A un mes y pocos días que nos separan del 28 de julio es buen momento para hacer balance porque hasta ahora, en medio de la controversia por el resultado de la elección presidencial, las posteriores protestas y detenciones, queda esa extraña incertidumbre de no poder determinar con exactitud y contundencia el balance final.
Pero si bien el carácter propiamente cuantitativo del resultado electoral sigue, de acuerdo con múltiples actores nacionales e internacionales —en los que se incluye un rector principal del ente comicial y los organismos invitados como observadores por parte del gobierno— lejos de arrojar un desenlace claro, sí podemos hacer una aproximación cualitativa de esa particular e histórica jornada electoral.
Y es que la Venezuela democrática, sin lugar a dudas, ganó. La vocación democrática de nuestro país fue puesta a prueba y una vez más aprobó, y lo hicimos juntos, en unidad y esas mismas fuerzas democráticas cohesionadas demostraron contra todo pronóstico tener una estrategia sólida y también robusta que “está funcionando” en palabras de sus líderes, mismos que también han demostrado tener el carácter que sólo se forja al aprender las lecciones de cada una de las batallas anteriores, de cada una de las derrotas pasadas. Decía Abraham Lincoln: “dame seis horas para cortar un árbol y pasaré las primeras cuatro afilando el hacha”. Pues bien, las fuerzas democráticas parecen haber afilado su estrategia para ser y hacer la diferencia.
Además está el plano internacional. La jornada del 28 de julio y las cientos de muestras de apoyo y solidaridad de venezolanos y amigos en todo el planeta lograron poner a Venezuela en el centro del debate mundial, lo cual no es un hecho menor, mucho menos cuando se desarrolla una guerra entre Rusia y Ucrania, un conflicto bélico entre Israel y Palestina y con los Estados Unidos en etapa preelectoral con dos candidatos que según las encuestas más recientes están en una lucha muy cerrada; por nombrar sólo algunos conflictos internacionales que compiten por la atención del mundo. Reuniones para debatir el asunto único de la situación de Venezuela en la OEA, los intentos de mediación de Colombia y Brasil, la preocupación manifestada por instancias como la Unión Europea o países como Chile y Uruguay e incluso las denuncias ante la Corte Penal Internacional, son una muestra de que el destino de Venezuela le importa a la comunidad internacional. Esta vez nuestra voz parece estar siendo escuchada aunque el silencio aparentemente impera dentro de nuestras fronteras.
También en el ámbito interno hemos visto como oficialistas históricos de la talla de Juan Barreto, Andrés Izarra o Marypili Hernández, por solo nombrar algunos, se han mostrado por primera vez en más de dos décadas con opiniones encontradas a las del proceso que inició Hugo Chávez y que ellos acompañaron. Además, hemos vivido episodios como el cambio del gabinete presidencial o ese curioso instante de “separación de la paja del grano” en una cadena nacional en la que se reconoce que muchos de los venezolanos salimos a votar por amor a la familia disgregada por todo el mundo.
Es cierto, que no podemos hablar de ese resultado definitivo que todos los venezolanos esperábamos que arrojaría la elección presidencial. Esto ha confirmado uno de los escenarios menos deseados: la profundización de la crisis política venezolana y su impacto en una ya golpeada y disminuida economía nacional. Los ciudadanos de a pie somos los más afectados en medio del conflicto pero justamente ese ciudadano promedio, que vive y lucha cada día por llevar el sustento a su hogar, esa madre que cría con esfuerzo, ese empleado público que hace malabares para llegar a fin de mes, son los mismos que salieron a votar ese 28 de julio, convencidos de que la solución es —y siempre había sido— electoral. Es el caso de los millones de venezolanos que acompañados de el plan república, los testigos de todas las organizaciones políticas y los operadores del CNE vivimos ese domingo y fuimos testigos de lo que sucedió y sabemos que por muchas razones quedará en la memoria y la historia de Venezuela.
Por eso, pensar que todo sigue igual o, peor aún, dar la batalla por perdida es reducir demasiado el análisis. No queda duda de que seguimos viviendo momentos muy delicados pero, cuando sumamos todo lo que se ha obtenido, no podemos sino concluir que el camino no ha acabado y debemos caminar con más cuidado y previsiones sí, pero continuar.
El éxito no es dónde estamos ahora, el éxito no es siquiera todo lo que hemos recorrido y logrado, el éxito es a donde miramos juntos y hacia dónde caminamos a partir de este punto, porque Venezuela nació para ser libre y democrática y la verdadera generosidad y altruismo para el futuro propio y de nuestros hijos y nietos es entregarlo todo en el camino que tenemos hoy en frente a nosotros, a poco más de un mes del 28 de julio.
María Eloina Conde
Septiembre 01, 2024
@MariaEloinaPorTrujillo