Por: Nelson Pineda Prada
Con el derrocamiento de la dictadura perezjimenista se estableció, como sistema político en nuestro país el Estado Liberal Democrático o Estado Social de Derecho, y con él la llamada Democracia Representativa, el cual encontró su mayor expresión en el texto constitucional de 1961. Fueron años de significativas reformas las que comenzaron a producirse en la formación social venezolana. Venezuela se consolidaba como un país urbano. La ciudad se establecía como el principal centro de la actividad económica, política, social y cultural de la nación. La explotación de hidrocarburos -con destino principal a la exportación- continuó siendo la base de sustentación de la economía. El capital extranjero se expandió a otros sectores económicos. El régimen partidocrático mostró su mayor esplendor. El Estado y sus instituciones trasmitían la idea de ser portadores de grandes fortalezas. Carlos Andrés Pérez, como presidente electo en 1973, le presentó al país el V Plan de la Nación: La Gran Venezuela. El “boom petrolero de los setenta” y la nacionalización de las industrias petrolera y del hierro, hicieron posible la acometida de ese intenso proceso de reformas.
El estado Trujillo no fue indiferente a esos cambios. Nuestras principales ciudades Valera, Trujillo y Boconó dejaron de ser ciudades-rurales para convertirse en centros urbanos. Las instituciones del Estado, a través del financiamiento vía situado constitucional, alcanzaron un significativo crecimiento el cual hizo posible el emprendimiento de la construcción de obras públicas para el mejoramiento de la calidad de vida de nuestros pobladores. La creación del Núcleo de Trujillo de la Universidad de Los Andes, constituyó uno de nuestros grandes logos en aquellos años.
En ese marco, aquel 24 de agosto de 1978, nació el Diario de Los Andes, loable iniciativa del Grupo Muchacho Hermanos. Emprendimiento que llenó el vacío existente de información veraz y oportuna, seria y confiable; sus noticias no solo informaban sino que formaban y educaban.
Quienes estábamos cansados de la noticia amarillista, de la opinión llena de lugares comunes, de leer los mismos cuentos de los apuñalados en La Quebrada o en Santa Ana, de las mismas notas sociales pasadas de adulancia, de mostrarnos héroes que después terminaron como villanos, sentimos que con la aparición del Diario de Los Andes, nos reencontramos con la esperanza.
En sus páginas las noticias y la opinión política tuvieron sentido objetivo, los datos que se daban del curso de la economía se hacía con rigor y seriedad. Pero, sobre todo, a la actividad cultural se le dio un lugar privilegiado. La promoción de nuestra creación artística, en sus más diversas expresiones, ocuparon el lugar que nunca se les había dado. Por su intermedio conocimos a poetas, cuentistas y artesanos que estaban ocultos tras la neblina de nuestras montañas.
Si se me pidiera una opinión evaluativa diría, con la mayor seguridad, que desde aquel 24 de agosto de 1978, el Diario de Los Andes, ha sido una fuente y una cátedra para pensar lo que los trujillanos queremos ser; ha sido la gran muralla que logró contener el despeñadero político, económico e intelectual de nuestro amado Trujillo. Vaya pues para el Grupo Muchacho Hermanos, y de manera particular para mi amigo Eladio el eterno agradecimiento por, a pesar de las dificultades que ha tenido que sortear, haber seguido entregándonos el Diario. En estos 47 años de existencia, permítanme expresarles mis felicitaciones y el deseo de que tengan una larga vida.
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