Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)
El conocido filósofo alemán Jurgen Habermas (nac. 1929) visitó al filósofo alemán Herbert Marcuse (1898-1979) dos días antes de que éste último falleciera. Habermas refiere que en esa conversación Marcuse le dijo : “¿Ves? ahora sé en qué se fundan nuestros juicios valorativos más elementales : en la compasión, en nuestro sentimiento por el dolor de otros” (1).
Eso que dijo Marcuse es muy interesante de analizar. En verdad la vida enseña que tener sensibilidad por el dolor del prójimo es una de las más importantes cualidades del ser humano. Sobre todo esa cualidad es crucial en personas que detentan cargos de poder en la jerarquía social. Por ejemplo, si un profesor es insensible ante los problemas que confrontan sus estudiantes evidentemente no puede ser un buen pedagogo.
De igual manera, si un gobernante carece de sensibilidad no puede ejercer bien su función. El autor italiano Niccolo Maquiavelo (1469-1527), en su conocida obra: ‘El Príncipe’ (1517) dice que en lo posible un gobernante debe tratar de ser considerado bondadoso y no cruel, pero en muchas ocasiones debe recurrir a la crueldad para mantener unidos a sus súbditos. Asimismo, Maquiavelo asevera que lo ideal es que un gobernante sea amado y temido al mismo tiempo, pero como rara vez se da ese caso, un gobernante que se vea obligado a escoger, debe preferir ser temido que amado, porque según este autor la mayoría de las personas son desagradecidas, veleidosas, ambiciosas de ganancias, etc., etc. (véase Cap. XVII). No obstante, estas apreciaciones de Maquiavelo son sumamente discutibles porque la historia demuestra que los gobernantes que han sido insensibles ante el dolor de la población pueden ser muy perjudiciales.
Por otra parte, tener sensibilidad ante el dolor de los demás evidentemente impide ser feliz cuando en una sociedad hay mucha penuria y sufrimiento.
Eso lo expresó con mucho acierto el filósofo inglés Bertrand Russell (1872-1970) en su ‘Autobiografía’ cuando dijo: “la soledad, la pobreza y el dolor hacen que la vida sea una mofa de lo que debería ser la vida humana. Anhelo aliviar el mal, pero no puedo y sufro” (2). Por eso, la única manera de que una persona sensible sea feliz es que viva en una sociedad en la que haya justicia social, riqueza, educación, cultura, etc…Es decir, una sociedad que cumpla con esos pre-requisitos para que todos los demás también puedan ser felices.
Por otra parte, en psicología hay evidencias de que cuando una persona se siente bien es más proclive a ser altruista. El psicólogo estadounidense Martin E. P. Seligman (nac. 1942), que fue presidente de la ‘Asociación Norteamericana de Psicología’ lo refiere y vamos a citar sus palabras: “Antes de ver los datos, yo creía que las personas desdichadas – por identificarse con el sufrimiento que conocen tan bien – serían las más altruistas. En consecuencia me sorprendí con los resultados sobre estado anímico y ayuda a los demás, que revelaban sin excepción que las personas más felices tienen mayor tendencia a demostrar altruismo. En el laboratorio, los niños y los adultos que se sienten más felices manifiestan más empatía con los demás y están más dispuestos a donar dinero a los que tengan necesidad. Cuando nos sentimos felices, nos centramos menos en nosotros mismos, nos agradan más las demás personas y queremos compartir nuestra buena fortuna aún con las personas desconocidas. Cuando nos sentimos mal, en cambio, nos volvemos desconfiados, nos retraemos y nos concentramos de manera defensiva en nuestras propias necesidades” (3).
Por otra parte, grandes autores han enfatizado la importancia de ser altruista. Por ejemplo, el filósofo chino Confucio (551-479 A. de C.) expresó en la colección de dichos conocida como ‘Analectas’ (4) lo siguiente: “El Maestro dijo: Es el humanismo lo que atrae en una comunidad. Si por propia elección alguien no se dedica al humanismo ¿Cómo obtendrá sabiduría?” (Libro IV, sección 1) y más adelante: “El Maestro dijo: Si alguien dedica su corazón al humanismo, estará libre de maldad” (Libro IV, sección 4). Asimismo, en el Nuevo Testamento, Jesucristo dice: “Más bienaventurado es dar que recibir” (‘Hechos de los Apóstoles’, 20: 35). También podemos recordar la ‘Parábola del Buen Samaritano’ (‘San Lucas’, 10: 25-37). En ella se cuenta que un judío es atracado y herido en un camino, pero no es auxiliado por un sacerdote judío ni por un levita que lo vieron en su desgracia y pasaron de largo. En cambio un samaritano sí lo auxilió, a pesar de que los samaritanos eran execrados por los demás judíos. Entonces Jesucristo pone como ejemplo a ese samaritano. No obstante, esta parábola es digna de analizar. El samaritano tenía dinero y pudo auxiliarlo. Recordemos cuando el samaritano lleva al herido a un mesón y al partir: “Sacó dos denarios y los dio al mesonero y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese” (‘San Lucas’, 10:35). Margaret Thatcher (1925-2013) que fue Primera Ministra del gobierno británico entre 1979 y 1990, dijo en una ocasión: “Nadie recordaría al Buen Samaritano si él solamente hubiera tenido buenas intenciones. Él también tenía dinero” (5).
Esto que dijo Thatcher es una gran verdad: Sin dinero ni recursos es muy difícil ser altruista y ayudar de manera efectiva a los necesitados.
NOTAS: (1) Referido por Habermas en pag. 296 en ‘Perfiles filosófico-políticos’ (Edic. Taurus, Madrid). También se puede ver la cita en pag. 69 en Adela Cortina (1985) ‘Crítica y Utopía: La Escuela de Francfort’. Edit. Cincel. Madrid. (2) ‘Prólogo’ de la primera parte de la ‘Autobiografía’ de Bertrand Russell publicada en 1967. (3) Pag. 43 en Martin Seligman (2002) ‘Authentic Happiness’. Free Press. (4) He utilizado la edición ‘Confucius. The Analects’. Translated by Raymond Dawson. Oxford World Classics (1993) (5) Pag. 247 en Michael Macrone (1993) ‘Brush Up Your Bible’. Gramercy Books.