A La Cejita y su gente en sus 189 años | Sembrando Arte y Amor por la Danza | Por: Lila del V. Morillo A.

Amanecer andino en las tablas del Ateneo de Valera.

 

Mi trayectoria artística se resume en tres etapas: La primera la he querido titular “Unos padres y un disco de acetato”. Fueron mis padres los que sembraron esa semilla, cuya base ha sido plataforma bien consolidada para haberme realizado en el mundo dancístico y considero que son los padres el principal motor para apoyar a sus hijos en lo que en algún momento de sus vidas quieren llegar a ser y desarrollar un oficio. Mi madre sin darse cuenta paso a ser mi primera coreógrafa donde con un disco de acetato me enseño ingenuamente pasos, y que al final fue una coreografía puesta en escena en cualquier fiesta que servía de escenario. Y mi padre por el hecho de acompañarme, llevarme, comprarme vestuario y brindarme ese apoyo incondicional paso a ser mi manager…

El día del reconocimiento como patrimonio cultural viviente del municipio San Rafael de Carvajal fue de mucha alegría para mí y todo mi entorno.

Una segunda etapa, le he puesto por nombre “Maestros formando con amor”. Sabiendo que esto es posible si contamos con maestros donde su formación permita el desarrollo del potencial creativo. Donde se enseñe con la pedagogía del amor, el ejemplo y la curiosidad. Tuve unos maestros que se encargaron de regar, abonar y cultivar esa semilla que mis padres habían sembrado. Mi maestra Rosa quien me encaminó, dándome las primeras herramientas y técnicas de danza en la escuela, y Mirtha una joven de la comunidad quien tomaría la iniciativa de conformar un grupo de danzas al cual forme parte y donde continué con mi formación y experimente lo hermoso de este arte para expresar vivencias, sentimientos, historia, responsabilidad y sobre todo amor por lo que el arte significa para todas las generaciones que buscan entender su propio camino, su propio ser. Luego a medida que fui creciendo me vi en la necesidad de formarme realizando talleres de danza en todos los estilos y simultáneamente impartir esas enseñanzas. Este proceso de retroalimentación aún no cesa porque día a día estamos aprendiendo y enseñando. He dictado talleres en cualquier rincón de la geografía del estado Trujillo, en diferentes instituciones educativas, a diferentes agrupaciones culturales. Esta oportunidad me la dio la vida cuando fui coordinadora de Artes Escénicas y musicales del Estado.

Una última etapa, que es la que estoy viviendo. “Dejando huellas… Dejando un legado”. Esa semilla germinó, creció y se reprodujo y aún sigue dando frutos. Hoy en día, tengo la dicha de disfrutar de la agrupación “Danzas Amanecer Andino”, embajadores culturales de La Cejita, institución cultural de la cual fui fundadora, y otra que se quedo en el camino “Danzas Rafael Rangel”, además un salón en una institución educativa lleva mi nombre como su epónimo, un mural con mi imagen y en mi honor, también he recibido un sinfín de distinciones de instituciones públicas y privadas y como siempre lo he dicho, estos reconocimientos deben ser en vida, los he disfrutado al máximo. Uno de estos homenajes del cual ha sido muy significativo para mí fue el hecho de recibir el galardón: “Antonio Fernández –El hombre del Anillo-” en el acto donde me designaron Patrimonio Cultural Viviente del Municipio San Rafael de Carvajal.

Conversatorio con alumnos de la Escuela de Danzas Amanecer Andino.

Una de las cosas más importantes que me deja el estar inmersa en este mundo dancístico es que mi familia no ha escapado de él, me casé con la música ya que mi compañero de vida es músico, mi hija y mi nieta son danzarinas y mi hijo canta y ejecuta algunos instrumentos musicales. Han crecido en un ambiente donde se Respira Arte y predomina el amor por lo nuestro.

Todo artista se inicia en lo íntimo, en espacio que muchas veces nos hacen anónimos y con herramientas para muchos insignificantes, encontrándome aquí después de cuarenta años de carrera cultural, nunca podré olvidar aquel garaje de mi casa, que me sirvió como primer escenario, ese escenario mágico e inocente donde con tan corta edad no sabía que los inventos que hacía en ese entonces, porque así los llamaba, eran simplemente coreografías que más tarde me darían ese título tan hermoso, el título de “Bailarina”.

Jamás olvidar aquel disco de acetato de 45, que contenía la Cumbia Sampuesana y que como lo dije anteriormente mi madre siendo una gran coreógrafa, ese montaje revive en mi memoria. Como olvidar también a la niña que iba a la escuela y era tomada en cuenta por su maestra, estos aspectos fueron fundamentales; un garaje, un disco de acetato, una maestra, y sobre todo unos padres convencidos de que el talento no solo es innato, sino que también se forma y se estimula.

Compartiendo conocimientos y experiencias sobre la técnica del baile del Joropo con estudiantes del Liceo Monseñor Arias Blanco.

Compilador Luis Huz Ojeda.

 

 

 

 

 

 

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