Las hembras de los mamíferos cuando están en su fase fértil de ovulación manifiestan lo que se llama un ‘período de celo’ o ‘estro’ que es muy conspicuo, bien sea porque sus genitales se hinchan o se colorean de manera muy llamativa, o bien sea porque emiten olores muy fuertes, todo lo cual atrae sexualmente a los machos. La única excepción entre los mamíferos es la hembra humana que tiene una ovulación oculta (críptica), es decir, una fase fértil que no se manifiesta de manera conspicua, y frecuentemente ni siquiera la misma mujer se percata de que está ovulando. En realidad, cuando la mujer está ovulando tiene un aumento de temperatura corporal muy pequeño y cambios en la mucosidad vaginal, pero son imperceptibles.
Cuando las mujeres están ovulando, tienden a vestirse de una manera más sexi y tapándose menos su cuerpo, tienden a hablar con más locuacidad y creatividad, y prefieren ver imágenes de hombres varoniles y escuchar voces de hombres varoniles. También tienen el sentido del olfato incrementado y tienden a tener más actividad moviéndose de un sitio a otro. Las mujeres no están conscientes de estas cosas, pero ya están bien comprobadas. Por otro lado, los hombres son capaces de percibir olores de una mujer que está en fase fértil, aunque no los perciban conscientemente. En el año 2004 se publicó un importante trabajo en el cual se describen estudios que se hicieron con muchachas universitarias que durmieron solas y con una misma franela durante los días de su fase fértil. En otras fases post-ovulatorias usaron otras franelas, y luego cuando a los varones se les dio a oler las diversas franelas, en el 75 % de los casos prefirieron (sin saberlo) las franelas usadas al final de la fase folicular, es decir, precisamente en el comienzo de la ovulación. Adicionalmente, cuando las muchachas consumían anticonceptivos hormonales que suprimen la ovulación, entonces desaparecía esa preferencia de los varones.
No obstante, quizás la evidencia más impresionante es la del estudio que se hizo con muchachas que son ‘lap dancers’, es decir, lo que podríamos traducir como ‘bailarinas de regazo’. En muchos países hay negocios en los cuales el hombre cliente está en un sitio relativamente privado, vestido y sentado, viendo a una muchacha que le hace un striptease particular bailando de manera insinuante y provocativa, y ella se sienta varias veces semidesnuda o desnuda en su regazo, y luego a veces pueden tener relaciones. El caso es que en una investigación que se hizo con unas bailarinas y se publicó en el año 2007, se encontró que cuando estaban en la fase de máxima fertilidad, en unas 5 horas de trabajo, obtuvieron un promedio de $ 355 en propinas adicionales al pago. Cuando estaban en la fase luteal (después de la ovulación) obtuvieron un promedio de $ 260 en propinas, pero mientras tenían la menstruación solamente obtuvieron $ 185. No se sabe si en la fase de máxima fertilidad ellas emitían feromonas (sustancias atrayentes sexuales que emiten muchos animales) y los hombres olían inconscientemente esas feromonas, o ellas bailaban y se comportaban de manera más sensual por estar en esa fase. Pero obviamente algo pasaba y los hombres lo detectaban y respondían, aunque fuera inconscientemente.
En conclusión, la hembra humana no tiene un ‘estro’ como las demás hembras de mamíferos, pero en su fase fértil emite señales sutiles que el macho humano detecta, aunque ni ella ni él estén conscientes de lo que sucede (1).
De todas formas, la etapa fértil de la hembra humana no es conspicua, y eso es un gran enigma…Todavía no hay ninguna explicación evolutiva darwiniana satisfactoria, pero se han propuesto algunas hipótesis.
El neonato humano nace muy desvalido y requiere de mucho cuidado de su madre y de su padre. Las evidencias antropológicas indican que en la mayoría de las sociedades ha predominado la monogamia o una poliginia moderada (un hombre con unas pocas mujeres). Esto tendría una explicación biológica evolutiva: Un hombre debe tener alguna seguridad de que sus hijos son realmente suyos, es decir, portadores de sus genes, aunque ese hombre no sepa nada de genética, porque él tiene que invertir esfuerzo para criar a esos hijos. Sería un comportamiento instintivo igual que el de muchos animales. Por ejemplo los machos de muchas especies cuando se relacionan con una hembra, matan a los hijos que ella haya tenido con otros machos pero protegen a los hijos propios. Los hombres no matan a los hijos de otro hombre pero prefieren a los hijos propios. David Barash (nac. 1946) es psicólogo darwiniano emérito en la Universidad de Washington, y ha propuesto una hipótesis muy controversial: La hembra humana desarrolló evolutivamente una ovulación críptica porque le permitió más autonomía sexual (2). Para la mujer, la reproducción implica un enorme esfuerzo (parto riesgoso, criar la progenie), un esfuerzo mayor que en otras hembras de mamífero, y por eso se desarrolló por evolución su autonomía para ‘escoger’ hombres de su preferencia. En el caso de una mujer sin pareja, una ovulación conspicua la expondría a que muchos hombres fueran atraídos y la forzaran a tener relaciones. En el caso de una mujer con pareja, una ovulación conspicua haría muy fácil que su hombre la pudiera controlar, porque bastaría con impedirle durante esa etapa que ella pudiera tener relaciones con otro. Una ovulación críptica le permitió a la mujer (sin pareja o con pareja) escoger sus hombres y eso pudo dar como resultado una progenie mejor dotada desde el punto de vista genético, por lo cual una ovulación críptica fue seleccionada favorablemente. En el caso de una mujer con pareja, le facilitó poder escoger otros hombres.
