Francisco González Cruz
El presidente de los Estados Unidos Donald Trump firmó un decreto para retirar a su país de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Días después la misma decisión la tomó el presidente de Argentina Javier Milei. Las críticas al funcionamiento de la OMS vienen desde hace mucho tiempo, sobre todo por la tardanza y con frecuencia equivocadas respuestas a variadas situaciones delicadas de salud pública.
Las actuaciones durante la gripe A (subtipo H1N1) en 2009, el SIDA desde los años 90, la crisis de Ébola en el 2014 y la del Coronavirus más recientemente han sido muy criticadas por todo el mundo, sobre todo por que han estado lejos de los criterios científicos y cerca de los intereses políticos y de las trasnacionales de la salud, más interesadas en la codicia que en prevenir y curar enfermedades.
Y no precisamente por los intereses políticos de su primera fuente de su financiamiento, Estados Unidos, que aporta unos 500 millones de dólares anuales que representan el 15 % del presupuesto de esa organización. Eso significa que cada contribuyente estadounidense aporta 1,5 dólares anuales, frente a China que paga 39 millones, algo así como 0,003 dólares por persona, sin embargo, la influencia política de China es más notoria. El segundo mayor contribuyente a la OMS es la Fundación Bill y Melinda Gates, que aporta prácticamente el 10% de todo el presupuesto de la institución y el tercero es una asociación de organizaciones de los sectores público y privado cuyo aporte va al mejoramiento del acceso a las vacunas de los países más pobres del mundo. Su director, Tedros Adhanom Ghebreyesus, es un personaje de dudoso prestigio y en su designación fue fundamental el voto de China.
A pesar de sus fallas, la OMS es una organización fundamental para el mundo y sus aciertos son muy importantes, como la erradicación de la viruela y la creación de casi toda la normativa global en materia de salud pública, pero no es menos cierto que frente a sus deficiencias la propia ONU ha creado programas paralelos como el Fondo Global para el SIDA -ONUSIDA- y para la Tuberculosis y la Malaria – la UNITAID – y las organizaciones civiles como Médicos sin Fronteras, la propia Fundación Gates con sus programas propios y las iniciativas en el campo de la salud de organismos multilaterales como el Banco Mundial y la Corporación Andina de Fomento.
La situación de la OMS refleja la realidad de todo el sistema de la Organización de las Naciones Unidas, tal como lo expresó su Secretario General Antonio Guterrez en la apertura de la Cumbre del Futuro y la Asamblea General el año pasado: “Estamos aquí para sacar al multilateralismo del abismo”. Allí presentó el “Pacto para el Futuro” que fue aprobado de manera unánime.
Entre los desafíos contemplados en ese pacto está el reforzamiento de la Asamblea General que es el foro político donde todos los jefes de Estado del mundo pueden hablar en términos de igualdad y en medio de un clima de respeto, incluso cuando algunos de los oradores irrespeta. La reforma del Consejo de Seguridad es un clamor para que pueda ser cumplida la razón de ser de las Naciones Unidas: la paz.
El Pacto incluye la transformación de las organizaciones multilaterales relacionadas las finanzas como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, el Banco Interamericano de Desarrollo y los bancos multilaterales de desarrollo. Se suman la OMS, UNESCO, el PNUD, la UNICEF y los casi 150 órganos y programas, con unos 37.000 empleados y oficinas en los 193 países miembros.
En el Pacto se refuerzan los compromisos con la dignidad humana para las generaciones presentes y futuras, el desarrollo sostenible, el cambio climático, el establecimiento de asociaciones más sólidas con la sociedad civil, el sector privado, las autoridades locales y regionales para que otras voces se incorporen al debate sobre la construcción de un mejor futuro.
A ese gran invento que es la Organización de las Naciones Unidas le llegó la hora de su transformación. Hay consenso en que la ONU y los demás órganos multilaterales ofrecen un balance histórico muy positivo, pero como les sucede a todos los sistemas disipativos, entró en entropía y el deterioro puede agravarse si no se transforma para emerger en una nueva organización mucho mejor.
Por ahora el propio Donald Trump está repensando su decisión y ya anunció que está evaluando el regreso a la OMS, si se cumplen algunas condiciones. A Milei le tocará bailar el tango “volver”.