Donde encontramos el Banco Venezuela (Av. 10. Calle 6) era un largo corredor de piedras. Allí llegaban agricultores de los más lejanos paramos trujillanos con sus cargas de hortalizas, verduras y frutos para vender en el mercado a cielo abierto donde está hoy la Plaza Bolívar…Pagaban un bolívar por derecho a “estacionar” carretas y animales en el lugar, a la vez que había un eficiente grupo de muchachos que bañaban burros, mulas y caballos, quedando como nuevos para la faena de regresar al terruño de donde habían partido…
Frente a la plaza, hoy, está la Alcaldía, existió la “casa de los corredores”, pequeños negocios donde se conseguía de todo como en botica. Sobresalían las mesas de billar y su respectivo brindis con miche sanjonero. La venta de ricas comidas criollas en fogón de leña. Mercancía seca. El comerciante más adinerado era Hernán Peña, quien tenía fama de ser más agarrado que “viejita montada en moto”.
Doña Victoria, se hizo más que célebre por esas calles de nuestra urbe. Vendía una exquisita leche de vaca, se ufanaba ante los clientes con aquello de: “les juro que no tiene agua”…Su eslogan: “De la vaca a su casa, la mejor leche trujillana” …Don Salvador de Albencio ofrecía las camisas “Arrow” y kaki importado, en diciembre, el negocio estaba a reventar, por la gran cantidad de personas que acudían a comprar…
El cine “Principal”, el único que existía en aquella Valera de calles de piedra, estaba situado en la Av. 10, entre calles 10 y 11. Los espectadores tenían que llevarse su silla si no quería disfrutar el peliculón de pie… En la entrada del teatro se formaba “el corre-corre” para comprarle chicharrones calientes al señor Pedro Castro. El que entraba al cine y no llevaba donde sentarse, optaba por acomodar sus “posaderas” en el suelo por lo largo del peliculón blanco y negro…
“Tatari” y el “Colorado” nadie les hacía competencia como fotógrafos por una razón sencilla: fueron en aquel entonces los únicos que existían en el poblado…Verdaderos artistas de la fotografía en la comarca rodeada de cañaverales. Los campesinos que llegaban de zonas vecinas se convirtieron en los mejores clientes, en las franjas rurales no conocían fotógrafo alguno.
“Para chuparse los dedos”
En 1946, sobresalía en el centro de Valera, el restaurant “El Rialto”, ubicado a pocos metros de la iglesia San Juan Bautista. La comida que servían era más que exquisita: para algunos, como comer en la propia casa por las gratas atenciones del señor Benito Matos, dueño del establecimiento y hombre de gran corazón… Pordiosero que entraba al negocio con la “barriga pegada al espinazo”, salía con una sonrisa de oreja a oreja por la “comelona” que le proporcionaban en el restaurant…
Benito Matos se ganó el aprecio del colectivo valerano por ese “don especial” de gente…Le nació una hermosa hija que con el correr de los años se convirtió “en el eterno amor” del expresidente Carlos Andrés Pérez…
Mojito trujillano…
En aquella Valera trabajadora, cada familia tenía su maquinita de moler maíz marca “Corona”. En el patio de las casas no faltaba un gallinero, en la cena resaltaba el mojito trujillano. Los domingos después de misa, y uno que otro regaño a la feligresía por parte de Monseñor Cardozo, se compartía en familia un suculento hervido de gallina negra…No existía el papel higiénico, los parroquianos se limpiaban el trasero con periódico o las populares “tuzas”.
La Plaza Bolívar lucía totalmente enrejada. A las 8 de la noche, el policía “Alma grande” hacía sonar su enorme pito chirriador que se escuchaba una cuadra a la redonda. El vecino que no estuviera pilas con el sonido del pito, o se quedaba dormido en un banco, permanecía encerrado toda la santa noche en el lugar hasta el amanecer del nuevo día. Había que esperar el momento en que “Alma grande” abría de nuevo las puertas que daban acceso a la plaza y marchar a casa a terminar de echar “el camarón” …
Las arepas de doña Carmen
Frente al cine Delicias (calle 14, con Av. 16) las arepas rellenas de hígado y las espaguetadas hicieron historia; lo más cumbre, Carmencita se llevó el secreto de tan exquisita comida a la tumba. Allí también se hacían las llamadas “colas” en aquella Valera de hace 55 años para degustar la famosa arepa “reina pepeada”.
