Gabriel Montenegro
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Hablar de Andrés Torres es hablar de autoridad, diálogo sano, camaradería y amistad sincera.
Este querido y apreciado ciudadano trujillano falleció en fecha reciente sin mucho aspaviento, a la calladita y por supuesto dejando un profundo dolor y vacío entre quienes tuvimos el honor de conocerlo y de compartir con él muchos de sus momentos de acción al frente de una institución a la cual amó y se dedicó totalmente, su querida y ponderada policía trujillana.
Nació para ser policía
Según nos refiere uno de los amigos más cercanos a su familia, Andrés Torres ingresó a la fuerza policial regional de manos del sargento Leandro Rangel en la década de los años 70, con quien había establecido un lazo de amistad y familiar.
Desde su ingreso en las Fapet, comenzó a ascender de rango, siendo uno de los pocos comandantes del cuerpo uniformado que llegara al grado de Comisario general y haber comandado un municipio tan dificil como Valera.
Amigo incondicional y comprensivo
Con Andrés Torres establecimos una amistad abierta, ya que una de las fuentes informativas para las páginas de suceso son precisamente los comandos policiales, además por supuesto de organismos afines como el Cicpc, Sebin, Guardia Nacional, Cuerpo de Bomberos y en esa época la Policía de Transito Terrestre (hoy policía nacional).
Su atención a la prensa siempre fue cordial, amable y efectiva, toda vez que en muchas ocasiones nos pasaba, él mismo, los datos de algún acontecimiento de repercusión noticiosa y de interés general.
A pesar de ser un comandante exigente, jamás ofendió ni humilló a sus subalternos y todo lo contrario, más bien se «chanceaba» y bromeaba con algunos de sus agentes más cercanos.
Uno de esos casos fue el del entonces agente y luego sargento Edgar Briceño, quien estuvo de guardia por 24 horas un buen día de los años 80, en el Destacamento 20, perteneciente a la zona policial número 2.
En esa ocasión, en horas de la noche, una de las comisiones que patrullaba las barriadas y centro de la ciudad, fue alertada por varios ciudadanos de un borrachito que estaba involucrado en un escándalo público.
Los funcionarios acudieron al lugar, lo arrestaron y lo llevaron preventivamente a la comandancia local donde, además de pasarlo al calabozo de rigor, fue requisado y se le retuvo sus pertenencias como es costumbre, para entregárselos cuando le pasar la «juma» y se le diera libertad.
Al llegar el amanecer los funcionarios que había estado de guardia y esperaban su relevo, entregaron su armamento,firmaron el acta y se fueron a sus residencias.
Cuando el borrachito detenido en la noche anterios despertó, comenzó a solicitar sus documentos y pertenencias al ser liberado; sin embargo exigía le entregaran su cartera, una de cuero de color negro.
El hombre pedía y pedía su cartera y nadie le daba razón. Andrés Torres, que ya había llegado escuchó al hombre que estaba muy molesto.
Preguntó entonces por los funcionarios que estaban de guardia y le dijeron que uno de ellos era el hoy sargento jubilado Edgar Briceño, quien ya estaba en su casa durmiendo el trasnocho anterior.
Andrés lo mando a llamar para preguntarle por el procedimiento y saber qué había pasado con la fulana cartera. Con mucha pena Briceño le informa a su superior que la misma había sido guardada en el looker del dormitorio, por contener, además de los documentos personales del detenido, una cantidad importante de dinero en efectivo que no quiso dejar expuestos, pero se disculpó por olvidar participar, al funcionario llegado, dónde estaba la cartera, ya que esa noche y parte de la madrugada fueron varios los detenidos por borracheras y pleitos callejeros y se había manchado exhausto a su casa.
Por supuesto que con su jocosidad característica, a Andrés se le ocurrió llamar al sargento Edgar, cada vez que lo requería y no recordaba su nombre: » Hey…búsquenme al sargento ese…como se llama?…Ese, el del caso de la fulana cartera negra».
Fue tanta la mamadera de gallo, que el también excelente funcionario policial, Edgar Briceño, hoy en día manager del equipo Reporteros, se quedó para siempre con el remoquete de «cartera negra», esto por culpa de las chanzas de Andrés Torres. Briceño lo recuerda también con mucho cariño y respeto.
Hombre de diálogo y entendimiento
Su trayectoria en la Institución la orientó también a establecer programas de capacitación y formación profesional de los agentes policiales a su cargo. Asimismo pasó por todos los rangos y jerarquías hasta culminar como Comandante General de la policía del estado Trujillo por breve periodo de tiempo. Andrés fue un servidor público; presto en todo momento en atender sus responsabilidades, cumpliendo con ética y honorabilidad el ser un policía ejemplar, apegado a los principios de la buena ciudadanía.
Andres Torres fue de esos personajes que labran su trayectoria vital en el servicio precisamente a las nobles causas y fiel servidor de su pueblo; un hombre querido y admirado.
Amigo entrañable de periodistas y comunicadores como Oscar Piñero, Francisco Graterol Vargas, Ramón Azuaje, JJ Peña Peña, Ramón José Camacaro, Cornelio Viloria, Julio Urdaneta Acosta, Iván Hidalgo, Onésimo Caracas, José Gregorio Colina, Gilberto Matheus y este servidor, era uno de los pocos funcionarios policiales que tuvo diálogo franco con el estudiantado, especialmente en momentos de protesta y manifestaciones.
Andrés partía del principio de que «conversando se arreglan las cosas». Fue el único comandante policial en ingresar al recinto del liceo Rafael Rangel, no para tomarlo policialmente, sino para dialogar con los dirigentes de las manifestaciones y esto lo pueden corroborar Temístocles Cabeza, Leonardo Montilla, Edgar Salas, Benigno Contreras, Luis Peña, Wilfredo Alvarez, José Hernández y Damian Milano.
En sus últimos años, luego de su merecida jubilación, Andrés laboró para el empresario Giacomo Clérico y su hermano Fedele en la empresa Vinccler, donde también fue muy querido y respetado.
Pierde la ciudad de Valera y la institución policial a uno de sus hombres más connotados y valiosos. Para muchos el mejor policia trujillano de todos los tiempos, desde el recordado y también ponderado «Alma grande», pionero valerano de lo que es un policía verdaderamente comunitario.
El maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa decía de ellos: «Esos son los hombres auténticos, los que en realidad hacen patria».
Paz a su alma noble!
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