Según David Barash la monogamia es un mito. En efecto, en su obra: ‘El Mito de la Monogamia. Fidelidad e Infidelidad en Animales y Personas’ (3) proporciona ejemplos de especies de animales que establecen relaciones monogámicas, pero hay infidelidad. En el caso del humano está comprobado que tanto el hombre como la mujer son infieles, el hombre mucho más que la mujer. Las investigaciones con ADN han detectado que entre 5 % y 30 % de los bebés en Estados Unidos e Inglaterra no son hijos del supuesto padre biológico (4). David Barash proporciona un valor de 10 % (5), lo cual de todas formas es muy elevado, porque una mujer puede tener muchas relaciones sin quedar embarazada.
La hembra humana manifiesta otros enigmas biológico-evolutivos y uno de ellos es su orgasmo.
En el hombre el orgasmo y la eyaculación ocurren cuando el pene es estimulado, y en la mujer el orgasmo está muy ligado a la estimulación del clítoris. El pene y el clítoris derivan del mismo tejido embrionario: ‘la cresta genital’. Sin embargo, el misterio comienza cuando sabemos que el clítoris tiene más de 8.000 terminaciones nerviosas, lo cual es el doble de las que tiene el pene…¡El clítoris es mucho más sensible que el pene!…La única función conocida del clítoris es la sensación sexual y el orgasmo. Pero aquí continúa el misterio porque hay mujeres ‘anorgásmicas’ (que nunca tienen orgasmo), hay mujeres que solamente tienen orgasmo ocasionalmente en sus relaciones sexuales y hay mujeres que son ‘multiorgásmicas’ en una relación, mientras los hombres solamente tienen un orgasmo al eyacular. Por supuesto, es posible que muchas mujeres pudieran tener orgasmo si fueran excitadas adecuadamente. Asimismo, en el caso de muchas mujeres el orgasmo es suscitado más fácilmente estimulando el clítoris de manera orogenital, o por estimulación táctil, que por la inserción del pene en la vagina. Esto probablemente refleja que el clítoris y el pene tienen un mismo origen embrionario y el clítoris no está dentro de la vagina. Es decir, el orgasmo femenino no está bien diseñado para ser alcanzado por medio de la penetración pene-vagina. Según una investigación publicada en 2005, un 33 % de las mujeres respondieron que nunca han tenido orgasmo en una relación sexual. En comparación, un 20 % de las mujeres respondieron que nunca han tenido orgasmo al masturbarse. En otras palabras, un 67 % de las mujeres son orgásmicas al menos ocasionalmente durante sus relaciones sexuales, mientras un 80 % experimentan orgasmo de manera regular al masturbarse. Eso quizá sea porque al masturbarse se estimulan directamente el clítoris. También se ha descubierto que las mujeres que sufren de disfunción sexual tienen reducida la inervación del clítoris por el nervio pudendo.
La antropóloga y primatóloga estadounidense Sarah Hrdy (nac. 1946) ha señalado que la mujer tiene una mayor potencialidad sexual que el hombre, por el caso de orgasmos múltiples. Ella refiere que las hembras de chimpancés y de monos babuinos, buscan estimular su clítoris y tener orgasmos por medio de múltiples relaciones sexuales con sucesivos machos, uno después del otro. Ella dice que en el caso de los humanos, quizá en un pasado remoto era igual. De hecho, la monstruosa clitoridectomía actualmente en gran parte del este y norte de Africa se basa en la creencia de que una mujer sin clítoris, es una esposa más fiel. Pero Hrdy dice que luego el orgasmo femenino pudo contribuir a fomentar relaciones más estables de pareja. En efecto, hay evidencias de que las mujeres pueden alcanzar mejor su orgasmo con hombres conocidos porque se sienten más relajadas y en confianza para plantear lo que les gusta, lo cual facilita que sean satisfechas. Por otra parte, David Barash propone una ‘Hipótesis de Evaluación’. En un estudio con 202 mujeres occidentales en edad reproductiva, publicado en 2004, se encontró que 76 % dijeron que para ellas experimentar orgasmo con un hombre era importante o muy importante, y 6 % dijeron que era algo poco importante o muy poco importante. Entonces el hecho de que la mujer no siempre tenga orgasmo, y cueste lograr que lo tenga, quizá podría explicarse evolutivamente porque le permite ‘evaluar al hombre’. Según David Barash, un hombre que sea cariñoso, amoroso, y se esmere para que ella se excite y tenga orgasmo, por ejemplo estimulándole mucho el clítoris antes de penetrarla, y táctilmente durante la penetración, probablemente se comportará mejor como pareja y futuro padre de los hijos (6)…Por supuesto, todos estos planteamientos solamente son hipótesis tentativas y no han sido demostrados.
NOTAS: (1) Toda la información sobre este punto se ha tomado de Pags. 28-29 en David Barash (2012) ‘Homo mysterious. Evolutionary Puzzles of Human Nature’. Oxford Univ. Press. New York. (2) Pags 21-25 en David Barash (2012), Op.Cit. (3) David Barash (2001) ‘The Myth of Monogamy. Fidelity and Infidelity in Animals and People’. W.H. Freeman (4) Pag. 86 en Jared Diamond (1992) ‘The Third Chimpanzee’. HarperCollins Pub. (5) Pag. 162 en David Barash, (2001), Op.Cit. (6) Pags. 49-64 en David Barash (2012), Op. Cit.
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