“¡Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde!”, recuerda el sabio refranero popular. Pese a los errores cometidos por los gobiernos de la llamada Cuarta República o “Puntofijismo”, hoy añoramos los espacios de democracia y libertades que tuvimos en aquellos 40 años.
Ejercí como periodista al final de aquella época, y también me tocó mover la pluma en los 20 años y nueve meses de destrucción de Venezuela que hemos padecido con Hugo Chávez primero, y ahora con Nicolás Maduro.
Ejercí como periodista casi a la mitad del segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, del interinato de Ramón J. Velásquez y durante el segundo gobierno de Rafael Caldera; y aunque la libertad de expresión, de pensamiento y de opinión no era cien por ciento respetada por los funcionarios y jerarcas de aquellos gobiernos -nunca lo ha sido-, es justo reconocer que al menos no colocaban en el paredón de fusilamiento físico y moral a quienes disentían de aquellas gestiones.
Caso contrario a lo sucedido desde el 2 de febrero de 1999 con Chávez y Maduro, su ineficiente e indolente heredero político. Hugo odiaba, detestaba y condenaba la opinión disidente, las críticas y cuestionamientos a sus ejecutorias y procederes, y mucho peor ha sido Nicolás en esas lides represivas, inquisidoras y descalificadoras.
Por eso, cuando estamos en la víspera, en la antesala de la movilización de calle convocada por el presidente interino Juan Guaidó para este sábado 16 de noviembre; nos corresponde llenarnos de inmenso aliento, de entusiasmo, de fe y de esperanza para continuar en la lucha pacífica que nos conducirá a recuperar, a rescatar la democracia y las libertades en estas tierras que hace ya más de 200 años parieron héroes y heroínas.
¡No tengamos miedo! ¡Marchemos! ¡Copemos las calles del país este sábado 16 de noviembre! ¡Sí podemos! ¡Claro que podemos! (Jesús Segovia)