, intranquilo y estresante.
Afortunadamente, muchos artistas han dedicado esos espacios de “tensa tranquilidad”, en crear, componer en el caso de los músicos, los escritores han intensificado su esfuerzo creador; los dramaturgos a planificar sus montajes, los danzarines a mejorar sus técnicas y demás creadores a optimizar, corregir y la gran mayoría a leer, que es una de las actividades más maravillosas que tiene a su alcance el ser humano, al decir de Jorge Luis Borges.
La gente en diversas latitudes se ha dedicado a leer; la lectura ha tomado por asalto a muchas personas que tenía tiempo sin posar su interés en libros que estaban en sus contornos; otros se interesan en el cine; en recrearse en actividades creativas, de sana convivencia, escuchar música, en fin en cultivarse a través de las grandes obras universales. No todo está perdido, hemos ganado en reflexionar sobre nuestro actual estado y ubicación en el mundo.
Se ha planteado un lazo universal, crear más vínculos solidarios para salir de esta hecatombe que amenaza la existencia humana; es el momento de la solidaridad entre toda la comunidad ecuménica. Es el instante del reencuentro para preservarnos.
La pandemia nos ha traído la oportunidad de reflexionar sobre el futuro de la humanidad en cuanto a un enemigo subyacente, silencioso que es el cambio climático, quizá uno de los orígenes de la Covid-19. El recalentamiento global es otro factor a inquietarnos, porque está modificando los continentes; islas que desaparecen, localidades costeras que serán sepultadas bajo las aguas; los polos se derriten con consecuencias nefastas para el ser humano. Si no se desacelera la emisión de gases altamente tóxicos, indudablemente el destino de la especie se encuentra en verdadero e irrebatible riesgo.
Arco minero letal
Sin ir muy lejos, en Venezuela, se incurre en un crimen ecológico de grandes proporciones que ha sido silenciado, por razones obvias, es el caso del llamado Arco Minero, que adelanta el régimen. Ese precisamente uno de los detonantes para que el cambio climático, se acelere. Por razones de sobrevivencia del régimen este delito contra la humanidad, se ejecuta bajo el eufemismo de una explotación “minera ecológica”.