Buenos Aires, 1 ene (EFE).- Argentina espera para el nuevo año un rebote económico tras el inédito desplome de 2020, aunque el grado de recuperación dependerá de la evolución de la pandemia de covid-19, mientras que consultores privados avizoran una nueva aceleración de la inflación.
La segunda mayor economía de Suramérica cierra el 2020 con un derrumbe en su producto interior bruto (PIB) cercano al 11 %, de acuerdo a proyecciones privadas que, de cumplirse, confirmarán que éste ha sido el año de peor desempeño económico del que se tenga constancia en los registros estadísticos de Argentina.
El desplome, que ha profundizado una recesión iniciada en 2018, se explica por la parálisis casi total que durante varios meses sufrieron muchos sectores a raíz de las medidas de confinamiento impuestas a finales de marzo para hacer frente a la pandemia, un garrotazo que encontró a la economía doméstica ya muy debilitada, con alta inflación, problemas fiscales, fuerte endeudamiento externo y recurrentes tensiones cambiarias.
Tanto el Gobierno de Alberto Fernández, que en octubre enfrentará elecciones de medio término tras un primer año de gestión marcado por la pandemia y la crisis, como los consultores privados esperan para 2021 un rebote económico que, aún en el mejor de los escenarios, no lograría desandar completamente la abrupta caída del 2020.
Mientras que el Ejecutivo espera una mejora del 5,5 %, los expertos a los que mes a mes consulta el Banco Central argentino para su informe de expectativas pronostican que la economía del país suramericano se recuperará un 4,8 % en 2021.
Con todo, los pronósticos están sujetos, en primer lugar, a la evolución de la pandemia.
«No descartamos que un posible incremento en los contagios y la marcha atrás con la reapertura de ciertas actividades puedan moderar las tasas de crecimiento en los próximos meses», señaló la consultora LCG en un informe.
El propio Banco Central advirtió que existe el riesgo de una recuperación de la economía más débil que la esperada.
La autoridad monetaria observó en un reciente informe que la dinámica de la actividad económica dependerá de varios factores, incluyendo la evolución de la pandemia (ritmo de apertura progresiva de actividades, acceso a vacunas, impacto del contexto sobre el consumo privado) y la efectividad de las medidas implementadas, por ejemplo, las ayudas estatales a familias y empresas que «irían siendo cada vez más focalizadas».
DESAFÍO FISCAL Y CAMBIARIO
Lo imprevisible de la situación sanitaria no sólo añade incertidumbre al devenir de la actividad económica sino también a la evolución que tendrán las cuentas públicas.
Para hacer frente a la pandemia y sus consecuencias económicas, Argentina incrementó fuertemente su déficit en 2020, que, con mercados externos cerrados para el país suramericano, financió con una fuerte emisión monetaria.
De cara a 2021, el Gobierno promete bajar el rojo fiscal al 4,2 % del PIB, desde un déficit primario de entre el 7 y el 8 % en 2020, un ajuste que seguramente también exigirá el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el que Argentina negocia la refinanciación de deudas por 44.000 millones de dólares.
«A los efectos del año próximo, se torna fundamental estabilizar la problemática sanitaria y, a su vez, establecer una modificación de la perspectiva en la gestión de política fiscal dado sus efectos sobre los precios y las presiones cambiarias en un contexto social donde el 44,2 % de los ciudadanos está bajo la línea de pobreza», observó el economista Martín Calveira, investigador de IAE Business School de la Universidad Austral.
El recorte fiscal, ya complejo en Argentina en los años electorales, también dependerá del gasto que demande la emergencia sanitaria, si ésta se extiende más allá de los previsto inicialmente por el Gobierno.
Si las condiciones sanitarias no mejoran, o empeoran, y Argentina recurre a mayor emisión monetaria, ello podría impactar en una mayor demanda de dólares, cuya venta en circuitos oficiales está restringida, y un aumento en la brecha entre el valor de la moneda estadounidense en la plaza formal y las cotizaciones alternativas.
MAYOR INFLACIÓN
Según proyecciones del Gobierno, la inflación terminaría 2020 con un alza anual del 32 %, bastante por debajo del salto del 53,8 % de 2019, mientras que el año próximo la tasa descendería al 29 %.
El pronóstico oficial no es compartido por los consultores privados que, en promedio, vaticinan para 2021 un incremento de los precios al consumidor del 50 %.
Según Calveira, las expectativas son de mayor nivel de precios cuyo desempeño «no solo estará determinado por la gestión monetaria sino y, con una importancia equivalente, por la incertidumbre del mercado respecto a cómo se administren los factores vinculados con los impulsos inflacionarios tales como las tarifas, paritarias salariales y de emisión de gasto público».
En tanto, LCG dijo que espera un «aceleración de los aumentos» ya que el levantamiento de las «anclas inflacionarias» empleadas este año, como la congelación de tarifas de servicios públicos o la imposición de precios máximos en ciertos bienes, «aun cuando sea gradual, traccionará una mayor inflación».
Natalia Kidd