Puede parecer una broma, pero no lo es. Ocurrió el 31 de julio del 2021. Lo conocí personalmente, sin que nadie me lo presentara, en un hermoso recinto religioso, la capilla del Padre Rosario, en la población de Mendoza, y no estábamos ni de rodillas, ni rezando, estábamos conmemorando un cumpleaños, con ponencias del profesor Briceño y del historiador Alexi Berríos, cantos y reconocimientos, específicamente los 174 años del fallecimiento del Padre Francisco Antonio Rosario, nuestro eximio prócer trujillano, Párroco y protector de los indígenas del valle de Bomboy, por más de 50 años.
En el trayecto a mi casa, fui individualizándolo como lo hace cualquier humilde mortal. Un hombre que si abordamos el tema de la tipicidad socio-etnológica del valerano, no dudaría en ponerlo de ejemplo. Estuvo sentado en la primera fila, andaba vestido con ropa negra, que hacía contraste con su frondosa cabellera blanca. Mesurado, detallista, buen escucha, analítico, y luego de eso, se convierte en un torrente de afectos e historias, que no provoca interrumpir. Sin duda, hasta en sus rasgos fenotípicos, es un auténtico valerano.
En esa Capilla, estuvo atento a las exposiciones, y allí nos vimos y lo conocí, repito, personalmente de manera espontánea, a pesar de la vieja vinculación que me une con Andrés Eloy su hermano, mi dilecto amigo y apreciado colega, hijos ambos del otro Don Pedro, roble de las artes gráficas y la comunicación; ya conocía a don Pedro Bracamonte Osuna, a través de esa ventana de la literatura local, costumbrista, sabrosa e histórica, que significa La Valera Oculta, su obra.
En ella, concentró un enorme esfuerzo, dentro de su particular visión, de darle un cauce a la reconstrucción de la historia de Valera, usando uno de los más útiles, sentidas y formales herramientas, que lo es la crónica, de cara a lo que Mario Briceño Iragorry, llamaba la historia grande, que aún estaba por elaborarse, la de los hombres. Dejando Bracamonte, escrito por supuesto, la huella de esa Valera pujante de ayer y de antier, visibilizando disimiles personajes, imágenes, lugares, tiempos, hechos propios de la cotidianidad valerana, que hoy se encuentran a la mano –por lo menos en versión electrónica-, de las presentes y futuras generaciones, me refiero que apuntó hacia lo que pudiéramos denominar la Valeranía, como factor constructor de ciudad, quizás el término no se ajuste en su totalidad, pero me atrevo a usarlo en este momento, que le da cierto sentido a la historia de Valera, no como lo ha establecido la historiografía tradicional, en forma aislada, sino como producto de factores criollos y exógenos, quizás polémicos, que deben ser objeto de reflexión.
Advirtió que Valera se encuentra en el desarreglo de la información significativa, hasta de sus propios orígenes. Bracamonte, con sus historias de pobladores, cargados de esfuerzos, de labor y emprendimiento, logra trasladarnos de manera amena a ese tiempo de aspiraciones cortas o largas, y de muchos sueños y esperanzas por el crecimiento colectivo en todos los órdenes ciudadanos.
Otro aspecto importante, que resumo de cuando lo conocí, es que a través de esa misma cotidianidad, de la que se alza armándose de la memoria y la investigación, abordó eso que llaman sentido de pertenencia, la identidad con su ciudad, para rescatar esos valores, de lo que él mismo expresó, <<Valera no es solo un pedazo de tierra, sino mucho más: lo que llamamos nuestra Patria>>. Esa es parte de la virtud de su trabajo intelectual. Por eso, lo conocí, cuando ya lo conocía.
El día la Inmaculada Concepción, se nos marchó Don Pedro Bracamonte, hombre de radio, comentarista, narrador deportivo y cronista, afectado por la Covid-19. Nuestras condolencias a su familia y a la ciudad de las Siete Colinas, por la irreparable merma, de uno de los seres, que la respetó, la escribió, la quiso, y con toda seguridad, la seguirá amando hasta en el infinito.
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