“La ciudad ha llegado al colapso!
Valera como ciudad ha llegado al colapso y sólo nos queda la esperanza para sacarla adelante en aquella gente que tiene todavía responsabilidad y es conciente de lo que es la convivencia en una ciudad que no está hecha para tantas personas, ya que su capacidad ha sobrepasado las estructuras urbanísticas.
Valera funciona dentro de una anarquía, donde el tránsito es terrible, los servicios de agua potable y aseo urbano son muy graves, es notoria su suciedad, las aceras sirven para los puesto de la mal llamada economía informal, o sea, que dentro de la colectividad existe una cantidad de irrespeto por esta ciudad que los valeranos la queremos tanto, pero que a la hora de la verdad no se respetan leyes ni mucho menos la convivencia ciudadana.
Nuestra ciudad se ha transformado en una especie de residencia, donde lo que interesa es de la casa para adentro y más nada, sin sentido de colectividad, de que hay otras personas que saborean lo que es la ciudad.
Nacimos en la democracia y nos criamos en la democracia, pero según nos cuentan, la gente tradicional añora los tiempos del respeto, añoran el tiempo en el cual se valoraba a la persona, bien sea porque a lo mejor sabían que si irrespetaban la ciudad o las personas iban a enfrentar el castigo. De todas maneras hoy parece que se establecieron otros patrones, sobre todo en el aspecto de quienes llevan adelante la responsabilidad de cuidar la ciudad, los cuales han perdido el sentido al servicio y el bien común. Ahora predomina el individualismo, el que tenga más poder y pueda manipular más, y eso conlleva que sea como un mal ejemplo para todos los ciudadanos.
Por eso pensamos, que en la democracia se han logrado muchas cosas, pero también se han perdido muchos valores que incluso hoy día, la Iglesia conjuntamente con el clero están tratando de reactivar valores humanos, cristianos, lo que es el sentido de la responsabilidad.
¡Oh Valera!, cómo es posible que para tus hijos se hace grande de corazón, pero pequeña en estructura, esté permanentemente sucia, con escasez constante de un servicio tan vital como lo es el agua. Pero lo grave es que le echamos el problema a los malos servicios públicos que han colapsado, pero no observamos la irresponsabilidad de cada ciudadano, a quien no le importa tirar un papel donde sea, porque pareciera que esto no entrara dentro de las normas básicas de urbanidad, de ser buenos ciudadanos. Por eso creemos que el respeto por las personas y por la ciudad se ha perdido y pareciera que estuviéramos esperando que alguien nos impusiera dictámenes rígidos de castigo como para poder empezar a respetar.
Pero también creemos que este problema de Valera se debe a la indiferencia e inoperancia de las autoridades municipales, o al desconocimiento de sus funciones y una mentalidad politizada, que no es desde ahora, esto viene de mucho años atares y que se ha heredado de una manera negativa con el trascurrir del tiempo.
Por décadas, dentro de la institución municipal se mantiene una crisis, porque siguen normas no en servicio del pueblo y de la cuidad con tal, sino en servicio de esas; parcelas políticas a las cuales se pertenece. Por eso observamos que han pasado muchos personeros pero la eficacia ha sido poca.
Claro todos los problemas no se pueden resolver de una vez, pero han pasado décadas tras décadas y los problemas sigue sido los mismos, las promesas se han ido reciclando, pero la efectividad y resultados han sido negativos.
A los valeranos que de verdad nos duele lo que ocurre con la ciudad, nos queda la esperanza de ver el momento del despegue definitivo para que nuestra urbe pueda logra un crecimiento óptimo y alienado a las verdades necesidades de sus habitantes. Y como hijos de de esta ciudad nos debemos preguntar a modo de reflexión, ¡Oh pueblo mío!, oh Valera ¿Qué te hemos hecho?
Agradecimiento
Colaboraron con estos trabajos: Luis González, Cronista de la Ciudad de Valera, Eladio Muchacho Unda, Francisco González Cruz, Marlene Briceño, Pedro Bracamonte, Francisco Graterol Vargas, Ali Medina Machado, Biblioteca UVM, Archivos Diario de Los Andes, Raúl Díaz Castañeda, Pedro Luis Rendón. A todos nuestro eterno agradecimiento.