Buenos Aires, 9 jul (EFE).- El presidente argentino, Alberto Fernández, negó este sábado que tuviese diferencias «en lo sustancial» con la vicepresidenta del país, Cristina Fernández de Kirchner, tras varias semanas de tensiones en el seno del oficialismo por las discrepancias públicas entre ambos líderes.
«Hay un momento en que todos nos damos cuenta de que tenemos un común denominador que nos une: yo puedo tener diferencias con Cristina, pero en lo sustancial no las tengo. Ella representa los mismos intereses que yo. Puedo tener diferencias sobre cómo implementar una medida u otra, pero no en lo sustancial», aseveró el jefe de Estado en declaraciones al canal de noticias C5N.
Durante la entrevista, el mandatario citó varias cuestiones que comparte con la vicepresidenta, como la discusión en torno a los programas de ayudas sociales, que marcó un punto de fricción entre ambos en el último mes.
«Sus preocupaciones sobre los planes sociales son de todos nosotros. Lo que Argentina necesita es consolidar trabajo, no seguir promoviendo el auxilio social, que es necesario. Me pareció que muchas de esas cosas las puedo compartir, en lo sustancial nunca he tenido una enorme diferencia con Cristina», subrayó.
El presidente, que viajó hasta la localidad norteña de San Miguel de Tucumán con motivo del Día de la Independencia, hizo este sábado un fuerte llamamiento en favor de la «unidad» del oficialismo, al tiempo que criticó a quienes «siembran desánimo» sobre el rumbo del país.
«La lucha ha sido siempre la misma: cuando un gobierno popular puja con los intereses económicos de adentro y de afuera, para defender la distribución de la riqueza y la alegría del pueblo, se desatan todas las fuerzas políticas, mediáticas y empresariales para torcernos el brazo y desunirnos. No lo van a lograr», manifestó durante un acto oficial.
Las disputas en la coalición oficialista del Frente de Todos comenzaron tras su derrota en las elecciones legislativas de noviembre pasado, pero se recrudecieron todavía más tras la suscripción de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar un préstamo de más de 40.000 millones de dólares.
El programa económico acordado con el FMI, que contempla, entre otros puntos, una reducción del déficit fiscal, fue muy criticado por el «kirchnerismo», la facción del peronismo liderada por la también expresidenta (2007-2015) Cristina Fernández de Kirchner.
LA RENUNCIA DE GUZMÁN
Uno de los funcionarios más cuestionados por el «kirchnerismo» fue Martín Guzmán, quien presentó su renuncia como ministro de Economía el sábado pasado, mediante una extensa carta publicada en su cuenta oficial de Twitter.
Su marcha provocó una reacción adversa de los mercados: la prima de riesgo de Argentina avanzó entre el lunes y el viernes un 13 %, hasta los 2.648 puntos básicos, al tiempo que subieron las cotizaciones de los dólares multilaterales, como el dólar informal (o «dólar blue»), que avanzó un 14 % en cinco días.
El presidente argentino mostró su disconformidad con la despedida de Guzmán, sugiriendo que, por «responsabilidad institucional», debería haber abandonado el Ministerio de Economía de otra forma.
«Siento que Martín Guzmán se fue y él sabe lo que yo pienso de cómo lo hizo, y con eso me alcanza. Creo que hay cuestiones de responsabilidad institucional que recomendaban que eso hubiera ocurrido de otro modo», señaló Fernández.
La vicepresidenta, por su parte, fue mucho más incisiva en sus críticas hacia el exministro de Economía, al considerar que su renuncia fue un acto de «irresponsabilidad política» y de «desestabilización institucional».
«Con el mundo como está, el país como está y el dólar como está, hacerlo enterar al presidente de una renuncia por Twitter, nada más ni nada menos que del ministro de Economía, no me parece bien. Me parece un gesto de inmensa ingratitud personal hacia el propio presidente», aseguró Fernández de Kirchner este viernes.
La nueva ministra de Economía, Silvina Batakis, que asumió el cargo este lunes, no sólo tiene el desafío de apaciguar los nervios en los mercados, puesto que las deterioradas expectativas también están afectando el comportamiento de las empresas y de los ciudadanos, cada vez más agobiados por los múltiples desequilibrios macroeconómicos del país.
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