Le hemos hecho seguimiento de cerca al desarrollo de la política venezolana desde hace décadas, pero hoy me referiré a su progreso en lo que va de año y a desenlaces peligrosos que comienzan a vislumbrarse en forma mucho más clara. Es primera vez, por lo menos desde hace casi 120 años, que el país ha estado tan cerca de una invasión armada, y en el caso actual ejecutada por la primera potencia militar del mundo. Esta opción ha rondado el escenario político venezolano desde el fracaso, inducido por la oposición de la MUD (https://t.co/tOBOqWk1c0), de las negociaciones de 2018 en República Dominicana. Aunque este tipo de opciones son siempre posibles, lo que las hace importantes de tener en cuenta es su probabilidad de ocurrencia, la cual varía con el desarrollo de los acontecimientos, en nuestro caso en Venezuela, sus vecinos inmediatos, EEUU y el resto del continente americano, como en Europa, Rusia, China, medio oriente y muchos otros lugares de menor importancia en nuestra vida política.
Estas características son las que hacen impredecibles la ocurrencia de estos hechos y las que impiden que se pueda saber cuándo se producirán, una vez frustradas otras opciones menos costosas y traumáticas. Somos un caso claro de esta afirmación. Muchas opciones han estado presentes desde enero 2019, muchas más si nos remontamos a comienzos de 2016 o nos desplazamos más atrás, aunque en todas ha estado presente como factor causal común el “Maduro vete ya”, establecido como un derecho por parte de cierta oposición inmediatista y voluntarista, que piensa que está por encima del resto de los venezolanos: ella decide qué hacer y los demás aceptan sin chistar. En este proceso, muchas opciones han desaparecido, otras se han hecho presentes y algunas han renacido. Es en ese escenario cambiante, que no da tiempo de descansar ni de aburrirse, que la inicialmente muy remota invasión militar, ha ido navegando en nuestro mar de complejidades sin naufragar y hoy parece llegar a puerto como opción probable.
En Venezuela nunca se ha producido una invasión por tropas estadounidenses o comandadas por ellos. Esto sí ha ocurrido en la mayoría de los países vecinos, aunque no recuerdo a ninguno en el que sus nacionales opositores la pidieran invocando la Constitución de sus repúblicas. En esa traición a la nación al parecer somos únicos y es un “mérito” de Guaidó, Leopoldo López y Voluntad Popular, y de quienes se dejaron arrastrar a esta ignominia. Y todo ello gracias a la negligencia de quienes nos gobiernan, que prefieren ver a su patria invadida y destrozada que negociar una salida democrática a la crisis existente. El golpe sangriento de Pinochet en Chile se da porque los extremistas izquierdistas impidieron las negociaciones, que Allende ya había comenzado a realizar para darle salida electoral a la crisis de entonces. Estas afirmaciones en absoluto absuelven a Pinochet ni a la oposición apátrida de nuestra Asamblea Nacional, que ha demostrado una indignidad y envilecimiento no visto en el país en su historia.
La confesión de Guaidó sobre las instrucciones por él dadas a su compañero de partido Carlos Vecchio, que más que un embajador de Venezuela parece un funcionario del gobierno de Trump, para reunirse con el Comando Sur estadounidense son muy graves, aunque pocos lo han señalado con claridad y contundencia. El colapso nacional en todos los aspectos, el odio incubado contra la claque de Maduro y el “socialismo del siglo XXI, la desinformación permanente llevada a adelante por las transnacionales de la comunicación, la propaganda guerrerista y las ambiciones de poder de una dirigencia que pretende ser impuesta con el uso de la fuerza por ejércitos extranjeros, se han confabulado para crear un ambiente de aceptación y justificación de la intervención militar externa, negando a priori cualquier posibilidad de rescatar para los venezolanos su indiscutible derecho de decidir sus asuntos internos.
A la ya clara petición de Guaidó de que nos invadan se unen las peticiones de María Corina, escondidas detrás de la aplicación de un artículo constitucional, que la persona más ignorante que exista sabe que no tiene nada que ver con lo que se pretende extraer del mismo. Se suman también la decisión mayoritaria de la AN de incluir de nuevo a Venezuela en el TIAR, las declaraciones más recientes de los funcionarios de Trump, las provocaciones con las incursiones de buques de guerra en nuestras aguas territoriales y las acusaciones colombianas de irrupciones de la FANB en su territorio. Todo ello parece conformar un cuadro de pre intervención, la cual sin embargo aún no es apoyada por Europa ni tampoco por la mayoría de los países de América, incluyendo a los que reconocen a Juan Guaidó como Presidente encargado de Venezuela.
Las intenciones gringas están claras, a menos que Maduro y quienes lo acompañan decidan irse. Quedan aún ciertos escollos para su desarrollo: el rechazo demócrata estadounidense a la invasión, las disonancias aparecidas incluso en el Partido Republicano, la posición de la opinión pública de EEUU, el rechazo por parte de los nuevos gobiernos de México y Panamá. Pero por encima de todo ello está el escalamiento que está ocurriendo en el Medio Oriente, ante la respuesta de Irán a la violación por Trump del tratado firmado por Obama. Ya ha sido despachado a la zona un portaaviones estadounidense. Las cosas se pueden complicar tanto que dejaría a Venezuela como algo secundario ante el reto iraní.
Quienes en Venezuela queremos la paz. Quienes rechazamos todo intento militar injerencista extranjero. Quienes hemos propuesto una salida nacional, pacífica, constitucional y democrática, deberíamos pasar a la ofensiva, aislando a quienes persistan en salidas antinacionales y haciendo entender al gobierno, que no puede seguir jugando irresponsablemente con fuego ni con la vida de los venezolanos y la integridad de la nación.
Continuidad y Cambio, año 8, Nº 118, pp 2-4, mayo 2019, https://t.co/UeKgduelKt; La Razón, pp A-, 19-5-2019, Caracas;