Especial de Judith Valderrama
@juditvalderrama
“Mientras corríamos entre el refugio y el apartamento me suena el teléfono y me dicen: <es la comandante de David, él tiene que irse para la base>. Y me pregunta sí yo lo puedo llevar. En ese momento estaba tan confundido que no entendía lo que decía”, cuenta Miguel Arrieta Zinguer, padre de David y Rebeca Arrieta, soldados israelíes, nacidos en Venezuela.
Ese día David muy temprano hablaba y jugaba vía online con su amigo y excompañero del colegio de Venezuela. Tenía permiso en la base militar y fue a casa de sus padres en Beersheva, al sur de Israel. De repente, corta la comunicación y se levanta de prisa de su cama, habían sonado las alarmas. Mientras, su padre Miguel Arrieta echaba su último sueño, debía pararse a preparar el desayuno del Shabat, como cada semana, pero esta vez era doblemente especial por el Sukot (fiesta judía de la alegría) y por la visita en casa de su tía y de la novia de David. Luego irían todos a la playa.
El ataque de Hamás lo cambió todo. La familia venezolana que emigró a Israel hace más de cuatro años, estaba a un paso de conocer la guerra. Los hijos de Miguel y Mariela son soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel, algo inimaginable mientras crecían en su natal Venezuela, donde estudiaban en un colegio de monjas católicas y a pesar de la conflictividad política y social de su país, que los forzó a emigrar, no sabían de guerras sino por películas. La última guerra en la que se peleó en su tierra natal fue hace 200 años.
“Le expliqué a la comandante que salir en esas circunstancias en medio de los ataques, de las bombas y sacar el carro era difícil. Le dije no puedo. Y sonaban las alarmas y corríamos a las escaleras, regresábamos y así”.
Cuenta Miguel Arrieta, nacido y criado en Venezuela con ascendencia judía. En su país es abogado, con doctorado y ejercía como profesor de derecho en la Universidad Católica del Táchira, lo que le hizo muy respetado en la región de residencia, el Táchira. La crisis venezolana lo llevó a plantearse con su esposa Mariela y sus adolescentes hijos, buscar su ascendencia judía e ir a Israel, donde tendría ciudadanía y apoyo para viajar e integrarse a la sociedad y tierra de sus ancestros, “cerramos la puerta de la casa en Venezuela y nos vinimos con la ropa que llevábamos puesta”.
“Aquí vivimos en un apartamento de edificios viejos, por eso no tenemos la habitación segura y blindada que resiste cualquier tipo de bombas y que exigen para las nuevas construcciones. Aquí tenemos es las escaleras como refugio, hay que bajar dos pisos para llegar, ese es el refugio que debemos usar. Este sábado yo preparaba el desayuno y tardé como una hora porque cada cinco minutos sonaba la alarma y debía correr de nuevo, apagar la cocina y correr”.
Tras la negativa de trasladar a David -su hijo- a la base militar, luego de la llamada de la comandante de su batallón, relata Miguel que la comandante le dijo: <Yo voy y lo buscó>. “Me hablaba en hebreo, claro, porque aquí se habla es en hebreo. Y ya me defiendo, soy capaz de hacer mis trámites en hebreo, pero los chamos lo hablan mucho más fluido que yo”.
Miguel colgó la llamada con la comandante y sabía que ese día David conocería la guerra, se sumaría vistiendo el uniforme verde oliva y defendiendo, la que ahora era su nueva y segunda patria, Israel.
Un viaje a la playa que cambió por una guerra
“Hoy iríamos de paseo a la playa, que queda a cuarenta minutos de acá. Afortunadamente, no habíamos salido”, continúa su relato horas después del ataque que propinara el grupo Hamás a Israel la mañana del sábado y que ha dejado en sus primeros tres días no menos de mil muertos de lado y lado de la frontera con Palestina.
