Adriano González León nació en Valera, en 1931, fue el menor de la tropa del matrimonio entre don Adriano González Araujo, un hombre de campo, dedicado a las haciendas en Santiago, quien levantó a su familia al lado de doña Nicolasa León, mujer del Alto de Escuque.
Adriano González León quien falleciera un día como hoy, 12 de enero de 2008 en Caracas a los 76 años, supo imprimirle un corte muy personal con su lenguaje y escenarios, magistralmente pintados, logrando una diáfana originalidad.
Adriano González León, describió poéticamente el origen de lo que era para él la bella comarca llamada Valera: «Antaño pájaro era la tierra entonces. Por orillas del resplandor un gran silbido, los venados y los árboles feroces, el aroma increíble de bumangués, las piedras de brillo extraño bajo las plumas blandidas. Otro tiempo, cien jornadas, mil lunas miserables para tenderle trampas a las lapas».
Y en visión de Trujillo, le cantó de esta forma: “Pequeña y hermosa ciudad, ciudad fabricada para el canto y el elogio. Ciudad ataviada de bellezas decoradas por los cielos, las colinas y el río”. La biografía de Adriano González León reseña que sus primeras incursiones en la literatura fueron como cuentista, con las obras Las hogueras más altas (Buenos Aires, Goyanarte, 1959; Premio Municipal de Prosa 1958.
Los libros tienen el alma de quien los escribe
Un libro, para González León, se abre a la lectura individual, a la intimidad con el otro, pero un lugar donde se alojan los libros puede de pronto transformarse en lugar de reunión, espacio que convoca a compartir en silencio, en templo para la búsqueda. Pues los libros no son sólo palabras ordenadas, plasmadas en un papel. Los libros tienen el alma de quien los escribe plasmado en ellos. Razón por la cual los libros pueden ayudar a crecer, a vivir, a imaginar. Son la fuerza omnipresente que nos vincula a un mundo en otra dimensión, y como evidentemente cada quien tiene una realidad distinta, cada libro es captado de acuerdo a esa condición.
Pues la literatura era la gran pasión en la vida de este venezolano, que dice que “el idioma es por sí sólo un contenido, es una anécdota y una verdad. Cada palabra cuenta y puede contar por sí sola una historia, si el lector tiene imaginación. Las palabras están llenas de emociones, de paisajes y de vidas interiores que el lector puede construir”, así lo plasmó en un encuentro con estudiantes de UVM en el año 2001.
PAÍS
PORTÁTIL
País Portátil (Seix Barral, 1968) es una novela que en el año 2018 arriba a sus 50 años. En ella narra la épica historia de la familia trujillana Barazarte a través de los recuerdos y vivencias del último de sus hijos, Andrés, un guerrillero urbano que debe atravesar Caracas para cumplir una misión. La obra obtuvo en 1968 el premio Biblioteca Breve, y en 1979 fue llevada al cine por los realizadores venezolanos Iván Feo y Antonio Llerandi.
El prodigio verbal de AGL
“La literatura es una batalla contra la muerte y el olvido. Desde los primeros textos sumarios, en aquel poema espectacular de hace más de tres mil años de nuestra era, Gilgamesh, el héroe, realizó hazañas espectaculares para tratar de alcanzar la planta de la eterna juventud… Los escritores buscan defender la vida y la escritura no es sólo trágica, lírica, batalladora. También el humor, la salida rápida y eficaz, la copla certera, el hallazgo oral, las letanías o las maldiciones con una concepción amplia del mundo y un sentido elegante del vocablo, emprenden sus jornadas recuperadoras del infinito, cuando están revestidas de altivez estética y no son simple amparo de resquemores, ignorancias y complejos…»
«Y la única manera de ahuyentar la muerte, la soledad y el olvido es que escribamos como lo hizo el obispo Alonso de Briceño. Que seamos generosos en dotes y elegancias como la hermosa Dorococoe y su consorte Ruiz de Segovia. Que demos asilo y protección como en aquel encuentro famoso de García de Paredes y Rodríguez Suárez”.
(Fragmentos del discurso de instalación del I Simposio de Literatura Trujillana, 1985)
Una Frase
“Al escritor
no lo hace el tema
sino el lenguaje”
AGL, 1979