El periodismo ha sido una especie de cordón umbilical de la mayoría de los hechos de significación de nuestro acontecer republicano que arranca el 19 de abril de 1810 cuando la primera República se restea en sus primeros pasos tambaleantes, pero firmes y dispuestos por la libertad y por la floración de un sello autónomo que se llama nacionalidad, y para anunciar la germinación de este proceso que habrá de derivar en holocausto, lo único más a la mano que consiguieron los patriotas, doblados en periodistas, es la Gaceta de Caracas, órgano creado por el régimen colonial un 24 de octubre de 1808.
Ocho años más tarde habrá de aparecer el auténtico periódico revolucionario, creado exclusivamente para convertir el debate, los argumentos, las ideas y la dialéctica, y es así como nace «El Correo del Orinoco» el 27 de junio de 1818 en Ciudad Bolívar.
Aquí es cuando la imprenta venezolana adquiere una dimensión heroica y la labor de los periodistas se confunde con la epopeya pues, según las circunstancias, solían cambiar la pluma de ganso por la espada.
Pero pasan (entre 1810 y 1941) y la gente de la prensa trabaja al garete: sin organización, ajenos de solidaridad gremial, huérfanos de alguna índole institucional, vale decir, desprotegidos por completo, según lo describe don Luis González en su texto, “Medio Siglo de la AVP”, 1991.
Es a raíz de la muerte de Juan Vicente Gómez, en el curso del año 1936, aparece en Caracas un Asociación de Escritores y Periodistas que no resisten el agresivo debate ideológico del momento, la lucha partidista, el parto doloroso de sindicatos, gremios y asociaciones estudiantiles que en realidad funcionan como partidos, las huelgas y las manifestaciones públicas violentas que concluyen inexorablemente en muertos, cárcel y exilios, y la nueva asociación de los periodistas expira sin gloria.
Describe Don Luis en su escritura, que es el régimen del General Isaías Medina Angarita el clima, moral, intelectual y espiritual del pueblo venezolano adquiere una temperatura de tolerancia y convivencia que hace posible que los periodistas -al fin-logran reunirse como hermanos y diseñan, definitivamente, la Casa que los va a cobijar para la defensa de sus intereses, para la protección social y, fundamentalmente, para que se respete, como derecho consagrado en la Carta Magna, la libertad de expresión. Así es como nace el 24 de octubre de 1941 la inolvidable A.V.P., presidida por Luis B. Pocaterra.
La vieja guardia enarboló el periodismo trujillano
Trujillo que tiene una tradición periodística de más de 150 años, dentro de la crónica de nuestro periodismo, no se puede dejar de mencionar a los grandes hombres que con mística, con fe y decisión lucharon, combatieron tenazmente todos los obstáculos para llevar la verdad al pueblo; esos que sufrieron el embate de las pasiones mezquinas; esos a los que hoy tenemos que revaluarlos y que merecen los mayores elogios; esos que fueron símbolos de una época, que sin tener conocimientos técnicos fueron pasión y amor a una profesión dura, harta de escollos, pero bella en pro de la solidaridad humana. Allí siempre estarán vigentes: Rafael Gallegos Celis, Colina Montilla, Hernán Rosales, Armenio Núñez y Alberto La Riva Vale. Ellos como afables fantasmas, se convidan y se unen para entregarnos sus crónicas del ayer, las nostalgias del pasado, en un mensaje de futuro.
Al anterior selecto grupo le han seguido otros hombres de mucho peso e historia en el quehacer del periodismos regional, por allí podemos mencionar a quienes se organizaron para crear la AVP Trujillo que funda su filial el 24 de octubre de 1951, sea oportuna la ocasión para recordar a meritorios personajes que han librado formidables etapas por la libertad de expresión, encabezada por Manuel Isidro Molina, motor que hizo todos los movimientos necesarios para tal fin y que logró establecer la organización requerida para el gremio.
Manuel Isidro contó con valientes guerreros como: Mary Hernández (primera mujer periodista trujillana), Adelso Reyes Navarro, Jorge Enrique Bolívar, José Armenio Núñez y Alejandro Azuaje Rincón quienes conformaron la Primera Junta Directiva AVP en la entidad la cual fue juramentada en el auditorio del Liceo Rafael Rangel el seis de junio de 1952 por el entonces presidente de la AVP a nivel nacional, Luis Felipe Bellorín.
Hoy de aquella vieja guardia que nunca muere y que se asentó en plena dictadura podemos refrescar los nombres de Joaquín Delgado, Rafael Burgos del Moral, Carlos J. Paredes, J. Azarías Rivas, Guillermo Montilla, Luis Gonzaga Matheus, Luis González, Andrés Atilio Miliani, Ramón Cruz Galíndez, Rafael Ángel Lujano, Julio Urdaneta Acosta, Alfonso Toledo, Padre Juan De Dios Andrade, Pedro Malavé Coll, Luis Mazarri, Antonio Pérez Carmona, Ramón Azuaje, Honore Solarte, Lourdes Dubuc de Isea, Régulo Jiménez, Rodolfo Zambrano, Manuel Acevedo Rivas, Raúl Díaz Castañeda, Eduardo Viloria, Germán González, Francisco Graterol Vargas, Manuel Acevedo Rivas, Ramón Rivas Sáez, Cornelio Viloria, Guillermo Torres, Guillermo Bracamonte, Gilberto Matheus, entre muchos otros…
El periodismo ha jugado su papel primordial en el proceso socio – cultural regional desde el lejano año de 1872, y culmina su jornada en el siglo XIX con la aparición del primer diario que se edita en todos Los Andes venezolanos —»El Diario de Valera». Por eso consideramos como histórica la intensa la labor periodística trujillana, si tomamos en cuenta su grado de desarrollo y la capacidad técnica y económica de la época.
Proceso de desarrollo
En su libro sobre el periodismo valerano, el maestro Manuel Isidro Molida, hombre que tuvo la virtud que sus palabras siempre fueron oídas con respeto y admiración por ser un ejemplo de compromiso popular por una ciudad, un estado, una Venezuela distinta, señala que el principal factor del proceso de desarrollo en Valera no es otro que el de la ciudad fortalecida con el desarrollo simultáneo de toda el área que le rodea: “Se requieren esfuerzos más bien planificados que espontáneos y anárquicos, en los cuales participen diversos factores y se empleen diversos mecanismos e instrumentos de progreso de una manera concertada. Uno de esos instrumentos de progreso lo es, indudablemente, la prensa; pero lo será en su grado óptimo cuando por encima de los fines de lucro, de escándalo, de estímulo al sectarismo político, de consolidación de ventajas egoístas de cualquier orden, coloque el fin supremo del bienestar social, cooperando con los factores de progreso —educación, ciencia, economía, técnica, arte, cultura, salubridad, libertad ciudadana, etc, y así contribuir al desarrollo integral de la región”. (Manuel Isidro Molina, 1970).
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