“Fue muy duro para nosotros, para mi esposa fue terrible, porque ver que se lo llevan. Que se va y no sabíamos qué iba a pasar en la carretera. Es muy duro, es muy difícil. De verdad desde el punto de vista emocional es muy duro. Muy duro, sobre todo por la mamá, mi esposa se puso a llorar”.
– ¿Cómo reaccionó David cuando lo llamó su comandante para irse a la guerra?
– “Le dijo a la mamá que lo están esperando, que ese es su oficio, que lo están esperando y que él está preparado para eso, que depende de eso y que se tiene que ir”.
Miguel Arrieta trae de inmediato al diálogo a su hija Rebeca, la menor, de 20 años de edad. Ella, llega a Israel con 15 años y termina en su nuevo país el bachillerato. La joven también está enlistada en las Fuerzas de Defensa de Israel y está en el combate contra Hamás.
“Rebeca no estaba con nosotros. Este fin de semana estaba en la base, no todos los fines de semana pueden ir a su casa y ella este fin de semana no pudo salir, está todavía en su base y ahorita nos acaba de llamar y nos dijo para dónde la van a trasladar”.
– ¿Cómo está su esposa la mamá de David y Rebeca?
– “Le ha pegado mucho, le dio una crisis de ansiedad terrible cuando se llevaron a David. Los vecinos aquí, algunos ni los conocíamos, nos ayudaron. Les trajeron unas gotitas para que se calmara y le dieron apoyo. Ella no domina mucho el hebreo, pero le explicaban lo que esto representa y bueno, ya estamos un poco mejor”.
– Dice que le costó mucho hacer el desayuno, ¿pudo desayunar David antes de irse al combate?
– “No, no se pudo desayunar, ni siquiera pudo porque estábamos corriendo al refugio, saliendo del refugio. Yo traté de que desayunara, pero no podía porque yo cada rato corría al refugio y volvía después a cocinar”.
– ¿Qué rango tienen en el ejército israelí sus hijos?
– “Ella, Rebeca, es sargento primero. David creo que también. Cada uno tiene una función. Ella está en el área de búsqueda y rescate. Es una cosa así, parecido a Protección Civil de Venezuela, se encargan de rescatar a las personas que están en riesgos cuando hay un ataque terrorista, cuando hay un terremoto o así. Y David está en la Marina de Guerra Israelí.
– ¿Y usted como padre que siente cuando sabe que vienen a buscar a su hijo para ir a la guerra?
– “Es muy duro, es difícil. En mi caso entendí completamente que él se tenía que ir, que no era posible que se quedara. Porque si se negara a ir, puede enfrentar un juicio militar. Es como desertar. Es un deber, una obligación”.
– ¿Qué sentimientos afloraron en usted cuando llegaron por David?
– “Es muy duro. Cualquiera -como decimos en Venezuela- se le agua el guarapo. No sabes qué va a pasar. Es muy difícil desde el punto de vista emocional es un golpe fuerte. Pero, uno sabe que es parte de lo que representa vivir acá, aquí tienes muchas cosas por parte del Estado, Israel es un país muy pequeño que ha estado tradicionalmente rodeado de enemigos, tenemos enemigos dentro y fuera. Uno sabe que es una cosa difícil. Uno no está preparado para esto. Uno viene de Venezuela de una cultura muy distinta, pero acá, es una cosa que forma parte del ser israelí. Aquí la gente sabe que la defensa es un asunto esencial y que formar parte del ejército israelí es una parte importante para tu inserción en la sociedad. Es parte de un deber cívico que todo el mundo tiene que cumplir”.
En Venezuela no querían ir al ejército
Antes de salir de Venezuela, cuando hablaron con sus dos hijos de la decisión de migrar les explicaron sobre el significado de prestar servicio en Israel una vez se adquiría la nacionalidad, y cuenta Miguel Arrieta, que ambos, David y Rebeca, dejaron claro que no prestarían servicio militar porque esa posibilidad no estaba en sus planes. “Especialmente David me dijo, <Papá, bajo ningún aspecto yo voy a entrar al ejército, no voy hacer servicio militar. No voy hacer nada por el estilo>. Y yo lo tomé de esa manera”.
