Aníbal Nazoa y la mordaz crónica: “Puerta de La Puerta”, 1981 / Por Oswaldo Manrique

Sentido de Historia

 

 

 

 

El humor, en sus distintas manifestaciones, desde las más finas elaboraciones y ocurrencias, hasta las más tontas o intrascendentes, nos proporciona un encantador placer, que agrada nuestras vidas. Así nos riamos levemente o nos carcajeemos a mandíbula batiente, eso nos reconforta, por eso, cuando es irreverente a los personajes y círculos de poder o se basa en una crítica o cuestionamiento a la cotidianidad de la gente, o a su espacio y hábitat, lo valoramos como algo muy propositivo.

Cuando en las crónicas, leemos sobre nuestras realidades urbanas o rurales, nos mueve el interés, porque comporta una idea, una proposición, detalles, rendijas o cómo se la imagina el cronista-humorista, que nos lleva a la reflexión, si además, la elabora un bardo, tiene su hermosa forma, elegante quizás, que busca hacernos reír, y a la vez, hacernos aterrizar en la realidad.

Lo que les voy a compartir, fue escrito por el recordado poeta, periodista y humorista Aníbal Nazoa (Caracas.1928-2001), el hermano de Aquiles, artesano del Humor y Amor en tierras venezolanas. Es una crónica, la encontré en el material recopilado para la Historia hemerográfica de La Puerta 1877-2015.

La obra de Aníbal Nazoa, según Luis Britto García <<concilió erudición con gracia, ternura con acidez, compromiso con libertad de conciencia, densidad con levedad, altura con profundidad>>. La crónica que aquí comparto, es un ejemplo, tiene un poco de cada uno de esos elementos.

Nazoa, insertó el conflicto de La Puerta de los años 80, en su magistral columna Puerta de Caracas, lo que sin duda, inmortalizó también con su característico humor irónico y burlón, a nuestro pequeño y gigante pueblo. Leamos:

El Nacional, jueves 1° de octubre de 1981, página 6. Crónica. Columna: Puerta de Caracas. Título: Puerta de La Puerta. Aníbal Nazoa.

<<Hace dos semanas decidí tomarme unas «mini vacaciones», como se dice en el lenguaje chévere de ahora, y me dirigí a Mérida que es uno de mis lugares de descanso favoritos… El viaje lo hice subiendo por el lado de Valera, pues la vía de Santo Domingo está obstruida debido a que había llovido y se había caído un puente no sé dónde, suceso común en esta Venezuela donde al parecer los ingenieros no estudian sino el Libro Gordo de Petete y eso por encimita… En fin, a lo que iba: como nada es perfecto en esta vida, todo lo que había disfrutado en materia de paisaje, de aire más o menos puro y paz rural se me esfumó de un solo golpe, se me vino al suelo estrepitosamente a la vuelta de una curva cualquiera cuando de pronto se abrió ante mis ojos el triste panorama de La Puerta. Confieso que aunque yo tenía o creía tener una idea bastante exacta de lo que había sucedido en La Puerta, lo que vi superaba mil y más veces lo imaginado. Aquello no se puede llamar de otro modo sino el asesinato de un pueblo precisamente La Puerta y su valle uno de los más hermosos de los Andes venezolanos, convertido en un mamarracho de colorines para complacer el capricho de cuatro millonarios ridículos con cerebro de tucucito, todo reforzado con enormes construcciones que ya han causado a la región un daño ecológico irreparable. Yo me imagino que los propietarios de esas casitas de «jugar monopolio» como acertadamente han sido definidos esos armatostes chillones por viajeros con alma, deben ser igualitos a ellos, es decir unos tipos como Popy pero naturalmente mucho más lamentables que él… Eso entre comillas, ese horror, esa mala puñalada de la alianza espantosa del mal gusto con la ferocidad de las clases dominantes, debería ser recordado en la historia mundial del ecocidio con el mismo nombre que la historia Patria da ese amargo episodio de nuestra guerra de independencia en que las fuerzas patriotas fueron abatidas por las huestes realistas: el desastre de La Puerta…Pero resulta, señores que debemos cortar porque así no se puede escribir. Cuando uno está echando espuma por la boca la espuma lo tapa todo. Entonces, pues, una de dos: o se echa espuma o se escribe. Déjeme echar mi espuma y hasta luego>>.

La sátira mordaz en esta crónica, es propiamente la expresión de la molestia de Nazoa, sentida, interna, sobre lo que se imaginaba antes y durante el viaje, y la entidad de lo que observó personalmente, las causas de aquel conflicto de un pequeño pueblo andino, en defensa del ambiente, de la tierra de labor y por la vida para muchos, y de intereses económicos para otros, que al final, empresarios, políticos y terratenientes, herederos de quienes despojaron a los indígenas de sus tierras, se beneficiaron del mismo.

Desde el título con doble sentido de esta crónica, recorrer su contenido, y concluyendo en algo ingenioso, solo se puede calificar como sabrosa, entretenida, de critica aguda, urticante, directa y fundamentalmente, genial, lo que nos hace recordar, el silencio de autoridades y pobladores, sobre el avance sin freno de los ambiciosos acaudalados depredadores del ambiente, que del desastre en La Maraquita y La Lagunita, pasaron a acabar actualmente con la falda del Páramo de La Puerta, en el sector Los Bicuyes-Santa Bárbara. ¡Inconsciencia!

 

 

 

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