“hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento” Miguel de Unamuno
En diversos momentos de mi vida, en ocasión de estar en alguna ciudad distinta de las que tengo como propias, hago un juego, mejor con acompañantes, de salir a percibir la ciudad por los caminos que ella propone, apenas con una libreta y un plano en el bolso; caminar en diversas direcciones, montar en un bús u otro transporte superficial que ofrezca la ciudad, ir mirando atentamente las calles y sus ritmos, el paisaje urbano, los referentes posibles, indagar con algún pasajero que apreciemos conocedor, descender en un lugar que nos llame la atención, -los mercados tienen un encanto especial -, vagar a pie por esos espacios, tomar otros transportes y al cabo de tres o cuatro horas, detenernos, preguntar, encontrar el sitio para comer algo, ubicar el lugar donde nos encontramos en la relación al punto de partida inicial con los caminos hechos para llegar y los caminos posibles para volver a casa. La vuelta si la hacemos con ruta y definición de medios a utilizar para ser precisos en el regreso, recordando siempre aquella máxima que expresa “¿qué es lo mejor de salir de casa? …volver a casa”. El sabor de la aventura, los descubrimientos, las incógnitas, las conjeturas de la imaginación, se convierten en una memorable bitácora para la apropiación de la mirada de la ciudad y sus gentes. En efecto, la disposición a vagar es, a mi juicio, lo primero a meter en el alijo de los viajantes. “Vago e invito a vagar a mi alma”, como nos convoca Walt Whitman en sus “hojas de hierba”.
En “caminos del agua”, un libro de poesía y poetas, Erika Reginato nos hace la referencia de la historia y origen de la palabra viaje que se encuentra en una página de la red dedicada al origen y uso del idioma. Los romanos fueron llevando a todos sus dominios la tecnología imperial de los acueductos; en España es notable el acueducto de Segovia con sus arcadas que permiten salvar hasta treinta metros de altura (obra construída en tiempos de Claudio, siglo I); algunos eran subterráneos (transportaban el agua por debajo de la tierra), eran “los caminos del agua”, nombrados “via acquae” en latín, que los mozárabes adaptaron a su lengua pronunciando “via-je = los caminos del agua”, acepción que se fue extendiendo también a otros caminos a cielo abierto y a otros viajeros diferentes al agua.
Viajar es moverse del sitio, dis-locarse, salir de las constricciones del lugar de la cotidianidad, para permitir el fluir abierto de los caminos de las aguas vitales; de búsquedas, de encuentros, de asombros, que permiten el “darse cuenta” de lugares distintos, de personas diferentes y de otras maneras de mirar las realidades. Viajando, dialogando, se va encontrando la experiencia de la belleza, la piedad, la igualdad y la desigualdad, de la bondad y la maldad, de la riqueza en lo distinto “del otro” y de “lo otro”; de lo amigable (posible de ser amigo), de lo amable (digno de ser amado). Todo lo cual nos permite tras-tocar lo establecido, des-cubrirlo, des-montarlo, des-armarlo; también en-volvernos, in-cluírnos, in-corporarnos, in-volucrarnos; para trans-formarnos y hasta re-fundirnos, que es tocar las esencialidades de lo humano con el crisol de los encuentros. Viajar resulta así, un itinerario a la sabiduría.
“La geografía entra por los pies y con el morral en el hombro”; hace muchos años, un distinguido profesor nos enseñó con esa frase toda una lección de geografía humana; durante mi experiencia docente de los años 70 en Guayana, se las repetía a jóvenes estudiantes en la clase introductoria de la materia, con lo cual les incitaba al viaje no sólo académico sino también a desplazarse mental y físicamente en el territorio para mirarlo, sentirlo, quererlo; para en ese viaje in-formarse e in-corporarlo en su imaginario y querencia como espacio-lugar del vivir. Hoy, la nueva geografía, se ubica en nuevos territorios, se abstrae cada vez mas de la tierra, se despliega hacia el espacio cibernético, aún más complejo, desconocido, con nuevas aventuras, asombros e inquietudes. El viaje hoy, se nos muestra con otras oportunidades y otros riesgos, de los caminos de aquella geografía a la que nos invitaba el viejo maestro. Nos toca disponernos a viajar y contribuir con las nuevas generaciones, para que la geografía de la patria-mundo les haga raíz, nutra las venas de su alma y despliegue sus alas para el vuelo del águila. Abrir las ventanas de nuestra casa para que entren los aires de esta época del mundo; estar dispuestos a recibirlos, sin perder las raíces de nuestro espacio-lugar y del sentido histórico de nuestra existencia como comunidad.