La contestación del padre, a su entonces adolescente hijo, fue, que una vez en Israel verían cómo harían. Lo instruyó que la mayoría de la población hacía servicio militar y les informó que había opciones para otros tipos de servicios de orden civil, que también eran aceptables en Israel.
“Pero, mi sorpresa fue, que cuando ellos llegaron aquí y se empezaron a insertar en la sociedad, empezaron a su adaptación natural, fueron ellos quienes empezaron a decir que querían ser combatientes”.
Relata Arrieta el asombro que ella y su esposa sintieron cuando Rebeca cumple la mayoría de edad, y tenía que elegir dónde servir en el Ejército. Él padre, como académico al fin, la instruyó sobre las dependencias donde podía servir y que son de orden administrativo. Pero, no. Rebeca quería y había decidido -como su hermano antes- prestar servicio y ser combatiente en la fila de la Fuerzas de Defensa de Israel. “Ellos quisieron, ellos decidieron y lo decidieron por convicción”.
La sorpresa no era sólo por la protección que siempre quieren agotar los padres con sus hijos a cualquier edad, también jugaba la cultura en la que crecieron los jóvenes, Venezuela, donde lo bélico nunca es una opción, porque ni ellos, ni sus predecesores han experimentado una guerra. Además, las nuevas generaciones no quieren ir a las fuerzas armadas, menos quienes tienen posibilidad de continuar estudios universitarios, como Rebeca y David con padres académicos y de clase media.
“Pasa, que en Venezuela vivimos una cosa muy distinta. Y en los últimos años lo que ha representado para nosotros la fuerza armada, que lamentablemente me duele decirlo, pero nuestra fuerza armada que antes nos llenaba de orgullo, ahora está muy distante a eso por razones que todos conocemos y que esperemos algún día tomen un rumbo diferente”.
Regresarse a Venezuela no es opción
– Usted migró huyendo de la aguda crisis humanitaria de Venezuela y está hoy en un país en guerra ¿ha deseado estar ahora en Venezuela?
– “Te voy a ser absolutamente sincero, y aunque esto sea muy difícil y el proceso nuestro de migrar a Israel haya sido muy duro por empezar de nuevo, de cero, a los más de 50 años, es una cosa muy difícil y en un país distinto, con un idioma muy diferente donde todos los títulos que tu tengas no representan exactamente lo mismo. Porque puedes ser muy doctor, muy lo que quieras en tu país, pero cuando sales sabes que debes empezar de cero y tienes que tener mucha humildad. Pero, ya hemos logrado de alguna manera acostumbrarnos y hacer una nueva vida acá. Como les digo, con todo lo terrible que mis hijos estén en la guerra, te digo que he visto su crecimiento y es enorme y la madurez y valentía que tienen me llenan de orgullo. Eso, me hace sentir que valió la pena. Pero, regresar de nuevo a Venezuela me encantaría, solo de paseo. Es muy difícil que yo regrese allá a vivir nuevamente. Sería muy difícil empezar de nuevo de cero y creo, que probablemente me sentiría extranjero en mi país”.
Complementa Miguel Arrieta que la tierra llama desde los colores, los sabores, los cariños, los afectos, los amigos: “Incluso, todo lo que nosotros logramos en la vida quedó allá, en Venezuela”.
El profesor universitario venezolano comparte que a inicios de este año, Mariela su esposa, visitó Venezuela, tiene sus padres en el país. Miguel confiesa que tuvo temor que ella quisiera devolverse a su país de origen tras encontrarse con sus afectos, sus amigos, su casa. Pero al volver su esposa, le dijo que le resultó doloroso ver cómo está la situación en su tierra natal.
La expectativa de la guerra
El mundo entero tiene expectativas y temores grandes por el alcance que pueda tener la guerra que explotó este sábado 8 de octubre tras el ataque del grupo Hamás a Israel. Pero nada se puede comparar, ni ningún ciudadano puede estar más afectado y padeciendo el dolor de la guerra que quienes están ahora en una de las dos naciones en conflicto, como el caso de la familia Arrieta Zinguer, que no sólo viven en Beersheva, Israel, sino que sus dos hijos están el combate.
