Madrid/Liverpool, 26 may (EFE).- No hay mucho espacio para el factor sorpresa desde lo táctico en el reencuentro de Liverpool y Real Madrid en una final de la Liga de Campeones. Los onces tan definidos como los dibujos de dos equipos amparados en el 4-3-3 como sistema de cabecera, que Carlo Ancelotti modifica en fase defensiva con un cuarto centrocampista en citas de grandeza, para aumentar la protección con la entrada del uruguayo Fede Valverde.
«Lo más importante para mí son las características de los jugadores, tú no puedes presionar arriba con un jugador gordo jugando en punta», bromea Ancelotti, ajeno a la presión de una gran final, a la cita con la historia, a la oportunidad de conquistar su cuarta Liga de Campeones y convertirse en el técnico más laureado de Europa.
Bajo la broma, que rebaja tensión en su entorno y la plantilla, se esconde una realidad. La idea que tenía de un sistema intocable, no es válida en el fútbol actual. Debes adaptarte a las virtudes del rival, pero sobre todo a las propias de tu plantilla. Enterró los cuatro centrocampistas tras el primer golpe del curso en casa del Espanyol.
Desterró el bloque bajo con la pobre imagen en el Parque de los Príncipes en la ida de octavos de final de ‘Champions’ ante el PSG. Ni un disparo a puerta, un descrédito inaceptable para ‘Carletto’.
DE UN SISTEMA INTOCABLE, AL RETOQUE CON FEDE VALVERDE
Llegó a afirmar el italiano que el 4-3-3 sería inamovible toda la temporada. Es el adecuado para las cualidades de sus jugadores más enchufados. Para premiar la evolución de los brasileños Vinícius y Rodrygo en las alas. Aunque el peaje fuese la falta de espacio para encajar la figura clave, desde lo físico, del uruguayo Fede Valverde; aunque no hubiese una demarcación para la continuidad del belga Eden Hazard. Jugar con molestias ‘ayudó’ a mantenerse en su idea a ‘Carletto’.
«El sistema no es innegociable». Su discursó varió cuando entendió que para ganar LaLiga le daba sobrado con su idea táctica pero que ante los rivales más duros en el camino a la final de París, debía fortalecer la medular donde habita un pivote, Casemiro, y dos interiores, Toni Kroos y Luka Modric, que son la clave del juego. La entrada de Valverde revitaliza el físico del bloque, permite adelantar metros en una presión a la que renunció por el perfil de sus jugadores de edad elevada de la segunda línea.
Alejado de la personalidad ególatra de otros entrenadores, Ancelotti huye del elogio. Prefiere repartirlo a colegas, como Jürgen Klopp. «Él y Tuchel han traído al fútbol algo nuevo. La escuela alemana ha llevado a que haya más intensidad y presión en los partidos, jugando con una organización defensiva muy adelantada». Y Ancelotti no se considera de la vieja escuela. Atento a la evolución continua del fútbol. Con su hijo Davide como representante de las nuevas ideas que siempre está abierto a incorporar en su libreto. El éxito está en la evolución. Es su máxima.
LA EVOLUCIÓN DE KLOPP
La pizarra de Jürgen Klopp ha variado mucho desde su llegada en 2015. El alemán se encontró con un equipo mucho menos lanzado y vertical que el de ahora. También mucho menos rápido, porque ha pasado de jugar con Philippe Coutinho y Adam Lallana en los costados a contar con dos de los jugadores más habilidosos y veloces como Sadio Mané y Mohamed Salah.
Estos fueron los puntales que permitieron el cambio de formación de Klopp, que dejó atrás el 4-2-3-1 de Brendan Rodgers para retomar el 4-3-3 de los equipos dominadores de la época. Con la llegada de Mané y Salah, el equipo pudo comenzar a explotar las bandas y a explorar el ataque desde ahí con las incorporaciones del canterano Trent Alexander-Arnold y del jugador del Hull City Andy Robertson. Los laterales son los puñales del libreto de Klopp, que les da libertad a la hora de llegar al área y que permite al equipo poder concentrar entre cinco y siete jugadores en los últimos tres cuartos de campo con asiduidad.
Hablar de estos dos es hablar, además, de dos de los mejores centradores del mundo. Por ello, ocupan el tercer y cuarto puesto, respectivamente en la clasificación de defensas más asistentes de la Premier League. Su capacidad de recorrer el campo en cuestión de segundos es muy apreciada por un Klopp que ha hecho de la presión otro arma letal. A ello ha contribuido el trabajo de futbolistas como Roberto Firmino, cuando era titular, y el sacrificio de Luis Díaz y Diogo Jota, que saben que no son ‘nueves’ ni extremos. Son parte de un mecanismo que requiere de su contribución para funcionar.
Por detrás, la figura del ‘box to box’ se hace protagonista del centro del campo. Para el ‘rock and roll’ de Klopp hacen falta jugadores que ataquen y cubran campo. El comandante de esa posición ha sido Fabinho, un ex del Madrid reconvertido desde el lateral. El brasileño actúa de ancla, escoltado siempre por jugadores con llegada, pero también con recuperación, como lo han sido Naby Keita, Jordan Henderson, Alex Oxlade-Chamberlaing y Giorginio Wijnaldum.
La disrupción a esto la trajo Thiago Alcántara, el jugador más ajeno al sistema que incorporó Klopp. Una oportunidad única de mercado, porque el Liverpool apenas pagó 25 millones de euros por el mejor centrocampista de Europa en ese momento. Una ganga que no pegaba con la vertiginosidad de los ‘Reds’, pero que, una vez pasado un periodo de adaptación de dos años, se ha convertido en imprescindible. El Liverpool ha aprendido a apreciar el cambio de ritmo de Thiago, su pausa y su control. Sin él, el Liverpool es más rápido, pero también más descontrolado.
En defensa, el jefe es Van Dijk, el encargado de distribuir la pelota desde atrás y de apagar los fuegos con su zancada. Suele estar cerca de Fabinho, para evitar complicaciones, pero también ha destrozado defensas, como la del Bayern de Múnich, con envíos largos a los costados. Su pareja, Ibrahima Konaté, ha necesitado de meses para hacerse imprescindible, pero la inversión -40 millones- y su edad -23 años- invitan a pensar que el futuro defensivo de los de Anfield pasa por sus botas.