El notable autor escocés Adam Smith (1723-1790), es conocido sobre todo por su obra: ‘La Riqueza de las Naciones’ (1776), considerada por muchos autores como la ‘Biblia del Capitalismo’. No obstante, Adam Smith también escribió una importante obra sobre moral titulada ‘La Teoría de los Sentimientos Morales’ (1759) que es mucho menos conocida, y en la cual hace una serie de planteamientos sobre la felicidad. Pero algo muy sorprendente es que Adam Smith se identificaba con los antiguos filósofos estoicos griegos y romanos, según los cuales la felicidad estriba en una vida serena y virtuosa e indiferente hacia muchas cosas como la fama, la posesión de riquezas etc.
Lo mejor será que citemos varios fragmentos de su obra (1). Respecto a los reconocimientos públicos, dice que para el hombre sabio y virtuoso: “Su auto-aprobación no necesita ser confirmada ni aprobada por los demás. Esa auto-aprobación es suficiente (…) El amor por su auto-aprobación es el amor por la virtud” (Parte III, Capítulo II, pag. 171). Más adelante dice: “La miseria y la desgracia nunca pueden entrar en el pecho del que tiene completa auto-satisfacción (…) y diremos con los Estoicos, que ante un grave accidente (…) la felicidad de un hombre sabio sigue en todo sentido igual a la que tendría en cualesquiera otras circunstancias (…) La felicidad consiste en la tranquilidad y el disfrute. Sin tranquilidad no puede haber disfrute; y donde hay perfecta tranquilidad no hay casi nada que no distraiga agradablemente (…) La avaricia exagera la diferencia entre la pobreza y las riquezas (…) La vanagloria exagera la diferencia entre una vida retraída y una de gran fama. La persona que está bajo la influencia de alguna de esas pasiones extravagantes, no solamente es miserable en su condición actual, sino que frecuentemente está dispuesta a perturbar la paz de la sociedad para llegar a eso que tan estúpidamente admira (…) pero ninguna de esas cosas merece ser perseguida con tal ardor apasionado que nos conduzca a violar las normas de la prudencia o de la justicia; o nos conduzca a corromper la futura tranquilidad de nuestra mente, sea por vergüenza del recuerdo de nuestra estupidez, o sea por remordimiento del horror de la injusticia que hemos cometido (…) En la caída desde el favor del poderoso hasta la desgracia, desde el poder hasta la insignificancia, desde las riquezas hasta la pobreza, desde la libertad hasta la prisión, desde una buena salud hasta alguna enfermedad crónica o incurable; el hombre que menos se resiste y que más fácilmente se resigna ante la mala fortuna que le ha caído, más pronto recupera su tranquilidad (Parte III, Capítulo III, pags. 207-213).
Vemos que de manera sorprendente Adam Smith, que ha sido el más importante teórico del capitalismo, consideraba que para ser feliz no hay que tratar de vivir con fama y riquezas. Ahora veremos la fuerte crítica que hace a la mentalidad consumista, ambiciosa y trepadora. En efecto, dice: “¿Cuántas personas se arruinan gastando dinero en bagatelas de frívola utilidad? (…) El hijo del hombre pobre, que ha sido visitado por la ambición, cuando mira a su alrededor, admira la condición de los ricos. Considera que la vivienda de su padre es muy pequeña para su acomodamiento, y tiene fantasías sobre vivir con más facilidades en un palacio. Está disgustado con tener que desplazarse a pie, o tener que soportar las fatigas de montar a caballo. Ve que sus superiores son transportados en máquinas y se imagina que en una de ellas viajaría sin inconvenientes (…) Considera que un numeroso grupo de sirvientes le libraría de molestias. Piensa que si él alcanzara todas estas cosas, entonces se podría sentar contento y estar quieto, y disfruta al pensar sobre la felicidad y tranquilidad de tal situación. Está encantado con la idea distante de tal felicidad. En su fantasía le parece que es la vida de una clase de seres superiores, y para llegar a ella, se dedica a la persecución de la riqueza y la grandeza. Para obtener esas conveniencias se somete, no digamos en el primer año, sino desde el primer mes a más fatiga corporal y más perturbación mental, que las que habría sufrido toda su vida careciendo de tales conveniencias. Estudia para distinguirse en alguna profesión laboriosa. Con la más incesante dedicación trabaja noche y día para adquirir talentos superiores a los de sus competidores. Entonces muestra esos talentos al público y busca empleo. Para ello corteja a todas las personas. Sirve a la persona que odia y es obsequioso con la persona que desprecia. Durante toda su vida persigue una idea de un cierto reposo artificial y elegante al cual puede que nunca llegue, mientras sacrificó una tranquilidad real que siempre estuvo a su alcance. Y si en su extrema vejez llega a lograr ese reposo artificial, encontrará que en ningún aspecto es preferible que la humilde seguridad y contentamiento que sacrificó. Es entonces, en las postrimerías de su vida, con su cuerpo agotado por los afanes y enfermedades, y su mente exasperada y perturbada por los recuerdos de las mil injurias y desengaños que se imagina que ha confrontado debido a la injusticia de sus enemigos, o la perfidia e ingratitud de sus amigos, es entonces, cuando por fin comienza a descubrir que la riqueza y la grandeza son meras bagatelas de frívola utilidad” (Parte IV, Capítulo I, pags. 259-261).
