Abelardo Ruiz. “El gran millonario andaba a pie y a pata” / Por Alfredo Matheus

Sentido de Historia

Andrés Ocanto y Livio Arias (Q.E.P.D.), grandes personajes valeranos

 

 

A nuestra amada Valera, le han hecho compañía infinidad de personajes populares que la han defendido más que los gobernantes, que sólo han llegado para enriquecerse, con honrosas excepciones… Hace 60 años, Abelardo ya gozaba de gran popularidad. Se venía de La Quebrada, municipio Urdaneta, en el “carro de Fernando”; “un rato a pie y otro caminando” hasta llegar a Valera. Camioneros generosos le ofrecían la cola con hermosas palabras de ayuda: ”Abelardo, móntense para llevarlo”, la respuesta siempre era la misma: “Gracias amigo, pero ya voy a llegar”. Ese “ya voy a llegar”, se convertía en tres y cuatro horas de sudorosa caminata.

Abelardo era sumamente cuidadoso con su vestimenta. Sobresalía su flux de buen casimir que alguna alma piadosa le regaló. Jamás se separaba de su garrote de gran grosor por si algún “avispado” quería pasarse de maraca. Siempre metía las botas de los pantalones dentro de las medias; los parroquianos decían que era “Jugador estrella de los Medias Rojas de Boston, Estados Unidos”.

Nunca se conoció qué “cable pelado” había en la cabeza de Abelardo, pero le encantaba y emocionaba cuando visitaba los más acaudalados comerciantes de la ciudad para cobrarle los intereses por el dinero que les había prestado. Apenas abría el negocio don Sixto Pineda, llegaba Abelardo con su simpática sonrisa: «Buen día don Sixto, ¿Cómo están las cosas por aquí? Y ya sabe don Sixto, usted me debe una millonada, es mejor que vaya pagando para que no se le acumule tanta deuda”. El famoso y acaudalado comerciante le entregaba 10 bolívares y le brindaba un café mañanero. Abelardo se despedía con un: “nos vemos la próxima semana y siga pagando para que Dios lo siga ayudando”.

Así pasaba la mañana, visitando una legión de comerciantes y cobrándole los intereses. Todos le celebraban sus “locuras” de gran “ricachón imaginario” obsequiándole algún dinero o un buen desayuno. Abelardo se metió tan profundo en el corazón de los valeranos que el día que desapareció de “estas calles», el comentario del día era: ¿Y qué será la vida de Abelardo? Se llegó a decir que Abelardo fue engañado por algún transportista que viajaba a Caracas y abandonado en el terminar del Nuevo Circo.

En este lugar fue observado por algunos valeranos deambulando de “aquí para allá”, muchos le ofrecieron pagarle los pasajes para que regresara a Valera, pero esquivaba a quienes se le acercaban como desconfiando de algún “muérgano” que le hizo esa mala jugada de llevarlo a la “Gran Caracas”, ciudad que no se parecía en nada a su “señorial Valera”.

 

Hacia los 204 años de Valera

 

“El Loco Toro” preparaba los mejores “pinchos” de carne de perro. Los que tuvieron la dicha de comerlos en las Fiestas de Escuque y Ferias de Valera, dicen que sabían a “cochino frito”, que eran exquisitos; el que se comía uno, se comía dos y tres.

En la década de los años 60, frente a la plaza Bolívar había toda una flota de “carros libres” lo que se conoce hoy como “taxis”. Pancho Carrasquel era el dueño de los vehículos y los alquilaba. El que iba llegando como chofer de la línea le era impuesto un “apodo”. Los trabajadores del volante tomándose sus cervecitas en el bar “Sol y Sombra” inventaban el “sobrenombre”. Así se hicieron famosos: «Caga pelo”, “la muerte”, “Cigarrón”, “la vieja Hernán”, “Rinoceronte”, “Pata e´ loro”, “Goyo elefante”, “7 cueros”, «Camión de cachos”.

Los maracuchos que estaban de paso por Valera para disfrutar el frío de La Puerta, al momento de entrar al Frigorífico Cardozo (calle 13 con Av. 10), decían: «Estos gochos sí son arrechos. Donde venden cemento, cabillas, bloques, alambre de púas, clavos de acero, cabuya, también venden manzanas, uvas, naranjas, peras”…

Obra consultada: “La Valera de siempre”. “Pepino González”.

 

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