A 200 años de Baudelaire la censura aún lo acosa | Por: Ramón Rivasáez

 

Tras doscientos años de su natalicio el poeta Charles Baudelaire no ha sido olvidado por la censura; apenas en 1949, se anuló el juicio que pesaba sobre su obra capital Las Flores del Mal, por la que fue procesado a los 36 años; hoy en su aniversario que se cumplió el pasado 9 de abril, las autoridades culturales francesas apenas  organizaron una exposición sobre su aporte a la poesía universal en la Biblioteca de París, que, finalmente, fue postergada debido a la pandemia provocada por la Covid.

Baudelaire,  cuya obra fue elogiada por Valery, un escritor cristiano, por los surrealistas, entre ellos, Breton, quien consideraba que era un precursor del surrealismo; vivió en un país hostil a su trabajo literario, debido a su postura iconoclasta e irreverente; que se declaró anti romántico, puso entredicho el mito burgués, del llamado progreso, que tuvo la valentía de apartarse de la zona de confort con sus opiniones a contracorriente, e hizo de su vida un himno a la inconformidad; fue sin duda, un incomprendido que lanzó los fuegos simbolistas contra  el romanticismo en boga.

El detonante, Las Flores del mal, un libro incendiario, que dejó mal parado el quietismo edulcorado y romántico de la época; dio comienzo al mismo tiempo al modernismo, y como dijo Valery dio a conocer a la poesía francesa más allá de los estrechos linderos galos; la proclamó universal como nadie.

La obra de Baudelaire plantea la autonomía de lo bello, apartarse del sentimiento pasivo de la llamada inspiración, proponía el cese de la institividad, al insistir claramente, ”mi objetivo es demostrar que ningún punto de la composición puede ser atribuido a la casualidad o a la intuición”. Ratificaba que era preciso abolir el azar, superar la gratuidad de la naturaleza. Copiar la naturaleza es una doctrina enemiga del arte, sentenciaba.

Fue enfático en el salón de arte de París de 1845, donde estrenó su postura como crítico, “prefiero las muestras de mi fantasía a la trivialidad positiva”.  Rechazaba el utilitarismo en el arte y el arte comprometido. “Los sonidos hablan una lengua misteriosa; la lengua olvidada del paraíso”, postulaba.

Baudelaire, además de poeta fue crítico de arte y periodista cultural, con excelentes trabajos acerca de Wagner, Balzac, Víctor Hugo, Gauthier, Flaubert,  Eugenio de la Croix, Daumier, y sobre todo, el poeta Edgar Allan Poe, a quien promocionó en Francia y Europa en general;  sobre esto último, Jorge Luis Borges, le criticó que sobrevalorara a Poe y dejara por fuera Bret Hart en sus apreciaciones críticas.

En su poema La oración de un pagano, Baudelaire, estremece los viejos muros románticos “… diosa en el aire recostada/brilla en nuestro subterráneo/acoge a un alma aterida de frío/ que te ha consagrado un canto de bronce”. Dinamita el sentimentalismo reinante, abre la puerta a otras posibilidades del pensamiento poético, su teoría es buscar la exactitud matemática; ir más allá, localizar un lenguaje del futuro, aprehender la dureza del vivir con los pies en la tierra; allí ubicaba su religiosidad con la palabra, su postura ante la vida efímera que nos corresponde.

San Baudelaire osó denominarlo un poeta venezolano del siglo XX,  al tiempo que otros críticos le atribuyen una poesía cercana a una religiosidad sincera, muy a su manera, de asumir la vida con la justa medida de un creador que fue eso, precisamente, un artista total.

Salir de la versión móvil