Parte II
Preso por tira piedras
Corría el año 1973, en Valera no faltaba una marcha estudiantil. En una de estas manifestaciones la Guardia Nacional de la época me detuvo y me han dado una tanda de palos y peinillazos que fui a parar a emergencia del Hospital Central de Valera.
Ese día las casas comerciales de la Av. 10 sufrieron las consecuencias; no quedó una sola vidriera que sirviera… El periodista Gilberto Matheus dio el extra por Radio Valera, algo así como: “Debido a una fuerte golpiza propinada por la policía y guardia nacional, se encuentra recluido en emergencia del Hospital Central, el estudiante Alfredo Matheus, quien recibe los cuidados de rigor. Seguiremos informando”.
A los pocos minutos, emergencia del hospital se llenó de comerciantes árabes, exigiéndome que tenía que pagar por los daños sufridos en sus negocios. Y yo decía hacia mis adentros; ¿Y con qué rabo se sienta la cucaracha? No tengo para pagar un taxi que me lleve a casa (no podía caminar por la golpiza) y ahora vienen estos señores a cobrar sus biyuyos.
A nadie le falta Dios… Dos estudiantes de medicina que venían de la ULA-Mérida, fogosos dirigentes estudiantiles y hacían pasantías en Valera, hablaron con el chofer de la ambulancia, y en un descuido de los árabes cobrones, me trasladaron a mi casa en la calle 14.
Pelea colectiva en la policía
Hace 45 años, los viernes a domingo, los cuerpos policiales hacían razias, las malasangrosas redadas. Desde la calle 10 hasta el sector La Floresta era considerada zona roja, qué vaina; yo vivo en la calle 14… Un viernes celebrando el cumpleaños de un amigo, comí a reventar, aparte de las cervecitas, saliendo de la fiesta, no había caminado una cuadra, se detuvo una patrulla policial, quise pegar la carrera, algunos funcionarios eran maratonistas, y me detuvieron en la raya de partida. Amanecí en la comandancia durmiendo en el suelo pelado. En la mañanita, un policía con un sonoro pito llamaba a los presos para reunirse en el famoso “hueco”, allí contaban a los que estaban detenidos por hurto, ladrones de carros, drogas, violaciones, atracos, y los que estaban por redadas.
Yo me fui quedando de último porque no aguantaba las ganas de vomitar y hacer mis necesidades fisiológicas. Pasé por un calabozo que estaba solitario, me metí, y en milésimas de segundos, allí descargué el combo completo de pestilencias, y continué hacia el hueco donde el policía explicaba a los detenidos: “Cuando diga uno, levantan la mano y dicen uno, dos, levantan la mano y dice dos, así hasta que los contemos a todos».
La lista de presos dio algo así como 80 personas. Después de contarlos y que no faltaba nadie, los que iban para la cárcel de Trujillo, regresaron a sus calabozos, en el momento en que va entrando al sitio de reclusión el famoso “Teniente”, terror de Valera por la violencia que utilizaba contra sus víctimas en los atracos, era luchador y boxeador; y algo “tocado de la cabeza”, el hombre entró en “locura” total al ver su calabozo lleno de “mierda y vómito”.
Se dedica con furia a golpear a otros detenidos; todos le caen a golpes y no pudieron con su fuerza bestial, hubo que llamar un pelotón de 10 policías armados de peinillas, gas lacrimógeno, más la ayuda de los otros presos, fue la única manera de meter en un calabozo para él solo, a aquella muralla humana que años después la prensa nacional reseñó como el detenido en la Cárcel de Sabaneta, que había muerto a causa de las quemaduras con agua hirviendo que le aplicaron sus compañeros de celda porque no aguantaban sus “locuras”.
…Y yo sigo pensando. “El humilde hijo de Josefa”, tuvo los riñones de hacer sus necesidades fisiológicas en el calabozo de “El Teniente”, el preso declarado por los cuerpos policiales de la época, como: “Enemigo número uno de la ciudad de Valera”… Estoy convencido que los rezos de mi mamá Josefa hacían milagros, y a mis 68 años, sigo” vivito y coleando”.