Seguramente, no hay venezolano que no haya escuchado comentar de un pueblechón llamado La Puerta, al que sus afectos le han agregado «de los Andes», lo que ha generado en la gente un íntimo interés por conocerlo. La Puerta, de hermosos paisajes, agradable clima, de gente contemplativa y amable, que en prosa insuperable, cargada de poesía, describió en su única novela el maestro don Mario Briceño Iragorry. Allí nació, Alirio Ocanto Izarra, eximio compositor y cantante, que rindió un hermoso tributo musical a su terruño. Lo intituló La Puerta, un bello canto que mueve la querencia, la identidad y el recuerdo de este pueblo andino, siendo además un importante esfuerzo que fortalece nuestro gentilicio local.
De gran sensibilidad social, el maestro Alirio, fue espontáneo colaborador con las causas que favorecieran a la infancia y la familia, en una oportunidad como director del Senifa, 2004, le plantee a él y a su hermano Rigo, la idea de un evento musical y de reconocimiento para las madres cuidadoras, trabajadoras y ayudantes de los Hogares de Cuidado Diario de la región, les pedí que en forma muy sencilla cantaran unas pocas piezas criollas para darle un día distinto a las madres cuidadoras, y no contábamos con sonido ni con presupuesto para eso e inmediatamente, sin discutir, se sumaron a la propuesta.
Eran tiempos de Navidad, el acto, que en realidad era un compartir de comidas preparadas por dichas madres entusiastas y la entrega de reconocimientos, lo realizamos un sábado en la mañana, en el gimnasio del complejo deportivo de San Luis, en Valera. La sorpresa que recibieron fue, que vieron llegar a unos señores que se presentaron con su sonido profesional y luego sacaron sus instrumentos, y el conjunto, les obsequió un bello concierto musical, que hizo vibrar, cantar, bailar y llenó de gran satisfacción al grupo de mujeres que sin sueldo, con limitaciones económicas y con mucha vocación de servicio, atendían los multihogares trujillanos. No cobró un solo céntimo por la actuación de los Ocanto, muestra de su vasta y demostrada generosidad.
Alirio Ocanto Izarra, nació en La Puerta, estado Trujillo en Venezuela, el 11 de julio de 1944. Sus padres, Esteban Ocanto y María Cleofe Izarra. Los primeros años de su vida, transcurrieron en su pueblo natal, en un ambiente rural, austero y de mucha paz y tranquilidad. La Puerta en la cuarta década del siglo XX, fue como todos los pueblos andinos, una pequeña comunidad agrícola, cuyas preocupaciones se inclinaban por la sobrevivencia de la familia, las algaradas políticas y las festividades religiosas y populares. Alirio, el de los Ocanto, como todo muchacho, siempre tuvo interés por estos pasajes del pueblo, sin embargo, el centro principal de su interés, fue ante todo la música.
A los 15 años, se encontraba viviendo en el barrio El Milagro, de la ciudad de Valera. Alirio, a los 16 años de edad, elevándose por encima de la cotidianidad de su vida, encontró el cauce que necesitaba para desarrollar sus magistrales facultades artísticas. En 1960, se inicia como ejecutante en el conjunto de música criolla Cuerdas de Plata, donde desempeñó el rol de maraquero, época en que las actuaciones en vivo eran en Radio Valera y en Radio Trujillo, otras en los distintos ateneos de la región. También integró el primer grupo de gaitas de Valera, denominada Los Bel Vis, que pugnaba en 1962, con el de Bellavista, Los Porfiaos, con el cantante Emiro Salas.
Su búsqueda de superación y su perseverancia, con todo lo relacionado con la música, su total entrega al trabajo artístico, su disciplinada actitud, lo llevan a comenzar el aprendizaje autodidacta del difícil instrumento: Arpa, cuya cuna y maestros están en los Llanos venezolanos, fue admirador del arpista Juan Vicente Torrealba. Con su empeño y perseverancia, se convirtió en el diestro trujillano del arpa. Recuerdan en la familia, que Alirio tenía la aspiración de adquirir un buen instrumento, de buena calidad, para mejorar el sonido de sus actuaciones, lo que era económicamente prohibitivo para él en ese momento. Una de sus anécdotas, que persiste en el recuerdo, fue un día que vino de gira a Valera, Magdalena Sánchez y su conjunto, y Alirio observó el arpa que traía, al culminar el espectáculo, nuestro personaje le había comprado el arpa.
Con sólido manejo del complejo instrumento, integra como fundador las agrupaciones Cuerdas de Plata, Arichuna, Alma Criolla, Venezuela en Arpa y finalmente Alirio Ocanto y su conjunto, lo que le valió representar al estado Trujillo en eventos de carácter nacional e internacional.
