El pasado 5 de marzo, durante la misa de celebración de los 65 años de Fe y Alegría, el Cardenal Baltazar Porras, anunció que la iglesia iniciará el camino hacia la beatificación de Abraham Reyes y su esposa Patricia García. La decisión fue aprobada por unanimidad por la Conferencia Episcopal Venezolana.
Modelo de matrimonio popular, Abraham y Patricia nacieron muy pobres en el campo venezolano: Abraham en las montañas de Falcón y Patricia en Barlovento. Se conocieron e hicieron sus vidas en un barrio marginal de Caracas, y son ejemplo de esa Venezuela profunda, pobre pero honrada y generosa, en la que el trabajo y el esfuerzo eran los medios esencialaes para echar pa’lante.
Abrahán y Patricia empezaron a construir su casa por los lados de Gato Negro, en lo que hoy es el 23 de Enero. Querían una casa grande, pues pensaban tener muchos hijos. De hecho tuvieron 13 y además criaron otros seis. A construir su casa dedicaron todos sus ahorros, esfuerzos y los sacrificios de ocho largos años. Además de preparar la comida para su numerosa familia y cuidar a los hijos, Patricia ayudaba a construirla cargando el agua desde el pie del cerro en una lata sobre su cabeza, incluso estando barrigona. También ayudaba a batir la mezcla y pegar adobes. Poco a poco, como un árbol de vida, la casa fue creciendo de sus manos y sus sueños. Y cuando todavía estaba fresco el olor del cemento y no habían tenido tiempo de acostumbrarse al milagro de verla terminada, se la regalaron al Padre Vélaz y a sus estudiantes universitarios para que realizaran su sueño de fundar una escuela.
-Si me quedo con ella –trataba de convencer Abraham al Padre Vélaz, que dudaba en aceptarla– será la casa de mis hijos. Pero si la hacemos escuela, será la casa de todos los hijos del barrio.
Ante el gesto de Abraham y de Patricia que estuvo muy de acuerdo en regalarla, el Padre Vélaz tuvo una corazonada: Si había personas capaces de darlo todo, sí sería posible realizar el sueño de llenar de escuelas los barrios más pobres.
Así nació Fe y Alegría: en una casa regalada, con cien niños sentados sobre bloques o potes vacíos, con dos maestras que solo tenían sexto grado, pero con un corazón desbordante de anhelos de servicio.
Poco después de que entregaran su casa para que naciera Fe y Alegría, Abraham se incorporó a la Legión de María en su Parroquia Jesús Obrero en Los Flores de Catia. Allí, aceptó con entusiasmo la invitación a participar en el Diaconado Permanente. Después de cuatro años de preparación, su identidad quedó definitivamente marcada como diácono (fue uno de los ocho primeros diáconos casados en Venezuela). Su experiencia más significativa como diácono fueron los tres años que dedicó a un trabajo pastoral en el barrio Plan de Manzano, viviendo en un rancho con cuatro seminaristas. Las visitas a los enfermos y las comuniones que les llevaba, sobre todo los “primeros viernes”, fueron su actividad más gozosa hasta los últimos días de su vida.
Matrimonio sencillo y padres de familia ejemplares, sin formación al comienzo ni académica ni religiosa, fueron ascendiendo el camino de una espiritualidad cada vez más profunda, que colmó sus vidas de plenitud. Para decirlo con palabras del propio Abraham: “Cuando entregué la casa, me entregué también a las cosas de Dios. Desde entonces me siento muy feliz. Yo creo que es mucho más importante darse que dar cosas. Uno recibe más cuando da, cuando regala su vida, y así es más feliz que cuando sólo se preocupa de vivir bien y de amontonar cosas”.
Antonio Pérez Esclarín
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