– Usted es un hombre muy estudioso, de acuerdo a su análisis. ¿Qué espera de la guerra?
– “Esta guerra sucede porque hay un conflicto acá, desde hace muchísimo tiempo. Afortunadamente, Israel ha logrado tener acuerdo de paz con muchos de sus vecinos, pero hay otros que no están conformes. Y los palestinos, sencillamente, no reconocen el derecho de Israel a existir. Ni reconocen el derecho del pueblo judío a estar acá. Dicen que Israel debe ser destruida y que quieren lanzarnos al mar. De hecho, Israel fue creada hace 75 años, el 14 de mayo del año 48. Y al día siguiente 18 países árabes nos declararon la guerra, nos querían lanzar al mar. Eso es lo que ha sucedido constantemente, una lucha existencial muy complicada”.
Ilustra Arrieta que en Israel vive población árabe en paz, trabajan y desarrollan sus profesiones, pero, hay otros palestinos que no están de acuerdo con eso. En su análisis explica que hay un pueblo palestino muy sufrido con una dirigencia muy corrupta y con una orientación, que denomina de, “muy, muy oscura”.
“A la gente la enseñan en Palestina, desde pequeños a odiar. En la escuela los forman para que odien al israelí, al judío, que ser terrorista o mártir es una gran cosa, porque te vas a ganar el cielo. Estimulan el hecho de que te inmoles y mientras más mates mejor. Cuando hay actos de terrorismo los palestinos celebran y salen a la calle a repartir dulces, como señal de festejo.”.
Agrega Arrieta, que con esa realidad de por medio, es muy difícil llegar a un acuerdo con los palestinos que liderizan el conflicto armado. “No tienen una dirigencia responsable que quiera salir de esta situación y que quiere velar por un futuro mejor para sus hijos. Goldan Meir, la primera primer ministro de Israel, dijo algo muy sabio: <el conflicto con los palestinos terminará el día que ellos amen más a sus hijos, de lo que nos odian a nosotros>.
“Aquí el conflicto es constante y ha habido muchas operaciones, pero esta es la guerra. Hay un elemento muy diferente en esta ocasión. Los terroristas ingresaron por aire, tierra y mar al territorio de Israel, mataron gente, secuestraron a familias completas. Exhibieron los cadáveres de los soldados que mataron y los exhibieron en plazas públicas, celebrando eso, y eso es una cosa que para Israel es esencial, defender la vida de sus ciudadanos y eso no va a quedar ahí, dijo esta mañana el primer ministro Benjamín Netanyahu”.
Miguel Arrieta espera que no sea un conflicto muy largo y aspira sea bajo el saldo de víctimas. Sin embargo, está convencido de la repuesta contundente de Israel y asegura que si no lo ha hecho de manera más fuerte en este momento, es porque se estima que hay más de 50 israelíes tomados como rehenes por parte de Hamás en Gaza, sostiene. Dice que tomaron hombres, mujeres y sobre todo ancianos y niños como un elemento de negociación y para cobrarse la sangre -afirma- de una manera no adecuada.
“La diferencia está, en que tú nunca verás acá en Israel que la gente celebre la muerte de alguien. Aún del terrorista más terrible. Aquí nadie celebra eso, eso está prohibido para nosotros y está prohibido irrespetar a las víctimas sea la que sea. Del otro lado, la cosa es muy distinta, lamentablemente”.
Estamos pendientes de Venezuela
Finalmente, reitera su amor y pensamiento para su natal Venezuela. Se despide de la entrevista vía online que concedió, diciendo: “No olviden que acá estamos pendientes siempre de nuestra querida Venezuela, no los olvidamos. Nos ha tocado esta dura experiencia, pero con el favor de Dios vamos a salir bien de esto”.
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