ADRIANO, EL AMIGO QUE AMÓ A VALERA | Por: Marlene Briceño

Adriano González León, es mi amigo, un amigo de esos que no olvidamos, un amigo que se volvió una referencia permanente para un criterio, una idea, anécdota, chiste o tristeza, pues así son nuestros verdaderos amigos, aquellos con los que compartimos las vivencias más recordadas de la existencia.

Hoy nos toca recordar ese amigo de mil conversaciones, de muchas risas y nostalgias, pues de su obra, grande e inmensa ya muchos han escrito, analizado y guardado en los archivos de la literatura mundial.

Escribía el poeta Sergio Ramírez, «El nombre de Adriano González León (1931), llega a la gran literatura latinoamericana con la novela País portátil, que obtuvo en 1968 el premio «Biblioteca Breve» de la Editorial Seix Barral. Con País Portátil, se produce la incorporación de Venezuela a la gran literatura contemporánea».

Fue Pais Portátil, La novela que más caracterizó a Adriano, se desarrolla en tres planos bien delimitados estilística y estructuralmente, pero que se armonizan para presentarse como los cortes de un mismo estrato, tres ríos que fluyen hacia un personaje por tres cauces diferentes: su propia vida del momento, un viaje por Caracas para entregar un arma a una célula guerrillera, viaje contado en un lenguaje dinámico, de colores, olores, movimientos, apresuramiento, de gentes que van por las calles, el ojo del narrador colocado en el lente de una cámara cinematográfica que recorre y cuenta sin detenerse, aprehensión sensorial de la ciudad, el viaje de un día. Caracas está allí tal como es, la ciudad vívida y bullente. La cámara recorre las calles, los barrios, pero fotografía también en negativo al personaje, el muchacho que cumple la misión y resulta entonces una cinematografía visceral de su angustia, de su miedo, y mientras afuera todo pasa desapercibido y veloz, indiferente, su propia realidad va quemándole por dentro.

El segundo plano de la novela va a dar directamente a la vida contemporánea del personaje, días, meses atrás, amigos, novias, fiestas, sus primeros contactos con la guerrilla, la formación de su compromiso con el movimiento armado; es aquí donde se elaboran las pistas del libro, se dan los motivos y el autor se coloca de cara abierta a la realidad, con lo que la narración cobra la categoría de un eje central, destinando a este plano para gobernar a los demás; el lenguaje cambia también su función y entrega los diálogos de la manera más simple posible, sin complicaciones. Y aquí está la realidad de la ciudad, del país: los mítines estudiantiles en la plaza del silencio, la policía cargando contra los manifestantes, las huidas por los barrios míseros, el nacimiento del amor, como un fruto también clandestino.

El tercer plano es el cimiento, donde el libro hunde sus raíces en la historia y adquiere un tono épico; es la narración de las guerras de los abuelos, la ciudad de Trujillo entre el polvo dorado de la leyenda, los fundadores, raíces que ascienden hasta la vida del muchacho que cumple su misión atravesando la ciudad y que conmemora y rememora a sus antepasados, extrayéndolos del vasto mundo rural y colonial del que se levantan como fantasmas y están con él hasta la hora de su muerte, hasta que queda disparando contra la policía secreta su ametralladora, por toda la eternidad, y cuando ya lo tres ríos mágicos de la narración han confluido y desembocado.

Encuentro con los amigos en mi casa: Adriáno, el profesor Alberto Alvarado +, Morocho González, Alexis Berríos, Pedro Rendón, el profesor Jorge Linares y Marlene Briceño.

País Portátil tiene la virtud de enlazar dos mundos distintos y hacerlos posibles, el uno engendrando al otro: desde los orígenes, la familia y sus historias épicas no solamente sirven para recrearse a sí mismas dentro de una aura mágica, sino que su fuerza las hace llegar hasta lo que es una realidad contemporánea definida. País Portátil fue su vida y lo que Adriano sentía como norte existencial en la vida, un poco lo que pudiéramos decir, era esa historia del muchacho del campo que los sueño de un mundo mejor lo llevó por los derroteros de una época de convulsiones y definiciones. Así era Adriano un soñador, que Rendón que amo sus entrañas.

