Puros beneficios. Para quien recibe los agradecimientos.
Para quien agradece.
Probado por quienes lo practican. Probado científicamente.
Agradecer el despertar al despertar, agradecer estar sano,
agradecer tener techo y comida, agradecer, mejora el estado de ánimo del día que se inaugura.
Escribir cartas de agradecimiento aumenta el nivel de felicidad, concluyen algunos experimentos.
Agradecer la comida al partir, especialmente en familia, genera un estado de ánimo y temas más positivos para la conversación durante ella. Agradecer lo logrado durante el día, al cierre de este, mejora el sueño.
El estoicismo parece renacer en algunas almas y latitudes. Algunos personajes estoicos emergen como nuevos referentes a propósito de la pandemia. Uno de ellos es Marco Aurelio, el emperador filósofo, quién condujera, con la sabiduría que lo caracterizaba y una entrega en primera línea, la peste Antonina, que le costó la vida a la mitad de la población de Roma, incluyéndolo a él.
Los estoicos practican el ayuno, el baño frío y otras actividades no gratas, no por infringirse sufrimiento como muchos creen sino como una forma de tomar consciencia de lo que tienen y agradecerlo con mayor fuerza.
Los latinoamericanos no tenemos ni el agradecimiento ni el estoicismo como una componente importante de nuestra cultura, lo cual no significa que no haya muchas personas que si tienen estas prácticas. Los hay, especialmente en los sectores más humildes, donde la solidaridad es también más fuerte que en el resto de la población.
Este es un buen momento para empezar a introducir estas prácticas en nuestra vida cotidiana. Si muchas y muchos predicamos con el ejemplo, tal vez poco a poco incluiremos estos paradigmas entre las muchas revoluciones que tenemos que urgentemente hacer para enfrentar las nuevas, durísimas y complejísimas realidades.
Es un momento propicio para practicar el agradecer porque es evidente, salvo para los muy indolentes e inconscientes, que la pandemia habría sido mucho más dolorosa, dañina y mortífera si no fuera por personas que no pudieron confinarse, cómoda, abastecida e incluso ahorrativamente, como muchas afortunadas que si pudimos hacerlo.
Cada una/o de nosotras/os tiene distintas personas a quien agradecer, con distintos énfasis: choferes del transporte público; recolectores de basura; conserjes, de aquellos que se desplazan por horas para llegar a sus lugares de trabajo (nunca vi a uno de los de mi edificio quejándose o con “mala cara”); Nanas “puertas afuera” que se quedaron a vivir en las casas de los “patrones”; jóvenes que abastecieron a los pudientes cómodamente instalados en sus casas; policías de pueblo y de barrio disponibles para funciones múltiples; funcionarios públicos y privados que debieron mantenerse en sus posiciones habituales; quienes atendieron los lugares de abastecimiento, de alimentos y otros.
Pero hay un conjunto de personas a quienes todas y todos tenemos que agradecer y agradecer en grande: aquellas que trabajaron incansablemente, largas jornadas, arriesgando contagiarse y morir, ellas y sus seres queridos: EL PERSONAL DE SALUD. A ellos tenemos que agradecer en grande y ¡celebrar en grande!, ahora y siempre.
Celebrar también hace muy bien. Por cierto para quienes reciben los agradecimientos, especialmente cuando no se mueven por ello. También para quienes agregan la celebración al agradecimiento. La noble y trascendente labor del personal de Salud debiera quedar en la memoria colectiva, como ejemplo a seguir, por esta y futuras generaciones.
Celebramos en estos días a todas y todos quienes hicieron posible que hayamos llegado a ser una nación independiente, civiles y militares.
¿No será una buena innovación agregar a la Parada Militar una Parada Sanitaria? Eso nos haría recordar y celebrar todos los años a quienes han realizado y siguen realizando tan sacrificada y comprometida labor, que la vienen haciendo, además, estoicamente, desde siempre.
¿Qué tal si cada vez que hagamos “Salud”, no sólo estemos deseando salud a los otros comensales sino celebremos y deseemos sana, larga y buena vida al personal de nuestros sistemas de salud?
¿Qué tal si los más pudientes nos ponemos un poco menos hedonistas y un poco más estoicos y cedemos parte de nuestros beneficios a quienes hoy hemos descubierto son imprescindibles para nuestra vida en sociedad y valorábamos poco, con particular foco en ellos? ¡Salud por ellas y ellos!
Seguiremos conversando…
Fuente: El Divisadero
Carlos Vignolo
Académico de la Universidad de Chile