ANTES DE LA ÚLTIMA CLASE. Cuarenta años luego | Por: Rodrigo Cabezas Morales

La educación es un lugar de esperanza

Escribo este texto en la noche del 4 de noviembre. Un día como hoy en el año 1981 iniciaba, en mi juventud, lo que terminaría siendo la travesía más apasionante, exigente, desafío intelectual y vocación de mí vida. Entraba por primera vez a un salón de clases como profesor en la Escuela de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de La Universidad del Zulia. La cátedra electiva Economía Política Petrolera IV, era el punto de partida de un recorrido que aún en mi atardecer no concluye.

La profesión de economista me permitió ser investigador y profesor universitario de una cifra que ya pasó el mil de estudiantes, y ello es una experiencia única de vida; estar cerca de la juventud me ha permitido palpitar en 40 años con la fuerza del porvenir, comprender su época y respetarlos, acompañarlos. En el dialogo permanente con los estudiantes he aprendido.

El primer compromiso del profesor es ponerse del lado del estudiante. Cada uno de ellos es una persona única y singular, cuya superación en el plano técnico, científico, humano y moral, es al mismo tiempo, la síntesis de lo que anhela un país y la familia. Si no hay diálogo con los estudiantes es porque hay arrogancia pedagógica.

No se debe separar el pensamiento de la acción ya que sería ignorar la misión humanizadora de la enseñanza. Convertir la educación universitaria en un espacio más humano es infundir en el estudiante una conciencia que se confronta con la obediencia y la conformidad. Es la primacía del pensamiento crítico, esencia de una educación para la libertad. La educación es un lugar de esperanza.

Convivir en la Universidad autónoma con muchachos y muchachas de mi país me ha servido para alejar el conservadurismo y evitar ignorar procesos de dimensiones colosales en el campo de lo científico-técnico que la humanidad, globalmente, y mi país, particularmente, han protagonizado en estas últimas cuatro décadas. La juventud nos entrega su pureza, su candidez. Cuanto me alegra ver a esos jóvenes convertidos en profesionales de la economía, varios protagonistas de este tiempo. Cuánta sabiduría encierra la certeza que nos legó José Martí, “Quien se alimenta de ideas jóvenes, vive siempre joven “.

La enseñanza de la ciencia económica ha sido una oportunidad maravillosa para la búsqueda de la verdad. La verdad científica en economía es diversa porque busca comprender y explicar hechos de una realidad humana compleja donde todo está en constante cambio. La economía es en esencia sentido común, más aún en el terreno de lo macroeconómico, pero nuestra ciencia no concibe una única respuesta para todo.

Con los estudiantes hemos compartido que existen distintas formas de conceptualizar y explicar la economía o los procesos económicos, y que la historia de las ideas económicas de la humanidad está marcada por diferentes teorías que se corresponden con realidades complejas y contextos e intereses políticos, sociales, económicos y morales que explican que se llegue a conclusiones disímiles. Ello justifica en nuestra ciencia las diversas escuelas, la austriaca, conductista, clásica, neoclásica, marxista, keynesiana, desarrollista, entre las principales. El erudito economista venezolano Asdrúbal Baptista nos dejó esta afirmación: “No es lo económico un ámbito del conocimiento sobre cuyos elementos definitorios haya un razonable acuerdo”.

Al alimentar las facultades críticas de los estudiantes para juzgar con libertad la pertinencia de los diferentes enfoques, les convocábamos al uso de la razón, al pensar con cabeza propia al no dictarles que pensar, a la superación del dogmatismo acrítico e irrespetuoso con las ideas de otros. Es así como se puede abordar el significado científico del aporte meritorio de pensadores tan opuestos como Carlos Marx y Ludwig von Mises, o las visiones contrapuestas sobre la renta petrolera y el ingreso petrolero venezolano de Domingo Maza Zabala y Asdrúbal Baptista, sin descalificaciones que se acercan a la charlatanería. Siempre será pertinente remitir a unos y a otros, al libro del español Alfredo Pastor, cuyo título lo resume todo: “La ciencia Humilde. Economía para ciudadanos”.

Ni ayer ni hoy he utilizado las cátedras de la academia para hacer ideología partidista, ello sería contrario al principio que abrace en mi juventud cuando pise aquella aula de clases hace cuarenta años: enseñar para la libertad. Así he deseado ser recordado por mis estudiantes de economía.

La jornada no finaliza. Al terminar de escribir estas reflexiones, la dirección de la escuela de economía de LUZ anuncia un nuevo semestre de estudio, noviembre 2021-marzo 2022. Las cátedras Economía Venezolana y Economía Contemporánea de china (electiva) abren sus puertas. Ahí estaré con la misma pasión y compromiso de 1981, frente a jóvenes venezolanos de esta tercera década del siglo XXI. Este mi trabajo, es ya inseparable de mi propia vida.

 

 

 

 

 

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