422 años de la renovación de la Virgen de La Consolación

En Táriba, estado Táchira

 

Por: Jesús Matheus Linares

El estado Táchira al igual que los estados Mérida y Trujillo, en los andes venezolanos es una región profundamente católica. Los tachirenses celebran dos fechas muy importantes durante el mes de agosto: una, el 06 de agosto, el Santo Cristo del Rostro Sereno, en La Grita y la otra, el 15 de agosto en honor a la Virgen de La Consolación de Táriba.

La feligresía del Táchira, de otras partes de Venezuela y más allá de nuestras fronteras, celebra este lunes 15 de agosto, los 422 años de la renovación de la Virgen de la Consolación de Táriba, la consoladora patrona del estado Táchira.

La crónica da cuenta que ese día, de 1600, cuando el retablo que habían traído los padres agustinos de África, con la imagen, que con el tiempo se fue borrando, iluminó la humilde vivienda donde la había colgado la familia Zamora, con su imagen bien delineada.

De acuerdo a la tradición, Santa Mónica, madre de San Agustín, le pidió su intercesión para que consolara sus penas y convirtiera a su esposo, un pagano que la hizo sufrir con sus infidelidades, maltratos físicos y morales, y muchos vicios; y a su hijo mayor, Agustín, de inteligencia fuera de lo común, que al ir a estudiar a Cartago, “abrazó la herejía maniquea y tomó una concubina por varios años”.

Señala el relato, San Ambrosio, desde Milán, a donde fue Mónica para atender a Agustín, que se enfermó gravemente, fue testigo del milagro: Patricio se convirtió, fue bautizado y recibió los sacramentos, y al año murió. Agustín, por su parte, fue bautizado, se preparó para ser sacerdote y fundó la orden de los Ermitaños de San Agustín, una congregación que se extendió por África, España, Italia, Alemania, Venezuela, Colombia, en Bogotá y Pamplona, por donde llegó a San Cristóbal, cuando fue fundada la Villa en 1561, por el capitán don Juan de Maldonado; un año después llegaron los padres agustinos a Táriba, donde establecieron su sede y comenzaron a evangelizar en las comarcas aledañas.

Numerosos testimonios desde hace más de cuatro siglos, dan cuenta que prácticamente desde la fundación de San Cristóbal, la imagen obró milagros, como la vez que salvó a los padres agustinos cuando iban a evangelizar a los indios Táribas, a Táriba, que fue visitada en 1547 por los primeros españoles que pasaron, al mando de Alonso Pérez de Tolosa y Diego de Lozada.

Cuando iban a cruzar el Torbes, desde San Cristóbal, la corriente fluvial se mostraba imponente, pero lograron pasar colocando la imagen sobre una caña, “que les alumbraba el camino y las aguas por donde iban a pasar, y animados por la Señora que los acompañaba, lograron llegar hasta lo que es hoy la Plaza Bolívar de Táriba, donde hicieron una ermita y después una capilla, y allí colocaron la reliquia que estuvo en manos de santa Mónica”.

Los indios aprendieron a amar a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de La Consolación y recibieron la doctrina de los primeros misioneros agustinianos, pero los indios Capachos y Guásimos se unieron para atacar a los Táribas, y los misioneros para salvaguardar sus vidas abandonaron el lugar y dejaron la imagen bajo la custodia de una india catequizada a la fe cristiana.

Comenzaron a obrar los milagros con la reliquia, se habla de que muchos nativos fueron curados de enfermedades y fracturas; pero con el devenir del tiempo se fue perdiendo la devoción de venerarla y la imagen se fue borrando.

“Al final del siglo XVI, vino a Táriba a visitar a la familia Zamora, el alférez y encomendero de Pamplona de la Nueva Granada, Juan Ramírez Andrade. Por casualidad, la casa de Zamora estaba en el mismo lugar en que la india había recogido la tabla y la troja, donde se guardaban los granos aun estaba en servicio. Uno de aquellos días, coincidentes con la visita de Ramírez de Andrade, los hijos de Zamora, Pedro, Gerónimo y Antonio, decidieron, después de almorzar, organizar una partida de pelota y así lo hicieron; mas en el transcurso del juego una de las paletas se rompió, por lo que los muchachos entraron al granero en busca de una tabla para reemplazar la paleta rota. Hallaron la tabla en la que la Virgen había estado pintada; la tomaron y trataron de romperla para darle la forma de paleta, la paleta fue demasiado dura para romperla. Advirtieron que cuando golpeaban la tabla esta sonaba como un tambor. Lo que llamó  la atención de la señora Zamora quien reprochó a los muchachos por estar tratando de romper la tabla en la que la imagen había estado dibujada; la tomó y la llevó al granero nuevamente, habiéndola dejado colgada de una de las paredes”.

Fue en la tarde cuando iluminó el rancho, pues salían “copiosos rayos de luz”. La gente estaba emocionada por el milagro de la nueva presencia en el cuadro de la Virgen, y el vicario y el pueblo se trasladaron a Táriba a ver la obra tan maravillosa y la comenzaron a venerar”.

Relata monseñor José Ramiro Useche Bustamante, vicario de la Basílica de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba, que la Virgen obró muchos prodigios, como el de la disentería que se propagó en San Cristóbal entre 1630 y 1640, y con la fe en la imagen se “detuvo el mal”.

Monseñor Rafael Arias Blanco, para celebrar los veinticinco años de la fundación de la Diócesis, por monseñor Tomás Antonio Sanmiguel, dispuso que la imagen visitara la ciudad.

“Miles de fieles devotos de ella la llevaron a la Catedral, donde recibió las multitudinarias manifestaciones de amor y agradecimiento. Hoy tenemos la basílica, a petición de monseñor Fernández Feo al papa Juan XXII, desde el 23 de octubre de 1959”.

Todos los quince de agosto, es la fiesta de la Consolación, adonde acuden miles de peregrinos, files devotos, para agradecerle los favores y pedirle nuevas gracias y bendiciones. Milagros –dice el presbítero- como el de la joven con leucemia, que fue desahuciada por los médicos de San Cristóbal, entonces su madre acudió con la enferma a la iglesia, con la novena de la virgen, y el médico de España cuando la vio, le dijo que estaba curada. Cuando vaya a Táriba, visite a la Virgen de La Consolación, la cordialidad del tachirense le quedará prendada por siempre. Incluso el padre Francisco Santadaría(+), un agustino recoleto, oriundo de Salamanca, España, me contó en una de las innumerables conversaciones que siempre manteníamos, que la Virgen de La Consolación estuvo a punto de ser patrona de Venezuela.

 

Jesús Matheus Linares

jmateusli@gmail.com

 

 

 

 

 

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