Andrés Eloy:  poeta del humano  servicio con amor a Venezuela | Por: Clemente Scotto Domínguez 

                       

“Lo que hay que ser es mejor/ y no decir que se es bueno/ ni que se es malo,/ lo que hay que hacer es amar lo libre en el ser humano….. lo que hay que hacer es dar más/  sin decir lo que se ha dado,/ lo que hay que dar es un modo/ de no tener demasiado/ y un modo de que otros tengan/ su modo de tener algo….. Por eso quiero hijo mío,/ que te des a tus hermanos,/ que para su bien pelees/ y nunca te estés aislado;/ bruto y amado del mundo/ te prefiero a solo y sabio” Andrés Eloy Blanco

El pasado viernes 21 de Mayo se cumplieron 66 años del dolor de ausencias con filo de cuchillo por la muerte del ciudadano, abogado, político, diplomático y -lo que fue en todo ello-, poeta Andrés Eloy Blanco;  sembrador sembrado en el bálsamo poético del pueblo venezolano, quien le ha acompañado cuando “duele un dolor de dolores”.

En tiempos de la decadencia del liberalismo amarillo, el 6 de agosto de 1896, nació en Cumaná, Andrés Eloy Blanco quien frente al mar lo cantó en sus versos “Como para decirlo de rodillas/ que bien está que junto al mar me quieras,/ que bueno fue nacer en sus orillas/ que bien sabrá morir en sus riberas” y “conservó hasta su muerte la sal del Caribe en su ingenio, la dulzura de las uvas de su tierra en sus versos y un perfil guaiquerí, que era la imagen justa de su valiente rebeldía”.

La familia se vino a Caracas y muy joven él ya escribía versos. Fernando Paz Castillo habla de las tertulias donde destacaba Andrés Eloy y Miguel Otero Silva refiere en sus recuerdos de niño, que “gustaba oírlo conversar porque hablaba bonito y decía cosas alegres”. A los 19 años ya había ganado un premio de poesía y publicaba versos en “El Universal”; después, con 23 años, triunfó en otro concurso de carácter internacional con su “Canto a España”. En ese momento “se hizo célebre, se le abrieron todas las puertas, las mujeres se enamoraban de él y los ricos querían que les defendiera sus pleitos, porque era abogado además de poeta”.

En su caudal poético, de ingenio rápido e incisivo, ensayó brillantes imágenes de un modernismo a la venezolana que combina la tradición de Rubén Darío con la vibrante palpitación de lo típicamente nacional; asumió la dimensión del poeta popular por excelencia, reivindicó la copla y el romance; supo ser con dignidad, un intérprete fiel de su pueblo y al servicio  de su causa, hasta el sacrificio.

En España donde recibió el premio, después de “presenciar la ejecución de tres hombres en la Cárcel Modelo de Madrid, al día siguiente escribí “La Elegía del 5 de mayo” que habiéndome valido un regaño del Gobierno dictatorial de Primo de Rivera, me valió también un cambio de costado, un costalazo que debía repercutir en mis costillas y en mis pies contra los muros del Castillo de Puerto Cabello. Y allí vine a dar para encontrarme conmigo mismo, para encontrar mi propio camino, el que yo no había olvidado,…. Yo venía de la gesta y el romancero. Yo soy pues, y me enorgullezco de decirlo, un discípulo del pueblo. Si aprendí en la Universidad, si me gradué en ella, también es cierto que salí de ella con un rumbo en la vida; y que fue mucho después cuando el pueblo mismo, el dolor de ese pueblo, la angustia de ese pueblo, como el mejor de los maestros, hizo de mí, hasta como poeta, un hombre distinto del que era, y no me quejo”; nos lo confiesa  el propio Andrés Eloy.

Recoge en “Poda” sus versos y escribe un extraordinario pórtico donde expresa “Al dejar en este libro mis poemas de ayer, no los repudio. Los veo irse en el viento y amarillear en el verano, que a golpes lentos me desvistieron de ellos, y me dejaron solo, en mi primera intemperie. Sin la frondosidad de ayer, poco propicio al pájaro de viaje, cae el árbol a plomo en su propia raíz. Arriba, un tallo verde dirá la voz que ha quedado. Todo el sol puede ahora llegar al pie”

Con esa angustia de pueblo en el pecho, participó activamente en las jornadas universitarias del año 28, aunque no pertenecía a las promociones de los jóvenes rebeldes, él tenía más de 30 años, “era un abogado con bufete, un poeta laureado, una figura mimada por la sociedad y los periódicos. Sin embargo no vaciló un instante ante el compromiso con la patria”. Fue a parar con el dolor del pueblo, a la sala de torturas de La Rotunda y a un calabozo de ese lugar, luego al Castillo de Puerto Cabello, siempre engrillado, enfermo, incomunicado del mundo exterior, y allí estuvo por varios años hasta que sus verdugos creyeron que se les iba a morir de tuberculosis y la presión de muchos escritores de América y Europa logró que le pusieran en libertad. Del presidio salieron en pequeños trozos de papel u otros medios ingeniosos, porque en esa cárcel no había derecho a correspondencia, “varios libros muy hermosos (“Barco de Piedra”, “Baedeker 2000”, Malvina recobrada”, “La Juanbimbada”).

