María del Mar González tiene dos años separada, de forma forzosa, de su esposo Armando de Jesús Abreu. Sobrellevando los días y las noches con su ausencia, aún lo espera, hasta el cepillo permanece en el sitio donde el hombre lo dejó y ella cree que volverá a usar cuando regrese.
Se desmorona cuando no puede responder a sus hijos ¿dónde está papá, cuándo va a venir? Respira profundo cuando alguien sugiere que pudo haber muerto, que sus captores lo asesinaron y ocultaron en el lugar donde nadie ha podido hallarlo, ella se niega a creer esa hipótesis. El secuestro de Armando de Jesús Abreu aún es un misterio. Las autoridades no han logrado descifrar el enigma, apenas tienen algunas piezas del rompecabezas.
Se pudo conocer que el 17 de noviembre de 2015 salió de su casa en la Urbanización El Bosque de Carvajal a trabajar, como repartidor de material ferretero y no regresó. El carro de la víctima tampoco lo han localizado, parece que la “tierra se los trago”. No hay rastros, no hay pistas.
“Antes de irse me dijo hazme las maletas que mañana me voy para Boconó, la maleta quedó hecha”, recordó su esposa. Comentó que aquel día no le comentó a dónde se dirigía, pero ella sabía que tenía unas facturas pendientes por cobrar en Monay, municipio Pampán y que ofreció una mercancía en el municipio Carache.
Fe de vida
Aquel día la hija mayor de Armando de Jesús llamó al teléfono de su papá y le contestaron hombres desconocidos, quienes pidieron dos millones de bolívares, en aquel entonces, como rescate. Luego llamaron desde el teléfono de Armando de Jesús a una de sus hermanas, quien pasó la llamada a María del Mar.
La esposa pidió que le permitieran hablar con él, como fe de vida, supuestamente lo comunicaron con un trapo en la boca, pero no era suficiente para corroborar que se trataba de él, así que para asegurarse preguntaron ¿cómo le dice él a su hija? y no obtuvieron respuesta, desde entonces apagaron el teléfono.
Ese fin de semana reunieron el dinero, pero debían esperar al día lunes para retirarlo del banco, sin embargo, el plan delictivo se derrumbó, nadie ha vuelto a llamar. Los detectives usaron el rastreo telefónico, los datos de llamadas en las horas del secuestro en busca de pistas, presuntamente perdieron esos datos. El equipo investigador colocó como sospechosos a una adolescente y dos sujetos más que integran una peligrosa banda en el Eje Panamericano, sin embargo, aún no han sido tocados, nada concreto.
Sospechosos
El viejo auto de la víctima, Ford Cougar, año 1985, placa AB199LL podría haber sido llevado por uno de los tres principales sospechosos a El Dividive, municipio Miranda. Nadie sabe qué pasó con el carro, si fue desarmado o enterrado. Los criminales tenían que desaparecer las evidencias, estaban frente a un grave delito.
El estatus del caso está en el limbo. El MP revisa los elementos, la familia no sabe si hay orden de captura. Uno de los señalados al parecer tiene cuentas pendientes con la ley por asesinato y robo, y el otro está tras las rejas por homicidio, sin embargo, las boletas judiciales por el secuestro de Armando aún no los señalan.
Las fuerzas de seguridad más allá de la investigación parecen haberse olvidado del caso. Los días pasan, toda la familia sufre su ausencia. El dolor y la preocupación del secuestro sólo están en la memoria de su madre, esposa, hijos, mientras que para las autoridades el hecho es un caso más, sin sensibilidad, sin respuestas.
Como se fue
La mujer recuerda que salió de casa vestido con un jean y una camisa con el logo bordado de la empresa, Mayor San José, usaba zapatos deportivos marca RS21, color gris y anaranjado, le pudo crecer el cabello pero su aspecto no cambiaría mucho, no tenía barba, era lampiño, y se le notaba una cicatriz en la mejilla, si alguien recuerda haberlo visto agradecen cualquier reporte, aunque sea anónimo, a las autoridades.