En el combate del delito y de la delincuencia por parte de un Estado hay varias actitudes posibles: 1.Permisiva. 2. Represiva. 3. Preventiva. En la actitud permisiva el Estado es extremadamente indulgente y tolerante con respecto a su ocurrencia, procede como si poco le interesara ese fenómeno y sus consecuencias como generador de malestar en la población.
Se estima que esta actitud permisiva puede responder a varios motivos, uno de ellos, y el más frecuente, se debe a la desidia y a la negligencia en el cumplimiento del deber en las diferentes instancias del poder, desde aquellas a las que le incumben las actividades de planificación y diseño de políticas y estrategias orientadas a su prevención, hasta aquellas cuya función es operativa, que son las encargadas de hacerlas cumplir. Pero esta negligencia puede ser sólo aparente, ya que puede encubrir toda una política de estado, que puede ser utilizada como medio de control social y de sometimiento de la población.
En el caso de Venezuela, la permisividad queda demostrada en la falta de políticas efectivas dirigidas a combatir ese fenómeno social, en la negligencia con la que los diversos organismos policiales combaten el delito, en los elevadísimos índices de impunidad y en la casi absoluta tolerancia frente a ciertos tipos de delito, como los de cuello blanco. La actitud ante el delito también puede ser represiva, como en Venezuela, y se ejecuta, preferentemente, por medio de los organismos policiales y, en la práctica, ha demostrado ser poco efectiva, ya que sólo se limita a combatir, por diferentes medios, entre ellos la violencia, algunas de sus manifestaciones.
Sabemos que la delincuencia es sólo la manifestación de un complejo problema social, que no se pude atacar con sólo combatir algunas de sus formas de expresarse, es como si el médico tratara de curar una grave enfermedad solamente aliviando sus síntomas y sin ocuparse de los motivos que la producen. En nuestro país observamos cómo, a pesar de la gran diversidad de organismos dedicados a garantizar la seguridad ciudadana, la delincuencia, en vez de disminuir, más bien se prolifera a un ritmo exponencial, llenando de angustia e inseguridad a la población, todo lo cual nos hace pensar que las medidas tomadas no son las adecuadas para combatir dicho fenómeno.
La tercera actitud, la preventiva, parece ser la que puede aportar mejores resultados en el combate del delito. Se esfuerza por conocer la complejidad del problema social que intenta abordar. Explora, evalúa e investiga el cuerpo social en profundidad, en procura de todas aquellas variables que, directa e indirectamente, tienen que ver con el problema. Utiliza el método científico para investigar, evaluar y diagnosticar los hechos encontrados, formula hipótesis que luego somete a verificación, sistematiza, procurando llegar a teorías explicativas basadas en datos de la experiencia. Todo lo cual, puede llevar al Estado a concebir de una manera más profunda y objetiva la naturaleza de los problemas que trata de combatir y a plantearse alternativas profilácticas para su control y erradicación. A partir de entonces, se puede proceder a formular un diagnóstico general del problema, que conlleve a la formulación de estrategias, políticas y planes de acción, en los que se comprometa la colaboración solidaria de la colectividad. En Venezuela, por considerar que el combate a la delincuencia es una función básica del Estado, se creó en el año 1970, dependiente del Ministerio de Justicia, la Dirección de Prevención del Delito, que tiene por objeto adelantar programas de acción preventiva. Lamentablemente a esa Dirección nunca se le ha dado el apoyo institucional necesario, ha sido relegada, y casi no es tomada en cuenta en los planes del Estado.