Agarren su gallo muerto / Por Alfredo Matheus

Sentido de Historia

 

 

“Palabra de gallero nació”, nació en las peleas de gallo para referirse a la persona que prestaba dinero y no había necesidad de firmar documento alguno para garantizar que los “bolivarianos” regresaran a su dueño; con sólo la palabra bastaba, todo se cumplía al pie de la letra… “Agarren su gallo muerto”, está relacionado a quien pierde en una partida de dominó, un juego de baraja, sale noqueado en una pelea callejera, lo derrotan en una contienda electoral… «Madre gallo”, te conseguiste, le decían a un amigo cuando se “empataba” con una dama que era más fea que una “pelea a machete dentro de una buseta”…

Las peleas de gallo la trajeron a nuestra tierra los españoles, en América no existían gallos de pelea. En Valera fueron famosas las peleas de gallo que se escenificaban hace 80 años, donde hoy encontramos las Torres Murachí en el sector Las Acacias. Allí llegaban galleros de Mérida, Zulia, Lara y Trujillo, los valeranos que hoy pasan de los 90 años de “Joselito”, recuerdan a uno que otro parroquiano que perdieron hermosas casas en esas benditas peleas…

 

La primera pelea de gallo…

 

Dice el historiador Igor Barreto, se realizó en la Isla de Margarita en el año 1569. Las peleas se realizaban en solares o en la calle, y después de misa para que el señor cura no entrara en “rabia mayor”… Las autoridades españolas tuvieron que “ponerle orden a la pea”, ya que terminaban en batallas campales donde el muerto no era el gallo, sino el dueño del animal que caía fulminado de un soberano machetazo que le volaba la cabeza.

 

Si no hay permiso. No va pal´ baile

 

Había tanto zaperoco junto, que las autoridades acordaron reglamentos, como: Para cualquier pelea de gallo hay que solicitar el respectivo permiso. Hacer una lista con nombre y apellido de las personas que iban a hacer acto de presencia. El que asistía a una pelea sin permiso le salía 3 meses de cárcel. El dueño de la gallera, sin derecho “a pataleo”, iba a parar con sus huesos al lugar donde el gobierno estaba construyendo carreteras de piedras.

 

Presidentes galleros

 

A pesar de su alta investidura no se perdían una pelea, entre los más nombrados está José Antonio Páez. Dicen los cronistas que tenía una gallera privada en su propia casa donde jugaba con altos funcionarios del gobierno… Se habla que el catire Páez quedó muy triste con la visita a Venezuela de un grupo de diplomáticos ingleses, le ganaron 6 mil pesos de la época en sendas peleas de gallo… Páez hablando con sus amigos les contaba: “Yo pensaba que no sabían jugar gallos y esos musiues sabían más que yo”.

 

A correr que tiran piedras

 

Hubo una época en que los galleros cuando ganaban cobraban lo suyo y cuando perdían, pegaban una “señora carrera”. Allí nació el dicho aquel: «Puso pies en polvorosa”… Dicen conocedores del mundo gallero que la preparación que se hace con un gallo es parecida a la que se hace con los boxeadores: el gallo es sometido a tres meses de entrenamiento. No puede ingerir alimentos el día del “corre-corre”. Sólo le dan jugo de naranja o de piña para que se “ponga las pilas”.

 

Tienen vida de ricachón

 

Un buen gallo de pelea tiene vida de rico. Recibe las “mil atenciones”. Es mejor alimentado que una persona… En el gobierno de dictador Juan Vicente Gómez, el que quería ponerse en las buenas con un ministro y entrar en el gobierno, le regalaba un buen gallo al alto funcionario, aplicaban lo que llaman en la actualidad «jalabolismo” a otro nivel… La figura del juez era la máxima autoridad en las peleas de gallo, al funcionario le acompañaba un pelotón de fornidos policías, a la hora de una trifulca colectiva imponía el orden y se llevaba preso a todo aquel que alborotaba el orden público.

Las decisiones del juez eran inapelables; decidía cuando había empate, en qué momento ganaba un gallo, y era el que gritaba a todo pulmón: «Gallooo muertooo”, se acabó la pelea… Si el gallo salía corriendo para no pelear, le gritaban: “Gallo pataruco” o sea que, era del otro lado…

 

Galleros supersticiosos

 

Decía el General Gómez: «En las galleras es donde se conoce el alma venezolana. Allí están los vivos, los que se pasan de maraca y los que hacen trampas”… El dueño del gallo jamás deja que otra persona se acerque a la hora en que preparan el animal para que nadie se entere que truco va a utilizar en la pelea… Los galleros siempre tienen una mascota cerca del gallo; o es un loro o es un perro para que alejen la “mala suerte”.

Los galleros son mejor que los políticos venezolanos: Cuando se dan cuenta que un gallo ya no sirve lo reemplazaban por uno mejor. La clase política es todo lo contrario: “si un gobernante no sirve ni “para sacar el perro a mear”, allí lo dejan, así el país se caiga a pedazos.

 

 

Obra consultada: La Venezuela de otros tiempos. Oscar Yanes.

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