Si algún parroquiano protestaba por la tardanza en llegar el servicio de comida a su mesa, doña Carmen, con mucha paciencia, exclamaba: “Primero voy a atender a “mi nene” y después al público de galería, y al que no le guste, pues, que no coma” … El “nene” al que se refería “Carmencita” era nada más y nada menos que Alirio “Pata é croché”, de dos metros de altura, unos doscientos kilos de peso, y la fuerza de un toro… Se convirtió en el primer vendedor de perros calientes que conoció nuestra ciudad. Su grito guerrero retumbaba en los oídos de los parroquianos: “lleeegaaaarooon looosss peeerrooosss”…
Alirio, se gozaba la ciudad, la gente lo amaba, tenía un carisma muy particular para tratar a las personas… Al instante en que observaba pasar por su lado a una dama sumamente elegante, le decía a viva voz: “vengaaaa pá echarle los perros”, la mujer seguía su camino con una gran sonrisa, sintiéndose agasajada por tan famoso personaje…
A correr que tiran piedras…
En agosto de 1899, los valeranos estaban con mucho miedo, un gran “culillo”, en todo rincón lo que se hablaba era de la invasión que se avecinaba a la cabeza del General Cipriano Castro…El gobernador del Gran Estado de Los Andes era Juan Bautista Guerra… Dirigiendo la oficina telegráfica de Valera estaba Santiago Muso, quien había recibido una orden tajante y sin protesta, de parte del General Juan Bautista: “esta oficina no me la abandona usted por nada del mundo, me mantiene informado en relación a las tropas invasoras que bajan por Timotes”.
El jefe del telégrafo mantenía informado al General del avance de las tropas que cada hora se acercaban a Valera…El 15 de agosto de 1899, a las seis de la tarde, entraron triunfantes a la ciudad el General Cipriano Castro y su ejército revolucionario… El último comunicado que llegó a manos del Gobernador Juan Bautista, enviado por el telegrafista Muso, decía lo siguiente: “Oigo vivas. Suenan tiros. Se escuchan exclamaciones, Cierran puertas”… “Yo me voy…Yo me voy” …Yo me voy”
Y que siga la fiesta…
En la década de los años 60 y 70 las fiestas se realizaban en las mismas casas de familia, el que tenía buen dinero, alquilaba un club…Se hicieron célebres los “arroceros” o “coleados”; jóvenes a quienes nadie había invitado a la pachanga, pero estaban allí, bebiendo, comiendo y bailando en “una pata”… “Los arroceros” sobresalían como grandes bailarines, le ponían más sabor y alegría al fiestón.
Los populares “coleados” se hacían acompañar de los últimos discos de moda, música bailable que facilitaban al dueño de la casa y así ganarse la simpatía de la familia anfitriona. El slogan: “y que sigaaaa la fiesta”… En mi vecindario, los “arroceros” que se dieron a conocer en la ciudad, sobresalían; mi hermano Pedro, el flaco Henry, “el piorro”, Ferry, “el económico”, “El chingo Hernández” … La “gorda Cabrita”, por ser sumamente corpulenta se gozaba las fiestas bailando en la acera, en la entrada de la vivienda donde se celebraba la parranda.
Como no falta un “diablo en misa”, al joven que sacaban de la fiesta por no ser invitado, en venganza, iba y buscaba una buena porción de pimienta negra y la lanzaba a la sala donde estaba “prendido” “el chachachá”. Las parejas que bailaban, a los pocos minutos iban sintiendo un fuerte olor a ”pedo químico”, la sala de baile quedaba solitaria, mientras los dueños del fiestón se daban a la tarea de limpiar el salón de baile con grandes ventiladores para alejar la pestilencia que allí se respiraba…
Mi gente…
Ustedes se imaginan nuestra querida Valera y sus siete colinas sembradas de trinitarias, el espectáculo sería más que maravilloso…Se imaginan los edificios a lo largo de la Av. Bolívar arropadas con todo tipo de enredaderas vegetales, que sus calles sean invadidas por árboles y flores. Convertirla en “la ciudad jardín” …Todos nos merecemos una mejor ciudad, más eficiente, más segura, más hermosa… Valera puede ofrecernos mejores condiciones de vida, si todos nos lo proponemos. (Escuela de liderazgo y valores, Universidad Valle del Momboy). Fuente…” La Valera de ayer y de siempre”. Padre Juan D. Dios Andrade… Maestro, Juan Morillo.
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