AMÉRICA LATINA 1948-1998: DEL BOGOTAZO AL FORO DE SAO PAULO | ¿QUIÉN MATÓ A GAITÁN? (II-final)

 

Por. Luis Hernández Contreras

Desde el mismo momento en que fue abaleado Jorge Eliécer Gaitán, su muerte cayó en el más absoluto misterio. ¿Quién lo hizo? ¿Quiénes lo perpetraron? ¿Fue el acto de un solitario o el tejido de una confabulación? Estas y otras preguntas han tenido innumerables respuestas y múltiples apreciaciones se han vertido de este hecho que, indudablemente, cambió la historia de Colombia desde ese viernes 9 de abril de 1948.

A la par que Bogotá era incendiada y violada por una furiosa turba, el presidente Mariano Ospina Pérez se vio obligado a reorganizar su gabinete exclusivamente conservador. El 10 de abril, el nuevo panorama forzó armar un cuadro de seis ministros de un partido y seis del otro, asumiendo en el despacho de Gobierno, el liberal Darío Echandía. El controvertido líder conservador Laureano Gómez debió renunciar a la Cancillería, en consecuencia, a la presidencia de la IX Conferencia Interamericana.

Controlado el orden público y humeantes las cenizas de lo devastado, en el montón de cadáveres abandonados cerca del Palacio Presidencial, aún estaba el del hombre que fuera arrastrado por el populacho a lo largo de la carrera Séptima. Era el mismo que fue golpeado en la droguería “Granada” y al que no se le consiguieron documentos. Ahora, los principales diarios de Bogotá informaban que se había encontrado, en el traje de ese sujeto, una libreta militar y un certificado de policía que revelaban su nombre, Juan Roa Sierra. Notificaron que fue reconocido “por las uñas largas de los pies y por las huellas de violencia”, incluso ya sabían que tenía 26 años de edad y que había sido bautizado en el barrio Egipto; también, que vivía en el barrio Ricaurte y publicaron su fotografía. Su hermano lo identificó “con ciertas reservas”, pero la misma prensa escrita aseveró que la madre y la amante del occiso lo reconocieron. La versión oficial estableció que el asesino fue uno solo. Juan Roa Sierra fue descrito por un periodista, como “un hombre de pocas luces, perezoso, alejado de amigos y de su propia familia con excepción de la madre en cuya casa estaba viviendo desde meses anteriores al nueve de abril. Tuvo una amante, mujer casada con otro y separada del marido por razones que no están suficientemente aclaradas”.

Según parece, la viuda de Gaitán, Amparo Jaramillo, había anunciado que no enterraría a su esposo hasta que el presidente Ospina renunciara. Fue persuadida de abandonar esta idea y el jurista sería sepultado en su propia casa del barrio Santa Teresita, donde vivía desde hace doce años. El cadáver fue embalsamado y resguardado en una urna de metal a la que se inscribió una chapa con su nombre. El 20 de abril, día del sepelio, se le rindió homenaje en el Parque Nacional. A las 10 y media de la mañana todas las sirenas de Bogotá sonaron durante media hora, para indicar el inicio del acto que presidió el ministro Darío Echandía. Doscientas mil personas asistieron y no había guardias ni policías. Con brevedad, tres oradores intervinieron. Uno de ellos era el impetuoso dirigente liberal Carlos Lleras Restrepo.

En su hogar se quedó, sin proponérselo, Jorge Eliécer Gaitán, transformándose su bella morada en yerto sepulcro. Las infinitas colas de seguidores la convirtieron en sitio de peregrinación, agigantándose su figura de mártir y caudillo civil. Las gentes llevaban en su pecho el retrato de su ídolo y extenso era el desfile frente a su casa, igualmente en la acera de la carrera Séptima donde cayó.

Colombia tocó todos los extremos. Desde encuentros católicos con la presencia de un legado papal, humildes curas y estirados arzobispos, hasta la muerte repartida en sus pobres caseríos y aldeas. Conservadores y liberales, “chulavitas” y “cachiporros” como fueron llamados, se mataron en Chita, Quichoba y La Raya; también se cogieron a tiros en el Congreso, quedando un diputado muerto sin poderse reeditar los sucesos del Bogotazo, ante la rápida acción de la fuerza pública. El odio entre colombianos se trocó en tinta para dibujar un mapa de sangre.

Así se inició “la violencia”, como se conoce ese período de la vida colombiana que sumó doscientos mil muertos hasta 1958. El asesinato de un hombre en las calles de Bogotá desató los demonios que no duermen aún. Jamás se clarificó el crimen de Gaitán, desestimándose las opiniones de calificados expertos. En conclusión, todos los pareceres se han expuesto sobre este tema sin fin y sin verdad. La muerte de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, abrió las páginas de una Colombia inédita, marcándose el comienzo de una historia distinta.

 

 

 

 

 

.

 

 

Salir de la versión móvil