Alberto Alvarado y sus Niños Cantores del Valle del Momboy / Por Oswaldo Manrique

Sentido de Historia

 

Por estos días, se están celebrando 42 años de la primera presentación pública de una de las creaciones artísticas musicales más hermosas de Venezuela, la coral Niños Cantores del Valle del Momboy, la cual posee una interesante historia que nos llena de orgullo y honra nuestro gentilicio.

Recibieron muy a gusto aquel sencillo y agradable caballero que llegó vestido  con camisa blanca y traje oscuro, a la denominada  Casa de Música, en la fría población de La Puerta, a dar impulso a un hermoso proyecto musical, cultural y espiritual. Corría el año 1980, y comenzaba la lucha de este pueblo por la defensa de su hábitat, su tierra de labor y por su derecho a la vida, vulnerados por el otro proyecto, el ecocida.

Un hombre de unos 35 años de edad, piel clara, pelo negro, bien peinado y cuidadoso en su presentación personal, lo que combina con su buen verbo, cultura y mejor trato, llegó y fue quien logró con su paciencia, puntualidad y empeño, generar disciplina e interés en la incipiente hermandad musical infantil, lo que le hizo ganar el respeto y reconocimiento de sus alumnos, los representantes, los profesores, la comunidad trujillana y el país en general. Su nombre Alberto Alvarado Sandoval.

 

«Mi muchacho no es ningún fenómeno»

 

La agradable y muy recordada profesora Elsa Rosales de Cabrita, dínamo importante de este proyecto musical, en entrevista concedida a la periodista Paula Rivero, del Diario de los Andes, publicada en edición del 8 de marzo de 1985, relató qué, <<cuándo se dieron los inicios para la formación de la escuela de música, ya el profesor José Antonio Abreu, Director de la Orquesta Juvenil Nacional, había enviado una profesora para que hiciera la selección de los niños>>; aun contando el proyecto con apoyo material y recursos, todo comienzo es difícil y complejo.  Y, explicó parte de la dificultad, <<los padres de familia me decían como no Doña Elsa, pero yo me daba cuenta, que no creían en el proyecto, el primer profesor que tuvieron abandonó>>, del primer grupo de aspirantes la profesora Cabrita, solo consiguió 15 muchachos.

La formación de esta coral, según Doña Elsa <<fue una odisea>>; más adelante en la misma entrevista señaló con la jocosidad que le era característica <<de nuevo volví hasta la casa de los representantes y ellos me dijeron ahora más incrédulos todavía, no sé, allá le dijeron a mi muchacho que ni oídos tenía, y eso sí que no, mi muchacho no es ningún fenómeno>> (Entrevista citada). La simpática respuesta, encierra algunos de los obstáculos que tuvieron que vencer, la incertidumbre y ahora, la decepción.

La profesora, consecuente como siempre en toda gran causa que abrazaba, insistió en el proyecto, para reconstituir la coral dijo que empezó a luchar, y <<gracias a la doctora Maldonado, gobernadora del Estado en ese momento y conseguimos este local>>; se refiere a la edificación del Colegio de Niñas de las Hermanas de Tarbes, en la calle 9 de La Puerta. Ahora, faltaba el contenido, las disímiles voces del canto, en equilibrada armonía.

Además de ese logro material, a los pocos días se le sumó la gran fortaleza del proyecto musical en desarrollo, era el experimentado músico mexicano Alberto Alvarado Sandoval, quien tiene en su currículum el haber fundado los coros de Guadalajara, en México, inclusive, uno de estos grupos lleva su nombre. Sin duda, había llegado a La Puerta, uno de los grandes directores corales de América.

Con su manera de ser, amable, con paciencia y haciendo gala de su experiencia y conocimiento,  este maestro mexicano <<convenció a los niños y a sus padres de que ellos podían hacer maravillas con sus voces, los aplausos del público en el primer concierto ofrecido a los 4 meses de fundada la coral, demostraron que Alvarado estaba en lo cierto>> (Entrevista citada); son palabras de doña Elsa, testimoniando el éxito de Alvarado en el compromiso asumido, elevándose por encima de las dificultades.

Con mucha satisfacción, doña Elsa reconoció la extraordinaria labor del profesor Alvarado, sin el cual, no se habría llegado a feliz término el proyecto musical en La Puerta, cuando expresó: <<Pero si el primer concierto sirvió para demostrar a los habitantes del Valle del Momboy, el valor de los cantores, la participación en el Festival Internacional de Coros Infantiles realizado en Caracas, en 1983, fue la consagración definitiva, allí lograron sobresalir entre grupos corales de otros países, inclusive centenarios>> (Entrevista citada). En tan corto tiempo, desde aquel histórico 15 de marzo de 1981,  demostró que efectivamente existe magia y armonía en las rurales voces infantiles de este valle andino.

Un dato interesante nos dejó el recordado y apreciado periodista Elvins Humberto González, sobre la denominación del grupo coral Niños Cantores del Valle del Momboy  <<el nombre fue sugerido por la entonces Gobernadora de Trujillo, Dora Maldonado, según nos lo certifica la Licenciada Marlene Briceño, Directora de Cultura del Estado para ese entonces>> (Elvins Humberto González. Artículo Evocación en los 39 años de creada la Coral Niños Cantores del Momboy. Publicado el 15-3-2020. Diario de los Andes); información que se debe salvar del olvido.

Anotó igualmente González, que, <<En sus primeros cinco años esta coral tan sólo contaba con un integrante que no era de La Puerta, fue Joffre Bohórquez, un talentoso joven que en los años 80 se convirtió en un excelente cantante>>  (Ídem). Pasada esta etapa, se expandió la fama, debido al éxito del emblemático coro infantil, pero también por el nivel de la calidad de los estudios musicales que se impartían en la Escuela de Música de La Puerta, ya que se habían integrado al plantel calificados profesores venezolanos, italianos, norteamericanos y mexicanos,  lo que generó que asistieran niños venidos no solo de poblaciones cercanas como Mendoza y Valera, sino de los estados Mérida, Zulia y Lara. La Puerta, con la paciente, disciplinada y consecuente maestría de don Alberto Alvarado, se había convertido en pocos años, en una hermosa ciudad musical, orgullo de la trujillanidad. Allí, los niños aprenden a cantar, a conocer las materias musicales, a tocar un instrumento, a compartir y entenderse en fraternidad, a cultivar la amistad, así como el respeto por su entorno.
Quizás por coyunturas tan difíciles, el grupo coral, no demuestre hoy el empuje de otros tiempos, pero sí hay un sentimiento colectivo por su conservación, como obra dignificante, patrimonio inmaterial y símbolo de nuestra Parroquia.  El enraizado legado musical, cultural y espiritual dado con su portentosa obra, por el profesor Alvarado, merece reconocimiento y el registro como loable aporte enaltecedor del gentilicio y la historia de nuestra localidad. ¡Salud Maestro!

 

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