Berlín, 19 jun (EFE).- A tres meses de las elecciones generales, el conservador Armin Laschet se ha consolidado como favorito para suceder a Angela Merkel, el relevo más continuista, salvo que sumen fuerzas verdes, socialdemócratas y los emergentes liberales.
La batalla por la Cancillería, en las primeras elecciones generales desde 2005 sin Merkel, apunta a un pulso entre aspirantes que compiten entre si por representar el centro desde perspectivas distintas.
Laschet, líder de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel, se ha recuperado de la debilidad inicial que marcó su designación como candidato, en marzo. Los sondeos le sitúan ahora sobre el 28 % de los votos, ocho puntos más que a la candidata de los Verdes, Annalena Baerbock, según pronósticos de las televisiones públicas ARD y ZDF.
Se le percibe como el sucesor natural de la canciller. No solo por ser el aspirante del bloque conservador, sino porque, dentro de éste, defiende la vía centrista frente al derechismo de su rival interno, el líder bávaro Markus Söder.
Baerbock representa el cambio, desde una perspectiva moderada o «ecologismo realista». No propone vías rupturistas, sino lo que denomina un pacto con la industria para posibilitar la transición hacia una economía verde.
Los sondeos dispararon las opciones de Baerbock tras su designación como candidata, en marzo. Ahora ya no ocupa la primera posición en intención de voto, pero el mero hecho de que sea la perseguidora de Laschet altera el bipartidismo clásico alemán.
Durante décadas, conservadores y socialdemócratas se han alternado el poder. En la historia de la República Federal de Alemania (RFA) ha habido cinco cancilleres conservadores -Konrad Adenauer, Ludwig Erhard, Kurt Georg Kiesinger, Helmut Kohl y Merkel- y tres socialdemócratas -Willy Brandt, Helmut Schmidt y Gerhard Schröder-.
El ascenso de los Verdes ha roto este binomio. El Partido Socialdemócrata (SPD) está en tercera posición en intención de voto, con un 15 %, sin que se le vislumbren fuerzas para remontar.
Ello no impide a su candidato, el ministro de Finanzas, Olaf Scholz, sostener que él será el próximo canciller. Su baza es la experiencia de gobierno, un factor de gran relevancia para el elector alemán.
Laschet también la tiene, aunque a escala regional, en tanto que primer ministro del «Land» más poblado del país, Renania del Norte-Westfalia. Baerbock, diputada del Bundestag (Parlamento federal) desde 2013, no puede aportarla, ni a escala federal ni regional.
Scholz acude a la elección como vicecanciller en la última coalición de Merkel. Sostiene que al sello socialdemócrata corresponden sus grandes logros sociales y laborales, como la implantación de un salario mínimo interprofesional.
En la confrontación directa entre los aspirantes es el preferido del elector: un 48 % de los ciudadanos ve a Scholz capacitado para ser canciller, frente al 43 % de Laschet y apenas 28 % que se otorga a Baerbock, según el último «Politbarometer» de la ZDF.
Esta confrontación es teórica, puesto que en una democracia parlamentaria, como la alemana, se vota a un partido, no al candidato; el canciller no surge del voto directo ciudadano, sino de la mayoría parlamentaria.
DE PRONTO, LOS LIBERALES
Con los sondeos actuales, Scholz tiene escasas posibilidades de alcanzar la Cancillería. Sea porque logra sumar una mayoría Laschet, como fuerza más votada y con un aliado que podrían ser los Verdes; sea porque Baerbock se alza como líder de un frente opuesto, tal vez con socialdemócratas y liberales.
A ello se sumó ahora el ascenso del Partido Liberal (FDP). Fue el tradicional partido bisagra de conservadores o socialdemócratas, hasta que Schröder formó su alianza con los Verdes -entre 1998 y 2005-.
En una legislatura de Merkel, la segunda, recuperaron su condición de socio de gobierno. Pero en 2017 se negaron a entrar en un tripartito inédito a escala federal, con conservadores y verdes, lo que hubiera evitado la última gran coalición de Merkel.
Ahora están disputándole el tercer puesto al SPD. Reclutan electorado conservador, socialdemócrata o incluso de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), cuya radicalización ha ahuyentado a los llamados moderados.
El FDP, dirigido por el ambicioso Christian Lindner, puede volver a ser clave para la formación del próximo gobierno, el primero de la era «post-Merkel».