Fue confinado a un pueblo de Los Andes, donde el clima le ayudó a la recuperación de la salud; de ese tiempo con su vibrante corazón comprometido en el dolor del pueblo, inmortalizó en los versos la delirante fatalidad de destino de “La loca Luz Caraballo”, en su caminar incesante “de Chachopo a Apartaderos” contando los luceros con el doloroso desgarro del camino de la vida y de sus hijos. Les confieso que ese poema me conmueve hasta la lágrima.

Andrés Eloy fue concejal de Caracas y dejó obra notable de su pasaje municipal; en mis tiempos de ejercicio popular en el Concejo y luego como  Alcalde en Caroní, la lectura de su obra fue nutritiva enseñanza a nuestro desempeño. Sus imágenes verbales, sus anécdotas y consecuente discurso alimentaron algunas de nuestras actuaciones. Alguna vez en los años ochenta como concejal, ante un atropello de poder por la impertinencia ebria de un hombre del pueblo, nos tocó defender su dignidad con uno de sus versos “Madre, si me matan,/ ábreme la herida, ciérrame los ojos,/ y tráeme un pobre hombre de algún pobre pueblo,/ y esa pobre mano por la que me matan/ pónmela en la herida por la que me muero”.

Igual se puede referir en relación a lo que fue su trabajo parlamentario al frente de la Asamblea Constituyente de 1947, donde la amplitud y talento de Andrés Eloy sostenidos en la rapidez de su ingenio, replicaba con buen sentido del humor y claridad de propósito con el amor de la patria y compromiso del pueblo, lo cual permitió sortear situaciones difíciles que apuntaban por concluir a tiros. Escribió Miguel Otero Silva: “El poeta encauzaba y apaciguaba las pasiones por obra y gracia de sus espléndidas intervenciones, de su comprensión humana e incluso de sus punzantes epigramas sin veneno que enviaba desde la Presidencia a los parlamentarios de la oposición… y también a los del gobierno… Fue uno de los contados que logró sobreponerse a la marejada de sectarismos, de intolerancia, de violencias verbales que sacudió a los políticos de aquella época”. ¡ Cuánto hay que aprender de la historia para bien construir a Venezuela!

La política antes que elaboración de credos y legiones, es asunto de convicción en el humano servicio de amor al prójimo y de dignidad para aventurar la vida por una justicia y  libertad que alcance a todos.  Toca a quien pretenda su ejercicio “inspirado en grandes sentimientos de amor”, vivirlo como Martí…”Cultivo una rosa blanca/ en julio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca/ pero para el cruel que me aranca/ el corazón con que vivo,/ cardo ni ortiga cultivo…/ cultivo la rosa blanca”

De su coloquio bajo el olivo “Por mí, la flor en las bardas/ y la rosa de Martí,/ por mi combate en la altura/ y en la palabra civil/…. El bravo ataca al sistema/ y respeta al paladín,/ el Cid abre herida nueva,/ no pega en la cicatriz/….Por mí, ni un odio, hijo mío,/ ni un solo rencor por mí,/ no derramar ni la sangre/ que cabe en un colibrí…”

Con Martí y Andrés Eloy hago el encargo a mis hijas e hijos biológicos, también a los de la fecundidad espiritual, a los amigos y a quienes quieran escuchar, para que en este tiempo de patria nuestro, cargado de tormentos internos y acechos foráneos donde nos toca vivir como país, no se dejen anidar odios en el alma; que el justo esfuerzo que debemos todos por el sueño de siembra buena sobre esta tierra que acaricia el mar donde los caribes navegaron sus vidas con libertad, permita que así también podamos nosotros, navegar las nuestras.

En esta hora presente de Venezuela, todos tenemos el compromiso porque ese referente de humana poesía de Andrés Eloy Blanco, alcance a nuestras nietas y nietos, para que sea fortalecida vela donde recoger el viento que impulse la barca donde -cada una y cada uno-. “se haga a la mar” y también, para que sea fondo rocoso en la costa, donde afianzar el ancla en las noches tormentosas.

 

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