A La Cejita y su gente en sus 189 años | El Santo de La Cejita | Por: Wilmer Manzanilla

El Mausoleo de granito del santo de La Cejita hoy luce destruido y saqueado.

 

De la década de los años de 1960 recordamos entre otros tantos acontecimientos que marcaron el antes y el después para la humanidad: La guerra fría confrontación política entre La Unión Soviética y Estados Unidos. La guerra de Vietnam. La invasión rusa a Checoslovaquia. Los asesinatos de John F. Kennedy; Malcolm X; Martin Luther King; Robert F. Kennedy; El Che Guevara… La llegada del hombre a la Luna. La revolución cultural China. La invención de la pastilla anticonceptiva. Fueron tiempos de confrontación de ideas, turbulencias políticas y cambios radicales a los que Venezuela no estuvo exenta de tener vivencias en este proceso planetario: El naciente modelo político “democrático representativo” lucha a brazo partido su consolidación. Surge el movimiento guerrillero. El presidente de la República Rómulo Betancourt sufre un atentado. Se viven dos procesos eleccionarios.

 

Los 60 en Trujillo

En el estado Trujillo para esa época lo asombroso era la ejecución de la invasión de fincas para la obtención de tierras. La Cejita continuaba siendo lo que siempre fue y sigue siendo un pueblo cruce de caminos urgido de integrarse al crecimiento y desarrollo del estado y país. Pero tal como acontece en los lugares campestre-rurales decirlo es fácil lograrlo cuesta mucho trabajo y esfuerzo agregado, pero hacia allá vamos. Esta introducción es un intento de contextuar esta crónica en el tiempo.

Esta placa de agradecimiento labrada sobre mármol es una muestra de fe popular.

 

El muerto sin nombre

Pareciera que los habitantes de La Cejita están predestinados a tener imprevistas experiencias, como la vivida por la matrona cejitense Romelia Pérez de Calderón el 1 de octubre de 1969. Según sus relatos: “Ese día para nosotros la gente del campo es un día como cualquier otro, tal como tenía por costumbre hacerlo a diario junto a mis hijos nos levantamos temprano, puse a hervir el agua para hacer el café, después de colarlo lo compartí, mientras los muchachos chequeaban los aperos agrícolas que debíamos llegar hasta nuestra posesión, una hacienda agrícola plantada en un sitio colindante: “Butaque” alisté el avió para el desayuno de todos.

Estando todo ya listo para ir a cumplir con la faena diaria, al momento del encendido de nuestro medio de transporte -un Jeep Willis con techo de lona, del mismo modelo de los usados por las tropas aliadas durante la segunda guerra mundial- comienza a caer una continua llovizna “caza bobo” acompañada de un helado e inclemente frio, pero como para el campesino el deber llama, nos cubrimos cada uno con su caucho largo, de esos que hoy mientan –Slack- y despegamos con rumbo hasta Chimpire para desde ahí desviarnos hacia el ramal de la carretera trasandina, que nos llevaría hasta nuestro destino. Al momento de traspasar el punto de Coco Frio antes de llegar a Santa Rosa de Jiménez, las luces del rustico nos permitieron observar desde cierta distancia la figura de un cuerpo acostado en medio de la carretera, hicimos el respectivo cambio de luces, tocamos la corneta sin signos de respuesta por parte la persona atravesada en la vía, ejecutamos nuevamente el mismo procedimiento con intento fallido, sin ninguna respuesta, esto me obligo a bajarme del vehículo en el cual nos movilizábamos, ya bien cerca logre apreciar que este cuerpo tenía la cabeza en la cuneta y el resto a media carretera, al revisar más en detalle se podía apreciar a un hombre alto, corpulento, tez blanca, cabello negro, joven de una edad aproximada a los 40 años, bien vestido, sin signos de vida, ni de violencia o heridas producidas por arma blanca, fuego o de ningún otro tipo, sin ningún tipo de identificación en estado de descomposición. Este involuntario incidente con lleva a un cambio de planes, llevo a mis hijos hasta la finca, regreso con uno de los peones y procedo a actuar como se hacía en aquel entonces, recogemos el cuerpo y lo colocamos sobre un pedazo de lona encerada, lo montamos en el transporte, conduzco hasta la autoridad y después al cementerio, con la ayuda de unos jóvenes se excava una fosa donde le damos cristiana sepultura antes que se termine de descomponer, una vez el cadáver bajo tierra, un vecino cercano voluntariamente trae una cruz y pregunta por el nombre del difunto para escribirlo sobre esta, como al ser hallado el cadáver, este no tenía documentación alguna, un espontaneo presente sugirió. Colóquele -Juan de Dios-, otro señalo -Juan el hijo de Dios-, al final todos acordaron identificarlo en la cruz de madera con el nombre de -Juan de Dios-“.

Otra de los cientos de muestras de agradecimiento de sus seguidores por favores concedidos.

 

El Santo de La Cejita       

Al paso de unas semanas inesperadamente un buen día los vecinos al camposanto notan continuas entradas y salidas en distintas horas del día al lugar donde reposan las almas del señor, todos traían un motivo común visitar la tumba de Juan de Dios para colocarle flores, alumbrarlo en gesto de agradecimiento por algún favor o milagro recibido, ante distintos petitorios tales como consecución de trabajo, desaparición de enfermedades en algún familiar o amigo cercano, otros por la culminación con éxito de estudios en educación media o universitarios, estos últimos ofrendaban sus medallas de grado, fondo negros de títulos obtenidos, cartas de agradecimiento, reliquias con diminutas imágenes del santoral católico… Hasta la fecha nadie tiene noción exacta de cuando comenzaron los milagros de -Juan de Dios-, ni como se propago tan rápido este acto de fe popular. Impresionada ante los acontecimientos Romelia Pérez de Calderón quien, en un gesto de caridad humana, se había encargado del entierro, se apersono hasta al sitio y constato la veracidad de lo que la gente comentaba en el pueblo, el despertar de fe y devoción de gente de distintos estratos ante la tumba de -Juan de Dios- y a los días le mando a hacer una loza de granito con los datos del extinto como elemento identitaria del lugar de la tumba antes señalada. En corto tiempo las personas creyentes del pueblo se organizan y transforma esta pequeña parcela en mausoleo de quien ellos llaman -Juan de Dios- “El Santo de La Cejita”.

Las muestras de agradecimiento a Juan de Dios hoy están abandonadas y expuestas al deterioro de la naturaleza.

 

 

La delincuencia acabó todo

Esta mágica creencia popular tuvo centenarias presencias físicas en los en los años 70, 80, 90, 2000. 2010 en esta última fecha es cuando bandas de desadaptados sociales se aposentan y utilizan de guarida el cementerio local, en los alrededores y al interior del mismo cometen atracos, otras fechorías y hasta presuntas violaciones a devotos visitantes del santo de La Cejita, igual a familiares de otros difuntos allí sepultados al momento de visitar los enterramientos de sus deudos. Estos vándalos saquearon tumbas, destruyeron escultóricas obras de arte que adornaban y daban un toque artístico a este lugar de descanso eterno, a junto a mausoleos familiares e individuales y otros trabajos. Hoy en el año 2022 solo queda el recuerdo en la memoria de quienes recibimos algún favor de este santo del pueblo cejitense desconocido por muchos.

Compilador Luis Huz Ojeda.

 

 

 

 

 

 

 

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