ESE AMIGO QUE AMO A VALERA

Con Adriano compartimos muchas vivencias, sueños y luchas, en función de colocar la cultura como eje fundamental del accionar de una sociedad que pedía cambios. Un escritor de maravillas, poeta, docente universitario, que colocó al país por los grandes espacios de la creación literaria mundial, siempre construyó para si y para sus amigos, el amor y la pasión por las cosas que más le importaban, su escritura, su amor eterno, sus amigos y los recuerdos que desde la Valera que vivió merodeaban siempre en sus entrañas.

Adriano le rindió culto a la amistad, a sus querencias, por eso, desde el compromiso que tuvo por el Ateneo, abono las consideraciones necesarias por una Valera que siempre quiso. Su terruño, su lugar, amigos e historias, así construimos ese sentimiento de cordial y solidaria amistad, regada siempre por cualquier cantidad de anécdotas que compartimos como buenos paisanos.

Adriáno David Alizo y la Sra María de Arroyo.

En el año 2008, un 12 de enero, una triste noticia para el mundo de las letras latinoamericanas nos sacudía el cúmulo de vivencias que Adriano nos había hecho vivir por mucho tiempo, al calor del afecto y la amistad. Adriano había fallecido, hace ya 17 años.

Me unió a el, además de su compromiso con la institución Ateneo de Valera, la admiración que tenía por su amplia obra literaria, simbolo de la creatividad de un ser mágico.

Pero además de la obra literaria, como dijimos ya, nos unió a la coincidencia por el amor a Valera, a su cultura, a su historia, a sus instituciones, el Liceo Rafael Rangel, la Plaza Bolívar, el Ateneo, la Biblioteca Municipal, las calles de antaño con sus esquinas, el viejo telégrafo de la calle 8, el avance y el crecimiento de una ciudad que amo a profundidad.

Adriano recorrió las grandes capitales del mundo, pero la emoción y la interacción que sentía recorriendo las calles de Valera no tenía comparación.

Adriáno González León y David Alizo.

En varias oportunidades, después de actos, reconocimientos, fotos, charlas, siempre pedia caminar por Valera, transitar por sus vías y calles, acompañarlo era una enorme satisfacción espiritual, saludaba a todo el que podía, casi siempre se quejaba que sus amigos de infancia, sus conocidos ya no estaban en las esquinas de siempre. Un día objeto de un homenaje se le entregaron, por parte de la Municipalidad, las llaves de la ciudad, lo acompañamos a buscar a otro gran amigo el Dr Diaz Castañeda, que pidió lo esperará en un cafetería aledaño a la clínica María Edelmira, cuando al mucho rato de esperar, fuimos a recogerlo, porque de vía, » La ironía de la vida, un carajo con las llaves de la ciudad en la mano y nadie lo conoce, nadie lo saluda, que vaina» Era el paso del tiempo que le daba a otra generación el transitar de las calles, y que Adriano ocurrente mente testimoniaba.

Tres meses antes de su partida, vino a Valera, invitado por el IUTEMBI, del acto al que fue invitado, como era costumbre se fue a recorrer Valera, sus calles y sus instituciones. El deterioro de la ciudad, el caos urbanístico y el desorden en que se encontraba la ciudad para ese momento, lo llevó a escribir en el Diario el Nacional, un artículo que tituló «Valera no vale», una especie de denuncia en torno a las malas gestiones locales que convirtieron Valera en un desastre urbanístico, totalmente alejada de lo que fue su Valera soñada.

Adriáno el Dr Victor Valera Martínez.

Hoy a 17 años de su partida física, nos queda su obra, su recuerdo, las referencias de tantas anecdotas y vivencias que siempre se dieron alrededores de querer su ciudad sus amigos, los recuerdos de aquella ciudad que lucia como un pulmón rodeada de siete colinas y que el tiempo con las equivocaciones la redujeron a una comarca poco atendida.

Adriano, un hombre valiente, un personaje de historias y hechos reales, un protagonista de Los cambios, un Valerano integral. Gracias damos a Dios por permitirnos hacerlo conocido y compartir tanto, por su afecto a mi familia, a mis hijos, una amistad blindada a prueba de cualquier consideración.

Adriáno Marlene y el Dr William Cárdenas, esta foto fue e Madrid, cuando Adriáno era Secretario de Cultura de la Embajada de Venezuela en España.

 


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