Aunque ya sabíamos que estaba cerca el adiós de don Luis González, jamás queríamos conocer de su partida. Estaba cercano a cumplir un siglo de vida, desde su nacimiento por allá en Trujillo, donde se crio en el sitio conocido como “Puente Machado”.
Con Luis tuvimos una estrecha amistad junto a su media costilla, doña Alba, a quien Carmen mi esposa y yo solíamos visitar para disfrutar de un almuerzo y conversar de lo humano y lo divino. “Pobremente”, una de sus frases preferidas, disfrutábamos de una copa de vino, lo cual nunca le faltaba. Siempre tenía en la mente su barrio Moscú y la preocupación por los últimos acontecimientos políticos y sociales del país.
En Diario de Los Andes, Luis fue un maestro para todos. Me tocaba recibirle su columna “El Ojo de La Ciudad” donde plasmaba como el nombre lo decía, los hechos de la Valera cotidiana. A Luis lo quise mucho y lo tendré en mi mente hasta que topemos juntos donde el Todopoderoso lo tenga dispuesto.
Le dejó una gran riqueza a la memoria de Trujillo. Su amplia recopilación de fotografías y textos que abarcan la historia de nuestro terruño. En Venezuela para ir más allá de los linderos de la entidad dudamos que otra persona haya amasado tal riqueza literaria. Luis González lo hizo. Lamentablemente esos textos se fueron esfumando porque nunca nadie se enserió con el tema. Luis lo intentó. En la Calle 7 montó “El Ojo de la Ciudad” y después su obra fue trasladada a un local de la Alcaldía de Valera y al CNP. Mi intención jamás será contar todo lo que hizo. Me estaría otros cien años para hacerlo.
El 19 de octubre de 1993 fue juramentado por el alcalde, doctor Antonio Pérez Quintero como Cronista de la ciudad de Valera. Sucedió en el cargo al profesor Rafael Ángel Espinoza. Oficializó “el cambur”, ya tenía toda una existencia en ese oficio procedente de “Puente Machado”. Contaba muy orgulloso que a los 16 años entrevistó a un presidente de la República, Isaías Medina Angarita, en visita a Trujillo.
Fue fundador de la Asociación Venezolana de Periodistas, AVP en octubre de 1951. Imposible citar la cantidad de celebridades que pasaron por su pluma y letra como Laudelino Mejías, Mario Briceño Perozo, Mario Briceño Iragorry, Andrés Eloy Blanco, Ana Enriqueta Terán, esta última con quien profesaba una gran amistad y quien se marchó al igual que Luis, cerca del siglo de existencia. Siempre que hablaba con la poetisa, me preguntaba por su gran amigo, don Luis González.
Se sentía orgulloso de “Puente Machado” una vez lo describió como un sector ubicado en la quebrada de Los Cedros en la ciudad de Trujillo. Yo siempre le dije a Luis. Esa es su carta de presentación pero eres un hombre de mundo. Su capacidad intelectual, esa formación que logró en la Universidad de la vida luego de devorar miles y miles de kilómetros de lectura, le dieron el manto divino para hacer lo que hizo.
De eso seguramente se ocuparán de escribir amigos como Raúl Díaz Castañeda, el propio Elvins González, actualmente en la lista de lesionados, Eladio Muchacho, entre otros. Por el impacto que me deja la partida del Viejo Lobo, mi mente ha quedado paralizada con el recuerdo de tantas cosas que devoré de Luis y que insisto, imposible traerlas a estas cortas líneas.
Líneas para testimoniar mi cariño hacia Luis y a doña Alba, a sus nietos y demás familiares. La Pandemia y los encuentros en el diario que dejaron de ser, fueron creando conversaciones solo por vía telefónica. Pero a Luis nunca lo olvidaremos. Gracias Luis por esa amistad, por abrirme las puertas de tu casa y tu corazón generoso, por anotarme entre tus amigos más apreciados. “Vamos a tomarnos un café en la esquina”, y ahí durábamos un par de horas de buena conversa donde además del negrito no faltaba la vieja y noble caña.
Palabra especial para esa mujer que le dedicó toda una existencia al cuidado de Luis. Lo acompañó hasta su partida. Albita, ¡Dios te bendiga! Detrás de un buen hombre, hay una gran mujer. Cierto.
Hasta pronto don Luis, veinte puntos para ti.