Ciertamente, en psicología está muy bien estudiado que cuando una persona satisface un deseo, como por ejemplo ganar la lotería, o alcanzar una meta anhelada, la dicha dura un tiempo y disminuye hasta que ese deseo satisfecho es sustituido por otros nuevos deseos. El psicólogo canadiense Philip Brickman (1943-1982) y el psicólogo estadounidense Donald T. Campbell (1916-1996) en el año 1971 acuñaros la expresión ‘el molino hedónico’ (del griego ‘hedoné’: placer) para describir ese proceso mental del humano que desea continuamente alcanzar nuevas metas placenteras (2). Dicho sea de paso, Philip Brickman tenía una brillante carrera profesional y sorprendió a todos sus conocidos cuando se suicidó a sus 38 años lanzándose al vacío desde el piso 26 de una elevada torre.
Por eso, el estadounidense-israelí Daniel Kahneman (nac. 1934 en Tel Aviv), Lic. en Psicología y Matemáticas, que en el año 2002 compartió con Vernon Smith el Premio Nobel de Economía, planteó que el consumismo no conduce a la felicidad debido a tal ‘Molino Hedónico’, porque ocasiona una insatisfacción perenne que proviene del consumo de bienes materiales. A medida que las personas ganan más dinero, aspiran a vivir con más y más lujos, lo cual nunca llega a satisfacerles. De ahí la expresión ‘Molino Hedónico’, porque el consumismo conduce a una perenne espiral de: ‘Deseo-Satisfacción transitoria-Insatisfacción’ que nunca se termina (3).
Entonces eso significa que el modo de vida en las sociedades opulentas basado en el consumismo de bienes materiales, además de no conducir a la felicidad, está causando la destrucción ecológica del planeta.
Pero lo más curioso es que desde hace siglos muchos filósofos ya se percataron de que el consumismo no conduce a la felicidad. Podríamos citar muchos ejemplos, pero quizás baste con citar al eminente filósofo griego Sócrates (469-399 A.de C.). Por ejemplo el famoso biógrafo griego Diógenes Laercio (aprox. Siglo III A.de.C.) en su obra: ‘Vidas y Opiniones de Filósofos Eminentes’, en su biografía del filósofo Sócrates refiere que Sócrates en una ocasión dijo: “Cuántas cosas hay que no necesito” (‘Vida de Sócrates’, Sección IX). Entonces podemos preguntarnos: ¿Qué diría Sócrates si anduviera por un gran centro comercial en el cual se induce al ciudadano a consumir muchas cosas innecesarias cuyos desechos contaminan el ambiente?.
No obstante, creo que Adam Smith exagera las bondades de una vida de pobreza. El filósofo griego Aristóteles (384-322 A. de C.) era más realista cuando en su obra: ‘Retórica’ dijo: “podemos definir felicidad como prosperidad combinada con la virtud; o como independencia en la vida; o como el disfrute seguro del máximo de placer; o como una buena condición de cuerpo y propiedad…” (Libro I, Capítulo 5, 1360b). Escribo en Abril de 2022 y obviamente en nuestro país, todos necesitamos una garantía de que vamos a poder comer, y tener acceso a la salud y medicamentos, la educación de los hijos, etc.
Pero indudablemente la crítica de Adam Smith a la mentalidad consumista es acertada y en el caso de nuestro país, esa mentalidad consumista, ambiciosa y trepadora es la principal causa de inmoralidad y corrupción. NOTAS: (1) Las citas sobre Adam Smith las he tomado de: ‘The Theory of Moral Sentiments’. Prometheus Books (2000) New York (2) Pags. 75-76 en Daniel Nettle (2005) ‘Happiness’. Oxford Univ. Press (3) Pag. 7 en Arlene Matthews Uhl (2008) ‘The Psychology of Happiness’. The Pengüin Group.
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