En la década de los 60, siglo XX, acompañó a famosos artistas de rango internacional como el mexicano Marco Antonio Muñiz, el folclorista sureño Indio Araucano, y el bolerista Julio Jaramillo. Igualmente, pudo acompañar a grandes figuras del canto criollo como Alfredo Sadel, a Mario Suárez, Rafael Montaño, y a Magdalena Sánchez. En la década siguiente, acompañó a los cantantes Eleazar Agudo, el de la magistral interpretación de Conticinio; igualmente, a Héctor Cabrera, Luis De Ubaldo, Enrique Rivas.
Durante los años 80, se lució en el acompañamiento del recio Freddy López, Cristóbal Jiménez, y la dulce voz de María Teresa Chacín, figuras del panorama musical nacional y también en el regional.
Su vida, además de la música, la dedicó a su familia, casado con la Dra. Emma Cordero Paredes, procreando dos hijos: Aissa Mareli y Manuel Alejandro Ocanto Sánchez, hoy profesionales universitarios.
En su ambiente laboral, con límitadas condiciones y retribuciones, se sumó a la lucha gremial y estuvo muy comprometido con la causa del folclore venezolano y particularmente, del trujillano.
Debido a su loable labor, obtuvo variados premios y reconocimientos. Conocido lo virtuoso que fue, le llegaron varias peticiones para que compartiera sus técnicas y destrezas en la ejecución del arpa, y se incorporó al mundo de la docencia, donde impartió clases de este instrumento, formando buenos arpistas en nuestra entidad. Sus colegas y amigos, coinciden que una sus más virtuosas interpretaciones al arpa, era la que hacía de El pájaro campana.
Corre el año 2.000, y dentro de sus asignaturas pendientes, estaba una relacionada con su lar nativo, con el que se sintió muy identificado, así, un día de este año, y con el mayor de los orgullos compuso en un verso fino y alegre, su canto enaltecedor del terruño, y su acrisolada voz se lució cuando expresó:
En un bello lugar,
de mis Andes queridos,
se encuentra La Puerta,
rinconcito escondido,
con sus bellas mujeres
de rostro angelical,
con aires parameros
sus campos floridos.
El nombre de Alirio Ocanto, brilla con luz propia dentro de una prestante generación de artistas venezolanos, que le dieron lustre al firmamento musical criollo, sin embargo, a pesar de su prestigio y luminosidad profesional, fue un hombre sencillo, fraterno, socializador; a menudo, nos encontramos en donde el recordado «Gato César», a la entrada del caserío Santa Bárbara, entre El Molino y La Puerta, en la misma rivera de nuestro Bomboy, sitio que durante muchos años, fungió como lugar abierto y de encuentro de los bohemios, artistas, jugadores de billar, baraja, dominó y de los juegos propios de Semana Santa, tiempos decembrinos y otras fechas tradicionales. Muy cerca del pozo, cuidado por el mismo Gato César, por estar repleto de peces de colores, y debajo del árbol, nos reunimos. Luego de sus azarosas giras y actuaciones profesionales, porque ser músico fue su trabajo y diario trajinar, no dudaba en sacar su arpa, y seguidamente, iban los presentes arrimando sus sillas, para deleitarse con su toque y su canto. Eran experiencias sociales, culturales y musicales, distintas, que nos llevaron a convivencias alegres y fraternas con él.
Siempre alegre, jovial, cuando se encontraba con alguien conocido o nuevos conocidos, lo halagaba contándole un chiste de su particular repertorio, quizás por eso, sus amigos le llamaban «Tatarilla». Debemos incluir un hecho anecdótico, que le ocurrió en la ciudad de Maracaibo, al culminar una presentación muy exitosa, de efusivos aplausos y alegrías, le ocurrió algo inesperado; recogiendo los instrumentos se le acercó una dama, le tomó las manos, se las besó y le dijo: – Dios se las cuide, porque son prodigiosas; lo que lo dejó sorprendido.
Su arpa y su música la difundió por toda Venezuela; sin embargo, durante dos décadas, presentó los viernes y sábados, su espectáculo Venezuela en Arpa, en el salón de la Fuente de Soda Central de la ciudad de Valera, acompañado de las voces de María Blanco, Chucho y Freddy Hernández.
Un día que decidió tomar reposo y suspender sus actuaciones musicales, se encerró en su casa en La Puerta, y comenzó a expresar su incansable vena artística, en otra faceta, la de tallador de madera, creando figuras, rostros, escenas, que valieron el mérito de ir a exposiciones de carácter nacional.
Alirio Ocanto falleció el 2 de febrero de 2018. Sin duda, los arpegios del maestro, seguirán arrullando a la hermosa puebla donde nació. Su muerte suscitó en nuestra Parroquia, así como en un abundante grupo de hombres y mujeres del campo artístico, de la cultura y de la música, una multitudinaria expresión de dolor, conmovidos por esta pérdida irreparable.
El maestro Ocanto, consagró sus esfuerzos, su conocimiento y experiencia de maestro al servicio de las nuevas camadas de artistas que hoy dinamizan el promisor movimiento musical trujillano, siendo además, un varón puertense de excepción, que hoy recordamos e inscribimos en el registro de protagonistas de nuestra historia local.