Por: Nelson Pineda Prada
La noche de anoche se me hizo corta, y larga a la vez. Los recuerdos guardados en mi mente, sobre Antonio “el Catire Toño” Vale, deambularon con tal soltura que me convertí en un ser impotente de atrapar algunos que me permitieran escribir algunas cosas en este momento tan infausto.
El “Catire Toño”, sigue siendo mi amigo de más vieja data. El Compadre, a quien le entregue el padrinazgo de mi única hija. El Colega, historiador y docente, con quien compartí largas jornadas de reflexión académica. El Camarada, que me asigno la primera tarea política en el Liceo Rafael Rangel. El Compañero de viaje, por los sinuosos caminos de la bohemia. Es parte de mi alma. Está muy dentro de mi corazón.
Como no pude escribirle una nota de lamentos, porque estoy seguro me lo reprocharía, con la sinceridad característica de él, la que fue una de sus más fieles compañeras en las relaciones interpersonales. Preferí, entonces, ofrendarle mi tributo con estas palabras, que forman parte de mi libro, Trujillo: entre neblina, pólvora y colina.
“Las primeras cosas que uno hace en la vida se le quedan grabadas como un petroglifo en la mente. Las vamos acumulando allí, en ese disco duro que es nuestro cerebro, del cual no queremos se nos borren nunca. Mis Ponchos y Lagartijos pareciera los hubiera labrado sobre una roca metamórfica: mientras más pasa el tiempo, más los amo.
Mi entrañable amigo, Antonio Vale, el “Catire Toño Vale”, como lo llamamos sus más cercanos amigos, quienes admiramos su inteligente irreverencia y comprendemos sus “malcriadeces”, es mi amigo de más antigua data. Compañeros hemos sido de numerosas correrías. De encuentros y desencuentros, sobre todo en la política, los cuales no ocultamos, discutimos con inusitada pasión, pero, siempre guiados por la búsqueda de la construcción de una Venezuela mejor. Y, es que, a ambos, como “viejos lobos” que somos, a esta altura de nuestras vidas no se nos convence con “espejitos”: ni a él los suyos, ni a mí los míos.
Pedimos más, exigimos más: que la pasión no se imponga a la razón, y que ésta no sea tenida como una verdad infalible. Compañeros hemos sido de innumerables jornadas de bohemia. Y, allí si es verdad que la pasión se ha sobrepuesto a nuestra razón. Vicente Gerbasi, se nos convirtió en un guía, al hacernos saber que de la noche venimos y hacia la noche vamos. En nuestros encuentros comenzamos reflexionando sobre temas serios: la democracia, el caudillismo, la vigencia del socialismo y el capitalismo, la modernidad y la postmodernidad, etc.; y, concluimos discutiendo sobre las cualidades musicales de Alfredo Sadel y Lucho Gatica, de las Meninas de Velázquez y la Dama en la Ventana de Dalí, de Borges y El Quijote, en fin, entre más elixir de los dioses transita por nuestra garganta, más barrocos nos volvemos; y es que, a decir verdad, al dialogar sobre estos temas, que son los verdaderamente serios, nos llega la hora del recogimiento, nos abrazamos y con un hasta mañana nos despedimos, recordándonos que, como buenos juglares de El Tequendama, la tertulia que iniciamos al comenzar la tarde no la hemos concluido. Por todo ello, y muchas cosas más, déjenme decirles mis estimados lectores, que el afecto que siento por “Toño” es tan grande que, su prólogo a esta nueva edición de mis Ponchos y Lagartijos, es el más hermoso regalo que he recibido Por lo que, no puedo más que ratificar que mi mayor riqueza son mis amigos.
“Catire”, es solo una nueva despedida. SIGUES CON NOSOTROS.
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