La pandemia del covid-19 con su carga de incertidumbres, los cambios tecnológicos que nos afectan en mucho, para bien y para tras-tocarnos; el empleo, la auto-esclavitud, la sobrevivencia y el futuro de las nuevas generaciones que alimentan los temores, nos plantea la necesidad de movernos y disponernos a hacer viajes a la vida interior y a las historias y caminos que nos trajeron a este momento del homo sapiens/demens, con su carga de amenazas hasta la extinción de la especie humana y grave perturbación a la vida en el planeta tierra. La euforia que trajo la expansión del antropocentrismo en la modernidad como profecía de inmortalidad, montada sobre la muerte progresiva del ambiente y del planeta, nos trajo de vuelta a la condición de simples mortales. En nuestramérica, desde aquella mitología según la cual en esta tierra de gracia, estaba la fuente de la juventud del paraíso terrenal perdido, hemos hecho un largo camino de extractivismo insensato hasta llegar al arrebato de las burbujas de la financiarización de la vida, que se nos ha impuesto con este modo de globalizarnos.
El pensar no es solamente un acto de la mente y la racionalidad; el pensamiento se nutre de las vivencias, de la historia personal y colectiva. Utilicemos las tecnologías y sus oportunidades, hoy más que nunca hay que viajar al propio país y al mundo para vivirlo con su gente, que es donde se desarrolla la sensibilidad por la querencia con toda su historia cultural. El proceso de globalización en marcha tiene un proyecto con propósito de “deslugarización”, como manera de vaciar el “alma” de la propia cultura, arrebatarnos el ánimo social por construirlo y defenderlo. Hay que recuperar el territorio como espacio natural y cultural, de modo que nos constituya en la existencia del vivir en el encuentro con los otros, en construcción permanente de humanización y hominización de la tierra-mundo, la cual no nos pertenece a los seres humanos sino al contrario, somos nosotros quienes le pertenecemos a ella. Se hace necesario ir de nuevo a la geografía humana y al vivir en los espacios del arraigo, donde está toda una historia de encuentros y desencuentros, que nos han ido dando sentido histórico como pueblo. Desde el sentir, debemos desarrollar el pensamiento para este tiempo, ¿estamos dispuestos a escuchar al que nos contradice?, ¿somos capaces de leer y escuchar el planteamiento diferente?, ¿qué acuerdo podemos hacer hoy en nuestros desencuentros?. El inicio del camino puede ser, el deseo de encontrarnos en las diferencias.
Byun-Chul Han, en “La agonía de eros”, desarrolla los efectos que con este modo de vivir actual y el impacto de las tecnológias digitales, nos hemos ido envolviendo en un proceso de auto exigencia laboral, que nos ha constreñido en el individualismo y el narcisismo, al grado que hemos ido cerrando nuestros espacios al encuentro amoroso con los otros y lo otro diferentes, a no mostrarnos en nuestra interioridad, lo cual se revierte en los estados de estrés frecuentes que nos debilitan e incluso inducen estados depresivos que llegan a ser muy graves. La soledad y la necesidad de ser escuchados, es la gran enfermedad de nuestro tiempo. Cuando cambiamos nuestras acciones, cambiamos nuestra forma de pensar; avanzamos hacia el pensamiento sensible.
Hagamos el V.I.A.J.E. para desarrollar sabiduría y salud. Viajemos Invitando Al Juego Espectacular, de re-poetizar la mirada, re-erotizar la existencia y hacernos cargo de nuestra vida en común, para recuperar el sentido liberador y poético de la vida; abrirnos a las ganas de vivir y compartir, disponernos a contribuir en la construcción de un mundo mejor posible para el respeto a la vida y su calidad. Saludemos a la patria-mundo con celebración, brindemos con la copa de la vida, ¡ Salud al mundo !
casatalaya – 29 Septiembre 2020.